Tema: Adquisición de virtudes
Aprendiendo a volar
Doña Zorzal estaba muy feliz. Había cuidado de sus dos
polluelos con dedicación y ahora ellos estaban grandes,
listos para aprender a volar.
Doña Zorzal les dio las instrucciones necesarias y dijo
que ellos podrían comenzar. Los
polluelos quedaron muy emocionados.
El primer pajarito subió al borde del nido, batió las
alitas con fuerza, comenzó a levantarse en el aire y…
cayó.
Al caer, tropezó sus patitas en el borde del nido y cayó
hacia atrás sentado. Su
hermano se rio de él.
- ¿De qué te estás riendo? – reprendió la mamá. – Así es
como empezamos. Ahora es tu turno, ¡vamos!
El segundo polluelo subió al borde del nido y se
preparó, pero a la hora de intentar volar desistió.
- Puedes ir tú de nuevo, hermano. Quiero ver cómo lo
haces.
A la mamá Zorzal no le gustó la idea. Pero el otro
estaba emocionado para intentar de nuevo y de inmediato
tomó la delantera.
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El segundo intento no fue mucho mejor que el primero. El
pajarito se cayó también,
solo que, esta vez, fuera del nido. Con
gran esfuerzo, logró equilibrarse en la rama.
Demostrando mucho esfuerzo, batió las alitas de nuevo,
pero sin ganar altura, y acabó yéndose hacia el suelo.
Mamá Zorzal voló cerca de él, animándolo y dándole
recomendaciones.
Allá en lo alto, todavía en el nido, el otro hermano
observaba todo. Tenía ganas de volar como su mamá, pero
no estaba ni un poco animado en igualarse a su hermano.
Pensaba que esa situación era ridícula. Sentiría
vergüenza si los otros pajaritos lo vieran sin
equilibrio, cayendo, intentando y fallando varias veces.
Quería esperar un poco más, hasta que sus alas
estuvieran más fuertes.
Cuando su hermano, con mucho esfuerzo, logró volver,
estaba un poco sucio de tierra y muy cansado, pero
estaba feliz.
Al día siguiente, ya pudo salir mucho mejor. Continuó
practicando y esforzándose hasta que en pocos días ya
estaba logrando volar.
El pajarito que se había quedado en el nido, mientras
tanto, no se sentía bien. Se daba cuenta de que el nido
ya era pequeño para él, pero sabía que aprender a volar
no era fácil.
Un día, su mamá decidió conversar con él.
- Hijo, tú estás preocupado con el hecho de tener que
aprender a volar, ¡pero yo no lo estoy! ¿Sabes por qué?
Porque yo sé que eres capaz. ¡Y Dios también sabe que vas
a conseguirlo! Él
nos creó así, con esa capacidad.
- Pero mamá, es difícil volar, tienes que esforzarte
mucho, intentarlo varias veces, fallar muchas veces.
- ¡Sí, lo sé! Sí
es difícil, pero así es como se consigue. Y por eso es
tan genial.
Solo consigue volar quien se esfuerza, quien aprende.
Volar es especial, es una sensación maravillosa, y fue
Dios quien nos preparó para eso. Pero si volamos, es
porque conquistamos esa capacidad. Hay mucho de nosotros
mismos en “poder volar”.
Doña Zorzal continuó:
- Querido, no te fijes tanto en las dificultades. Yo,
tu hermano, Dios y todos los otros pájaros sabemos que
tú estás aprendiendo. Y sabemos también que las caídas
son normales en este proceso. Claro que te vas a
esforzar para no caer. Pero si eso pasa, te levantas,
mira hacia arriba, estira el pecho y las alas y vuelve a
intentarlo. ¡En
una hora vas a lograrlo! ¡Naciste para volar!
El pequeño zorzal escuchó con atención lo que su mamá
decía y se dio cuenta de que ella tenía razón.
Entonces, comenzó a intentarlo. Se cayó algunas veces,
como es natural. Su hermano también quería reírse de él,
pero lo ocultó.
Fue mejorando con cada intento, hasta que al fin lo
consiguió.
El día que logró volar bien por primera vez, su mamá y
su hermano se unieron a él. Los tres volaron juntos y él
se sintió muy satisfecho y feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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