– Vaya, aun bien que desperté... ¡Qué sueño más extraño!
¡Soñé que al morir todo había acabado! ¡La nada era
real! No veía nada, no sentía nada, no creía en nada,
simplemente percibía que estaba en algún lugar, que no
era posible describir porque ese lugar era nada...
La sensación de que la nada existe continuó aturdiendo
al joven que buscó ayuda con el amigo espírita. Trabaron
los primeros diálogos, después de la expresión un tanto
como desconcertante del joven.
– Ivan, no sé decir lo que sentí. ¡Fue muy extraño!
¡Tuve la impresión de que estaba despierto, mas no había
nada y ni yo existía! ¿Cómo eso es posible?
Ivan, el amigo espírita, se acordó de las reflexiones
desenvueltas por Allan Kardec en el primer capítulo de El
Cielo y el Infierno – o la Justicia Divina según el
Espiritismo, y comenzó a conversar con Dimitri.
– Mi querido Dimitri – se dirigió Ivan al joven, usted
me hizo viajar a las enseñanzas de un maestro francés,
nacido en Lyon, que, como muchos pensadores, pasó
desapercibido del gran público por tratar de asuntos que
eran exclusividad de las religiones, como la continuidad
de la vida. Ese maestro se llama Allan Kardec.
– ¿Mas ese tal Allan Kardec no es el jefe del
Espiritismo? No sé si quiero conversar al respecto de
esas cosas... solo de imaginarlo ya me quedo
estremecido... (Mal sabía Dimitri que los
estremecimientos no eran en función del tema y sí de la
posible presencia de algún amigo espiritual que se
interesaba también por el diálogo trabado entre ellos.
¡Sonrió en su intimidad, Ivan!)
– ¡Dimitri, yo jamás abordaría un tema que hiriese sus
preferencias religiosas o que forzase a usted a un
entendimiento contrario a sus creencias! Usted siempre
confió en mí y en nombre de esa confianza es que hago
esos comentarios. ¡Son apenas reflexiones! ¡No intentaré
convencerlo, mi amigo! Aprendemos, con Kardec, que no se
apresura el río, así como tampoco no se violan
conciencias para hacer valer una verdad o lo que
entendemos ser la verdad, al final, vivimos en el campo
de la relatividad, o sea, todo lo que entendemos de la
verdad o de la libertad y hasta de la continuidad de la
vida es observado a partir de la condición relativa en
que nos encontramos delante del todo.
Dimitri miró un tanto como desconfiado para Ivan, mas se
acordó de que él había buscado a Ivan, no por acaso.
– Está bien, Ivan. Tiene razón. Discúlpeme si fui
preconceptuoso. Pienso que fue un reflejo natural, pues
todas las veces que intenté conversar al respecto de ese
asunto con alguién, las ideas eran siempre
entrecortadas, dogmáticas, cargadas de misticismo y yo
pasé a evitar. ¡Pienso que el espírita no es así!
– ¡Vamos con calma, Dimitri, advirtió sonriendo Ivan!
¿Por qué usted cree que el espírita no sea así? ¡Está
claro que pueden existir espíritas así también! Todo
religioso, en mayor o menor grado, gusta de hablar sobre
aquello que le hace bien y el espírita no es diferente.
Muchos intentan convencer a las personas de la
continuidad de la vida, de los misterios que son
esclarecidos por el Espiritismo y, cuando así obran, lo
hacen por puro impulso como los demás religiosos. Por
eso, toda prudencia es bienvenida cuando el asunto
envuelve la religión. No sé si ustedes, jóvenes, tienen
ese dictado, mas en mi época se decía: “¡despacio con el
palanquín, porque el Santo es de barro!” El espírita no
es mejor que ningún otro religioso. Es, como otros
religiosos, un individuo que posee en sus manos la llave
para ser una persona mejor, mas que, como los demás,
lucha para domar sus malas inclinaciones y por eso tiene
la religión que abraza como la herramienta capaz de
satisfacer sus necesidades y esclarecerlas delante de
los desafíos de la vida.
– ¡Interesante eso, Ivan! ¡¿Si entendí correctamente,
abrazamos las religiones que pueden ayudarnos a ser
seres humanos mejores, no es eso?! Además, tal vez sea
por eso también que muchas personas no son religiosas,
en el sentido vulgar de la palabra, mas sus actitudes
revelan un comportamiento superior, noble y más
armonioso que muchos religiosos... ¡¿no es por ahí?!
– ¡Muy bien, mi joven Dimitri! ¡¡¡Brillante reflexión!!!
¡Si todos entendiésemos así, la vida sería más fraterna
para todos! ¡No habría tanto preconcepto como a la
religión ajena y la religión no alimentaría la división
como ocurre en la actualidad!
Mas volvamos a lo que usted dice en el inicio sobre el
sueño, Dimitri. Pienso que hablar sobre el sueño
propiamente dicho, tal vez no sea tan simple, por eso
voy directo al punto en que usted habla de la “nada”.
Ese pensamiento de la “nada” después de la
desencarnación – eso mismo: la expresión utilizada por
los espíritas para la “muerte” es “desencarnación”, o
sea, lo que murió es el cuerpo físico, el Espíritu
desencarna, deja la carne y vuelve para el mundo
espiritual – es alimentado por la mayoría de las
religiones que se vuelven materialistas, esto es, más
preocupadas con la vida en la Tierra que con la unión o
“religación” del hombre a Dios. Inclusive la idea de
“religación” es un poco démodé, al final, si
somos hijos de Dios, no dejamos de ligarnos a Él jamás.
La idea de “religación” es alimentada por la “caída del
Espíritu”, cuando se cree que el ser humano cayó en
“desgracia” por tantos errores y “pecados” que, para
volver a Dios, para “religarse” a Dios, precisa adoptar
un comportamiento de acuerdo con tal o cual principio
religioso. Son algunas incoherencias del pensamiento
religioso, que llamamos “pensamiento dogmático”, porque
son principios y “verdades” que no se cuestionan, porque
no fueron construidas con base en la razón y sí en las
ideas de cada religión.
Ese “nada”, entonces, acaba siendo más uno de esos
“dogmas” (¡la filosofía también tienen esos “dogmas” y
el “nihilismo” es uno de ellos!), como el dogma de
aguardar el día del “juicio final”, a la derecha del
trono o “ardiendo en el mármol del infierno”.
– ¡¿Hummm... quiere decir entonces que el “juicio final”
no existe, Ivan?!
– Si existe, Dimitri, en la visión espírita, no es
interpretado de esa forma. No voy a hacer como muchos
espíritas, Dimitri, que encuentran respuestas para todo
o que "saben de todo", mas apenas en teoría, ya que, en
la práctica, continuan con sus luchas delante de las
maldades morales. Lo que me acuerdo sobre el “juicio
final”, en realidad, es un entendimiento íntimo, una
especie de “despertar de conciencia”, cuando, al llegar
al mundo espiritual, percibimos lo que vivimos e hicimos
en cuanto encarnados. Ese “juicio final” se expresa para
cada uno de forma diferente y eso quiere decir que tanto
puede ser algo bueno, así como más una oportunidad de
aprendizaje, para comprender mejor lo que precisaríamos
hacer y corregir en cada existencia.
Por eso me acordé de Kardec, Dimitri: la vida no acaba
con la muerte. La muerte es un proceso que pertenece al
ciclo de la vida. Nacemos, nos desenvolvemos, alcanzamos
la madurez y depués entramos en un proceso de
preparación para volver para al mundo espiritual.
Ese proceso de preparación varia de individuo para
individuo. Lo natural, el proceso que debería acontecer
naturalmente con todos, es el agotamiento de las fuerzas
vitales hasta el desenlace. Lo que llamamos de desenlace
es la “disolución” del vínculo del espíritu a la
materia. Ese vínculo es fluidico, energético. ¡Lo que
ocurre en el “sueño” es parecido con el desenlace!
– ¡¿Quiere decir entonces, Ivan, que yo “desenlazo”
(sic) todos los días – se admiró Dimitri?!
– ¡Sí (Ivan rió gustosamente), es eso mismo, mi
amigo!
– ¡Muchacho... en tan poco tiempo, cuantas reflexiones,
Ivan! ¡Ustedes los espíritas son muy inteligentes!
Sonriendo, Ivan advirtió nuevamente:
– ¡Cuidado, amigo Dimitri! “Despacio con el
palanquín...” ¡Nosotros, espíritas, no somos muy
inteligentes! ¡Seremos considerados inteligentes cuando
verdaderamente consiguiéramos poner en práctica las
enseñanzas de la doctrina espírita! Por ahora, la gran
mayoría de nosotros comprendió las enseñanzas. ¡El
desafio ha sido vivir lo que sabemos en teoría!
¿¡Dimitri, ya imaginó, todo lo que aprendemos aquí en la
Tierra, todos los amores, amigos, experiencias,
lecturas, músicas, viajes, todo eso desaparecerá para
siempre?! ¿¡Aquel viaje que usted ansió durante toda la
vida, para la cual juntó dinero, planeó con todo
cuidado, curtió, registró, fotografió, publicó en las
redes sociales, y, de repente, todo eso se pierde, acaba
y nada más tiene sentido?! ¿Sería justo? Que Dios sería
ese que permitiría recorrer tantos años estudiando,
abrazando una profesión, dedicándonos, esforzándonos
para evitar sufrimientos, dominando rabias, tristezas y
melancolias, ¿para qué? ¿Para nada?
Dimitri se quedó pensando con los ojos perdidos en el
horizonte, mientras Ivan continuaba.
– ¿Qué Dios sería ese que crearía una experiencia en la
Tierra, apenas en la Tierra, para en sesenta, setenta u
ochenta años construir lazos, sentir nostalgia de los
seres queridos que partirán y nunca más nos encontramos?
Amigo Dimitri, pensemos juntos: ¿ese Dios, que permite
nazcan niños con deficiencias físicas, algunos en la
opulencia, muchos en la miseria, sufriendo preconceptos,
faltando viveres, salud precaria, para qué? ¿Por el
simple placer de hacer a sus hijos “sufrir”? ¿Por qué
unos sufren más que otros?
Mi querido Dimitri, perdóneme el entusiasmo, mas rechazo
con todas las fuerzas creer que Dios sea injusto. Dios
no es humano. Dios es la causa primera de todas las
cosas. Todo surgió a partir de Él. Nada que Él haya
construido es imperfecto, por eso, por todo lo que vemos
de la creación Divina y por todo lo que sentimos,
incluso sin ver, diría al amigo que no sería creíble,
racionalmente, humanamente creíble, que la vida cesaría
con la muerte. Hay, después de la vida en el mundo
terreno, un universo a explorar, que se desvela con
nuevos colores a cada renacimiento aquí en la Tierra.
Siendo así, mi noble amigo, parafraseando al poeta:
“tengo tanto que hablarle, mas con palabras no sé
decir...”, lo que sé es que el futuro está siendo
construido ahora y la nada... bien... la nada va a
quedar para nuestro próximo diálogo, porque Kardec dice
que la nada no produce cosa alguna... ¿Siendo así, cómo
usted puede pensar que murió, sentir que murió, ir para
la “nada”, siendo que la nada no existe y volver con
impresiones de que “no vio nada”? ¿¡Esa “nada” que usted
“vio” sería alguna cosa, no?!
– ¡Ivan, encontré que usted me ayudaría con respuestas,
mas, al revés de eso, me está llenando de preguntas!
¡Não sé esas respuestas!
– Calma, amigo Dimitri, ¿quien sabe la gente consigue
encontrarlas juntos?