Tema: Perdón; amar a los enemigos
Aprendiendo a perdonar
La campana del colegio sonó, anunciando que el recreo
comenzaba.
Mariana cogió su billetera y fue a la cafetería para
comprar su refrigerio. La
fila siempre era grande; por eso se apresuró.
En su turno, pidió lo que quería y pagó. Comprobó el
cambio y lo guardó en su monedero. Era siempre
cuidadosa, pues su mamá le daba el dinero contado para
su refrigerio de toda la semana.
Tan pronto como cerró el monedero, un niño de su clase
la miró y dijo:
- ¿Me prestas dinero para comprar un sánguche? Te pago
mañana. Olvidé mi refrigerio y tengo hambre.
A Mariana no le gustó mucho la idea. Iba a necesitar el
dinero más tarde. Y Elías ni siquiera era su amigo,
solía andar con otras personas.
La niña lo miró por unos segundos, pensando en qué
responder. Finalmente,
dijo:
- ¡Está bien! Pero tienes que devolvérmelo mañana, ¿está
bien?
- ¡Confía en mí! – dijo Elías contento.
Mariana le entregó el dinero y se sintió bien por estar
ayudando a un compañero.
Ella se quedó cerca observando y se sorprendió cuando
Elías solo pidió un chicle y guardó el resto del dinero
en su bolsillo.
- Bueno, si tenía hambre, pienso que más tarde va a
comprar comida – dijo Mariana para sí misma.
Pero Elías no compró nada más. Solo
quería el chicle.
Al día siguiente, a la hora del recreo, Mariana fue a
buscarlo.
- Hola, Elías, ¿cómo estás? ¿Me
puedes pagar el dinero que te presté, tal como
acordamos? Perdón
por cobrarte, pero lo voy a necesitar.
Elías no dijo nada y se alejó. Dejó a Mariana sin
respuesta, hablando sola. La niña quedó desolada. Se dio
cuenta de que Elías no era honesto.
En los días que siguieron, Elías volteaba el rostro
cuando veía a Mariana y ella se sentía muy enojada.
Mariana le contó a su mamá lo que había pasado. La mamá
escuchó todo con calma y dijo:
- Hija, no hiciste nada malo excepto por una cosa. ¿Sabes
qué?
- Lo sé – dijo Mariana, nerviosa – creí que ese chico me
pagaría y me lo agradecería. ¡Pero hizo todo lo
contrario!
- ¡No, no fue eso, querida! Le prestaste dinero a un
compañero que dijo tener hambre. Eso no estuvo mal. Me
alegro de que seas una buena persona, hija.
- Pero ahora me quedé sin dinero – argumentó Mariana,
triste.
- No te preocupes por eso. Dios es justo y conoce todo
lo que pasa. Él va a saber recompensártelo, si tú solo
haces el bien. Y también va a enseñar a Elías sin que
necesites amargar tu corazón. Quien siembra, cosecha. Si
él plantó deshonestidad, tristemente, un día va a
cosechar eso también.
- ¡Eso espero! ¡Ojalá sea engañado, robado, humillado y
le pase todo
lo malo!
- ¡No, hija! ¡No
hables así! ¡Eso es lo único que estás haciendo mal!
Jesús nos enseñó que debemos amar a nuestros enemigos.
- ¡Ah, eso no! – dijo Mariana en un sobresalto. – Que me
perdone Jesús, ¡pero no puedes amar a esa plaga, de
ninguna manera!
- ¡Calma, hija! Amar a los enemigos no es lo mismo que
amar a los amigos. ¿Cómo vas a amar a una persona en
quien no confías? El amor que Jesús nos pide por los
enemigos es no desearles el mal, no contentarse con su
sufrimiento y, al contrario, desearles el bien. ¡Solo
eso!
- ¿Entonces, no necesito que me agrade Elías?
- No... Quiero decir, ¡al menos por ahora! – dijo la
mamá, sonriendo.
- ¿Y ni siquiera prestarle más dinero? – preguntó
Mariana.
- ¡Claro que no, hija mía! No debes desearle el mal ni
vengarte. Pero tampoco necesitas actuar como una tonta
ni dejar que alguien te perjudique.
La mamá conversó mucho con Mariana, explicándole que
quien perdona se libera y
confía en la Justicia Divina. Finalmente, la niña
entendió y dijo:
- ¡Está bien, mamá! Va a ser aún más fácil para mí dejar
atrás esta historia. Realmente no me gusta quedarme
recordando a Elías y ni siquiera me gusta estar
enojada con él. Tengo más que hacer.
- ¡Eso es,
querida!
Las dos se abrazaron y, sin darse cuenta, fueron
abrazadas también por el ángel de la guarda de Mariana.
Él estaba contento, pues ella estaba aprendiendo la
difícil lección de perdonar y amar a los enemigos.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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