El Espiritismo, en su misión de Consolador, es el amparo
del mundo en este siglo de declives de su Historia; sólo él
puede, en su forma de Cristianismo renacido, salvar las
religiones
“(...) Y salía un río del Edén para regar el jardín, y
de allí se dividía y se volvía en cuatro brazos.” -
Moisés. (Génesis, 2:10.)
El Pentateuco Mosaico contiene más riquezas
e informaciones de lo puede percibir nuestra vana
imaginación. Con los sofisticados “equipamientos” de
prospección ofrecidos por el Espiritismo, después de
separadas las piedras y los desechos constituidos por
las leyendas y utopías engendradas por la humana
ignorancia, podemos hacer - con éxito y gratas sorpresas
-, el descubrimiento de esos inagotables filones
auríferos.
El célebre guía del pueblo hebreo dice muchas cosas que
sólo ahora, del elevado punto de observación de la
perspectiva espiritista podemos identificar y
comprender. Además, Jesús ya había profetizado tal
hecho cuando, es mencionado en el “Consolador” dice
que su notoria característica sería el don de hacernos
recordar Sus enseñanzas y nos enseñaría todas las
cosas necesarias a nuestra definitiva manumisión
espiritual, consecuentemente liberándonos después del
conocimiento de la Verdad, conforme consta en el
registro de Juan, capítulo ocho, versículo treinta y
dos.
Comprendemos, entonces, que Moisés habla del
“protoplasma”, preámbulo de la vida organizada en la
Tierra, mencionado por Emmanuel1 , al decir: “(...) Un
vapor, sin embargo, subía de la tierra, y regaba toda la
faz de la Tierra”. (Génesis, 2:6.). Y más adelante,
cuando afirma2 que un río salía del Éden y se
dividía en cuatro brazos, él estaba refiriéndose a las
cuatro grandes civilizaciones surgidas en los principios
de la Tierra: la civilización Egipcia, la Hindú,
la Indo-Europea y la China.
En los capítulos IV al VIII de su extraordinaria obra “A
Camino de la Luz”, Emmanuel ofrece algunos datos
históricos de esas vertientes primeras que constituyen
en los principios de la mezclada civilización actual.
Estudiemos algunos pequeños recortes de esas
enriquecedoras aulas de Historia General de Emmanuel:
LOS EGIPCIOS
De entre los Espíritus degradados en la Tierra, los que
constituyeron la civilización egipcia fueron los que más
se destacaron en la práctica del Bien y en el culto de
la Verdad. Además, importa considerar que eran ellos
los que menos deudas poseían delante del tribunal de la
Justicia Divina. En razón de sus elevados patrimonios
morales, guardaron en el interior un recuerdo más vivo
de las experiencias de su patria distante. Un único
deseo los animaba: trabajar denodadamente para
regresar, un día, a sus resplandecientes dioses. Una
nostalgia torturante del Cielo fue la base de todas sus
organizaciones religiosas. En ninguna civilización de
la Tierra el culto de la muerte fue tan altamente
desarrollado. En todos los corazones vivía la
ansiedad de volver al Orbe distante, al cual se sentían
presos por los más santos afectos. Fue por ese motivo
que, representando una de las más bellas y adelantadas
civilizaciones de todos los tiempos, las expresiones del
antiguo Egipto desaparecieron para siempre del plano
tangible del planeta. Después de perpetuar en las
Pirámides sus avanzados conocimientos, todos los
Espíritus de aquella región africana regresaron a la
patria sideral.
LOS HINDÚES
De los Espíritus degradados en el ambiente de la Tierra,
los que se agruparon en las márgenes del Ganges fueron
los primeros en formar los principios de una sociedad
organizada, cuyos núcleos representarían el gran
porcentaje de ascendentes de las colectividades del
porvenir. Las organizaciones hindúes son
de origen anterior a la propia civilización egipcia y
antecedieron en mucho los agrupamientos israelitas, de
donde salieron más tarde personalidades notables, como
las de Abraham y Moisés...
Las almas exiliadas en aquella parte del Oriente mucho
habían recibido de la misericordia del Cristo, de cuya
palabra de amor y figura luminosa guardaron los más
conmovedores recuerdos, traducidos en la belleza de los
Vedas y de los Upanishads. Fueron ellos las primeras
voces de la filosofía y de la religión en el mundo
terrestre, como proviniendo de una raza de profetas, de
maestros e iniciados, en cuyas tradiciones iban a beber
la Verdad los hombres y los pueblos del porvenir,
resaltando que también sus escuelas de pensamiento
guardaban los misterios iniciáticos, con las más
sagradas tradiciones de respeto.
LOS INDO-EUROPEOS
Si las civilizaciones hindú y egipcia se definieron en
el mundo en breves siglos, lo mismo no ocurrió con la
civilización aria, que iba a iniciar en Europa sus
movimientos evolutivos. Solamente con el pasar de
muchos siglos se regularizaron sus migraciones
sucesivas, a través de los altiplanos de Persia. De
Irán procedieron casi todas las corrientes de la raza
blanca, que representarían más tarde los troncos
genealógicos de la familia indo-europea. Los arios que
procuraban las nuevas emociones de una tierra
desconocida eran, en su mayoría, los espíritus rebeldes
con las condiciones de su exilio; poco afectos a los
menesteres religiosos que, por la fuerza de las
circunstancias, imponían una disciplina de resignación y
humildad, no cuidaron de la conservación de su
tradicionalismo, en el ansia de conquistar un nuevo
paraíso y serenar, así, sus inquietudes angustiosas.
LOS CHINOS
La China es el árbol más antiguo de las civilizaciones
terrestres. Innegablemente, el más antiguo foco de todos
los surcos evolutivos del globo es la China milenaria,
con su espíritu valeroso y resignado, más sin rumbo
cierto en los caminos de la edificación general.
Cuando se verificó el advenimiento de las almas
proscritas del sistema de Capela, en épocas remotísimas,
ya la existencia china contaba con una organización
regular, ofreciendo los tipos más homogéneos y más
seleccionados del planeta, en base de los remanentes
humanos primitivos. Sus tradiciones ya andaban de
generación en generación, construyendo las obras del
porvenir. De ahí se deduce que, de hecho, la historia
de China remonta a épocas ancestrales, en su pasado
multimilenario, y ese pueblo, que deja ahora entrever
cierto estacionamiento en sus valores evolutivos,
siempre fue igualmente acompañado en su marcha por
aquella misericordia infinita que, del Cielo, envuelve
todos los corazones que laten en la Tierra”.
LA “CIVILIZACIÓN” EN LOS DÍAS ACTUALES 3
“(...) Al lado de los aviones poderosos y de la
radiotelefonía, y últimamente multimedia e Internet que
unen todos los continentes y países de la actualidad,
indicando los imperativos de las leyes de la solidaridad
humana, vemos el concepto de civilización insultado por
todas las doctrinas de aislamiento, mientras los pueblos
se preparan para el exterminio y para la destrucción...
Es aun por eso que, en nombre del Evangelio, se
perpetran todos los absurdos en los países dichos
cristianos.
La realidad que la civilización occidental aun no llegó
a cristianizarse. En Francia la guillotina, de triste
memoria, sesgó millares de vidas. También expresivos y
dramáticos fueron los resultados de la fuerza en
Inglaterra, el hacha en Alemania, la silla eléctrica y
la inyección letal en la propia América de la
fraternidad y de la concordia, (y esto para referirnos
tan solamente a las naciones “super civilizadas” del
planeta). ¿Italia no realizó su agresión a Abisinia, en
nombre de la civilización cristiana de Occidente? ¿No
fue en nombre del Evangelio que los sacerdotes italianos
bendijeron los cañones y las metralletas de la
conquista? (?!) En nombre del Cristo se esparcieron, en
estos veinte siglos, todas las discordias y todas las
amarguras del mundo...
Más es llegado el tiempo de un reajustamiento de todos
los valores humanos. Si las dolorosas expiaciones
colectivas preludian la época de los últimos “ays” del
Apocalipsis, la espiritualidad tiene que penetrar las
realizaciones del hombre físico, conduciéndolas para el
bien de toda la Humanidad.
El Espiritismo, en su misión de Consolador, es el amparo
del mundo en este siglo de declives de su Historia; sólo
él puede, en su forma de Cristianismo renacido, salvar
las religiones que se apagan entre los choques de la
fuerza y de la ambición, del egoísmo y del dominio,
apuntando al hombre sus verdaderos caminos...
En su manantial de esclarecimientos, se podrá beber la
linfa cristalina de las verdades consoladoras del
Cielo, preparándose las almas para la nueva era. Son
llegados los tiempos en que las fuerzas del mal serán
impulsadas a abandonar sus últimas posiciones de dominio
en los ambientes terrestres, y los últimos triunfos son
bien el empeño de una reacción temeraria e infeliz,
apresando la realización de los vaticinios sombríos que
pesan sobre su imperio perecible.
Dictadores, ejércitos, hegemonias económicas, masas
versatiles e inconscientes, guerras sin glorias,
organizaciones seculares, pasarón con el vértigo de una
pesadilla, pues la victoria de la fuerza es una claridad
de fuegos de artificio. Toda la realidad es la del
Espíritu y toda la paz es la del entendimiento del reino
de Dios y de Su justicia. El tercer milenio efectuará la
división de las ovejas del inmenso rebaño. El cayado del
pastor conducirá el sufrimiento en la tarea penosa de la
elección y el dolor se incumbirá del trabajo que los
hombres no aceptaron por amor. Una tempestad de
amarguras barrerá toda la Tierra. Los hijos de Jerusalén
de todos los siglos deben llorar, contemplando esas
lluvias de lágrimas y de sangre que rebentarán de las
nubes pesadas de sus conciencias ennegrecidas.
Condenada por las sentencias irrebocables de sus errores
sociales y políticos, la superioridad europea
desaparecerá para siempre, como el Imperio Romano,
entregando a América el fruto de sua experiencias, con
visitas a la civilización del porvenir...
Se vive ahora, en la Tierra, un crepúsculo, al cual
sucederá profunda noche; y al siglo XXI compete la
misión del desenlace de esos acontecimientos espantosos.
Mientras, los operarios humildes del Cristo oigamos su
voz en el interior de nuestra alma: “¡Bienaventurados
los pobres, porque el reino de Dios les pertenece!
¡Bienaventurados los que tienen hambre de justicia,
porque serán saciados! ¡Bienaventurados los afligidos,
porque llegará el día de la consolación!
¡Bienaventurados los pacíficos, porque irán a Dios!” Sí,
porque después de la tiniebla surgirá una nueva aurora.
Luces consoladoras envolverán todo el orbe regenerado
en el bautismo del sufrimiento. El hombre espiritual
estará unido al hombre físico para su marcha gloriosa en
lo ilimitado, y el Espiritismo habrá retirado de sus
escombros materiales al alma divina de las religiones,
que los hombres pervirtieron, ligándolas en el abrazo
acogedor del Cristianismo restaurado.
Trabajemos por Jesús, aunque nuestro taller esté localizado
en el desierto de las conciencias. Todos somos de los
llamados a la gran labor y nuestro más sublime deber es
responder a los apelos del Escogido. Reviendo los
cuadros de la Historia del mundo, sentimos un frío
cortante en este crepúsculo doloroso de la civilización
occidental. Recordemos la misericordia del Padre y
hagamos nuestras oraciones. La noche no tarda y, en el
interior de sus sombras compactas, no nos olvidemos de
Jesús, cuya misericordia infinita, como siempre, será la
claridad inmortal de la alborada futura, hecha de paz,
de fraternidad y de redención”.
1 -
XAVIER, Francisco Cândido. A Caminho da Luz.
37.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2008, Cap. I “in
fine”.
2 -
Moisés, Génesis, 2:10.
3 -
XAVIER, Francisco Cândido. A Camino de la Luz.
37.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2008, cap. XXV.