Especial

por Rogério Coelho

Los cuatro brazos
del Edén

El Espiritismo, en su misión de Consolador, es el amparo del mundo en este siglo de declives de su Historia; sólo él puede, en su forma de Cristianismo renacido, salvar las religiones  


“(...) Y salía un río del Edén para regar el jardín, y de allí se dividía y se volvía en cuatro brazos.”
 - Moisés. (Génesis, 2:10.)


El Pentateuco Mosaico contiene más riquezas e informaciones de lo puede percibir nuestra vana imaginación.   Con los sofisticados “equipamientos” de prospección ofrecidos por el Espiritismo, después de separadas las piedras y los desechos constituidos por las leyendas y utopías engendradas por la humana ignorancia, podemos hacer - con éxito y gratas sorpresas -, el descubrimiento de esos inagotables filones auríferos.

El célebre guía del pueblo hebreo dice muchas cosas que sólo ahora, del elevado punto de observación de la perspectiva espiritista podemos identificar y comprender.   Además, Jesús ya había profetizado tal hecho cuando, es mencionado en el “Consolador” dice que su notoria característica sería el don de hacernos recordar Sus enseñanzas y nos enseñaría todas las cosas necesarias a nuestra definitiva manumisión espiritual, consecuentemente liberándonos después del conocimiento de la Verdad, conforme consta en el registro de Juan, capítulo ocho, versículo treinta y dos.

Comprendemos, entonces, que Moisés habla del “protoplasma”, preámbulo de la vida organizada en la Tierra, mencionado por Emmanuel1 , al decir: “(...) Un vapor, sin embargo, subía de la tierra, y regaba toda la faz de la Tierra”. (Génesis, 2:6.). Y más adelante, cuando afirma2 que un río salía del Éden y se dividía en cuatro brazos, él estaba refiriéndose a las cuatro grandes civilizaciones surgidas en los principios de la Tierra: la civilización Egipcia, la Hindú, la Indo-Europea y la China.

En los capítulos IV al VIII de su extraordinaria obra “A Camino de la Luz”, Emmanuel ofrece algunos datos históricos de esas vertientes primeras que constituyen en los principios de la mezclada civilización actual.  Estudiemos algunos pequeños recortes de esas enriquecedoras aulas de Historia General de Emmanuel:

LOS EGIPCIOS

De entre los Espíritus degradados en la Tierra, los que constituyeron la civilización egipcia fueron los que más se destacaron en  la práctica del Bien y en el culto de la Verdad.   Además, importa considerar que eran ellos los que menos deudas poseían delante del tribunal de la Justicia Divina.   En razón de sus elevados patrimonios morales, guardaron en el interior un recuerdo más vivo de las experiencias de su patria distante. Un único deseo los animaba: trabajar denodadamente para regresar, un día, a sus resplandecientes dioses.   Una nostalgia torturante del Cielo fue la base de todas sus organizaciones religiosas.  En ninguna civilización de la Tierra el culto de la muerte fue tan altamente desarrollado.  En todos los corazones vivía la ansiedad de volver al Orbe distante, al cual se sentían presos por los más santos afectos. Fue por ese motivo que, representando una de las más bellas y adelantadas civilizaciones de todos los tiempos, las expresiones del antiguo Egipto desaparecieron para siempre del plano tangible del planeta. Después de perpetuar en las Pirámides sus avanzados conocimientos, todos los Espíritus de aquella región africana regresaron a la patria sideral.

LOS HINDÚES

De los Espíritus degradados en el ambiente de la Tierra, los que se agruparon en las márgenes del Ganges fueron los primeros en formar los principios de una sociedad organizada, cuyos núcleos representarían el gran porcentaje de ascendentes de las colectividades del porvenir. Las organizaciones hindúes son de origen anterior a la propia civilización egipcia y antecedieron en mucho los agrupamientos israelitas, de donde salieron más tarde personalidades notables, como las de Abraham y Moisés...

Las almas exiliadas en aquella parte del Oriente mucho habían recibido de la misericordia del Cristo, de cuya palabra de amor y figura luminosa guardaron los más conmovedores recuerdos, traducidos en la belleza de los Vedas y de los Upanishads. Fueron ellos las primeras voces de la filosofía y de la religión en el mundo terrestre, como proviniendo de una raza de profetas, de maestros e iniciados, en cuyas tradiciones iban a beber la Verdad los hombres y los pueblos del porvenir, resaltando que también sus escuelas de pensamiento guardaban los misterios iniciáticos, con las más sagradas tradiciones de respeto.

LOS INDO-EUROPEOS

Si las civilizaciones hindú y egipcia se definieron en el mundo en breves siglos, lo mismo no ocurrió con la civilización aria, que iba a iniciar en Europa sus movimientos evolutivos.  Solamente con el pasar de muchos siglos se regularizaron sus migraciones sucesivas, a través de los altiplanos de Persia.  De Irán procedieron casi todas las corrientes de la raza blanca, que representarían más tarde los troncos genealógicos de la familia indo-europea.  Los arios que procuraban las nuevas emociones de una tierra desconocida eran, en su mayoría, los espíritus rebeldes con las condiciones de su exilio; poco afectos a los menesteres religiosos que, por la fuerza de las circunstancias, imponían una disciplina de resignación y humildad, no cuidaron de la conservación de su tradicionalismo, en el ansia de conquistar un nuevo paraíso y serenar, así, sus inquietudes angustiosas.

LOS CHINOS

La China es el árbol más antiguo de las civilizaciones terrestres. Innegablemente, el más antiguo foco de todos los surcos evolutivos del globo es la China milenaria, con su espíritu valeroso y resignado, más sin rumbo cierto en los caminos de la edificación general.

Cuando se verificó el advenimiento de las almas proscritas del sistema de Capela, en épocas remotísimas, ya la existencia china contaba con una organización regular, ofreciendo los tipos más homogéneos y más seleccionados del planeta, en base de los remanentes humanos primitivos.   Sus tradiciones ya andaban de generación en generación, construyendo las obras del porvenir.   De ahí se deduce que, de hecho, la historia de China remonta a épocas ancestrales, en su pasado multimilenario, y ese pueblo, que deja ahora entrever cierto estacionamiento en sus valores evolutivos, siempre fue igualmente acompañado en su marcha por aquella misericordia infinita que, del Cielo, envuelve todos los corazones que laten en la Tierra”.

LA “CIVILIZACIÓN” EN LOS DÍAS ACTUALES 3

“(...) Al lado de los aviones poderosos y de la radiotelefonía, y últimamente  multimedia e Internet que unen todos los continentes y países de la actualidad, indicando los imperativos de las leyes de la solidaridad humana, vemos el concepto de civilización insultado por todas las doctrinas de aislamiento, mientras los pueblos se preparan para el exterminio y para la destrucción...  Es aun por eso que, en nombre del Evangelio, se perpetran todos los absurdos en los países dichos cristianos.

La realidad que la civilización occidental aun no llegó a cristianizarse.  En Francia la guillotina, de triste memoria, sesgó millares de vidas.  También expresivos y dramáticos fueron los resultados de la fuerza en Inglaterra, el hacha en Alemania, la silla eléctrica y la inyección letal en la propia América de la fraternidad y de la concordia, (y esto para referirnos tan solamente a las naciones “super civilizadas” del planeta). ¿Italia no realizó su agresión a  Abisinia, en nombre de la civilización cristiana de Occidente?  ¿No fue en nombre del Evangelio que los sacerdotes italianos bendijeron los cañones y las metralletas de la conquista? (?!) En nombre del Cristo se esparcieron, en estos veinte siglos, todas las discordias y todas las amarguras del mundo...

Más es llegado el tiempo de un reajustamiento de todos los valores humanos. Si las dolorosas expiaciones colectivas preludian la época de los últimos “ays” del Apocalipsis, la espiritualidad tiene que penetrar las realizaciones del hombre físico, conduciéndolas para el bien de toda la Humanidad.

El Espiritismo, en su misión de Consolador, es el amparo del mundo en este siglo de declives de su Historia; sólo él puede, en su forma de Cristianismo renacido, salvar las religiones que se apagan entre los choques de la fuerza y de la ambición, del egoísmo y del dominio, apuntando al hombre sus verdaderos caminos...

En su manantial de esclarecimientos, se podrá beber la linfa cristalina de las verdades consoladoras del Cielo, preparándose las almas para la nueva era.  Son llegados los tiempos en que las fuerzas del mal serán impulsadas a abandonar sus últimas posiciones de dominio en los ambientes terrestres, y los  últimos triunfos son bien el empeño de una reacción temeraria e infeliz, apresando la realización de los vaticinios sombríos que pesan sobre su imperio perecible.

Dictadores, ejércitos, hegemonias económicas, masas versatiles e inconscientes, guerras sin glorias, organizaciones seculares, pasarón con el vértigo de una pesadilla, pues la victoria de la fuerza es una claridad de fuegos de artificio. Toda la realidad es la del Espíritu y toda la paz es la del entendimiento del reino de Dios y de Su justicia. El tercer milenio efectuará la división de las ovejas del inmenso rebaño. El cayado del pastor conducirá el sufrimiento en la tarea penosa de la elección y el dolor se incumbirá del trabajo que los hombres no aceptaron por amor. Una tempestad de amarguras barrerá toda la Tierra. Los hijos de Jerusalén de todos los siglos deben llorar, contemplando esas lluvias de lágrimas y de sangre que rebentarán de las nubes pesadas de sus conciencias ennegrecidas. 

Condenada por las sentencias irrebocables de sus errores sociales y políticos, la superioridad europea desaparecerá para siempre, como el Imperio Romano, entregando a América el fruto de sua experiencias, con visitas a la civilización del porvenir...

Se vive ahora, en la Tierra, un crepúsculo, al cual sucederá profunda noche; y al siglo XXI compete la misión del desenlace de esos acontecimientos espantosos.  Mientras, los operarios humildes del Cristo oigamos su voz en el interior de nuestra alma: “¡Bienaventurados los pobres, porque el reino de Dios les pertenece! ¡Bienaventurados los que tienen hambre de justicia, porque serán saciados! ¡Bienaventurados los afligidos, porque llegará el día de la consolación!  ¡Bienaventurados los pacíficos, porque irán a Dios!”   Sí, porque después de la tiniebla surgirá una nueva aurora.  Luces consoladoras envolverán todo el orbe regenerado en el bautismo del sufrimiento.  El hombre espiritual estará unido al hombre físico para su marcha gloriosa en lo ilimitado, y el Espiritismo habrá retirado de sus escombros materiales al alma divina de las religiones, que los hombres pervirtieron, ligándolas en el abrazo acogedor del Cristianismo restaurado.

Trabajemos por Jesús, aunque nuestro taller esté localizado en el desierto de las conciencias.   Todos somos de los llamados a la gran labor y nuestro más sublime deber es responder a los apelos del Escogido. Reviendo los cuadros de la Historia del mundo, sentimos un frío cortante en este crepúsculo doloroso de la civilización occidental. Recordemos la misericordia del Padre y hagamos nuestras oraciones. La noche no tarda y, en el interior de sus sombras compactas, no nos olvidemos de Jesús, cuya misericordia infinita, como siempre, será la claridad inmortal de la alborada futura, hecha de paz, de fraternidad y de redención”.

 


1 - XAVIER, Francisco Cândido. A Caminho da Luz. 37.ed.  Rio [de Janeiro]: FEB, 2008, Cap. I “in fine”.

- Moisés, Génesis, 2:10.

- XAVIER, Francisco Cândido. A Camino de la Luz. 37.ed.  Rio [de Janeiro]: FEB, 2008, cap. XXV.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita