Tema: Bondad
Pastel oloroso
Mauro y José eran hermanos, pero muy distintos. Mauro
era alegre y bondadoso; José, sin embargo, vivía siempre
insatisfecho e irritado. Pensaba que no tenía lo
suficiente y por eso no le gustaba compartir nada con
nadie.
En la escuela, durante el recreo, Mauro se sentaba con
otros compañeros y siempre ofrecía su refrigerio. Llamaba a
José, pero este respondía:
- No. No voy. Todos van a querer comer de mi refrigerio
y mamá mandó poco, solo alcanza para mí.
Y así quedaba José, solo, casi escondido, comiendo su
merienda.
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Un día, al llegar a casa, vieron a una niña
sentada en la vereda. Su papá siempre recogía
cartones cerca. Ella
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debía tener la misma edad que ellos. |
Entraron. Mauro pensaba en la niña. Ella estaba afuera
sola, sin nada que hacer,
sin juguetes, sin amigos. ¡Mauro tuvo una idea!
- ¡José! ¿Vamos a hacer un juguete con nuestros palitos
de helado y se las damos a esa niña la próxima vez que
volvamos a encontrarnos?
- ¡Ah, no, Mauro! ¡Los palitos son de nuestra colección!
- Entonces voy a usar los míos – respondió Mauro.
Muy entusiasmado, Mauro hizo una mesa con sillas, para
que la niña jugara a la casita.
Otro día, los dos volvieron de su escuela y se
encontraron nuevamente con la niña. De repente sintieron
un olor delicioso a pastel que venía de su casa y se esparcía
por la calle. José apresuró a su hermano:
- ¡Vamos rápido, Mauro! Mamá hizo ese pastel delicioso.
Mauro, acompañando a su hermano, fue hablando:
-Podemos darle la mesa y las sillas de palitos que le
hice a esa niña. ¡Se va a poner feliz! ¡Mamá! ¡Mamá!
- ¿Qué pasó, hijo mío?
- Hay una niña allá en la calle que está sola y no tiene
nada con qué jugar. ¿Puedo
llevarle un juguete?
- ¡Claro, Mauro! Y tú, José, acompaña a tu hermano y
lleva un pedazo de este pastel que acabo de hacer.
Malhumorado, José obedeció a su mamá, siempre pensando
que el pastel sería poco para ellos, ahora que le darían
un pedazo a esa niña.
Mauro le dio la mesita y las sillas de juguete. Pero
cuando José le entregó a la pequeña el pedazo de pastel,
algo mágico sucedió. Ella abrió su sonrisa y sus ojos se
iluminaron de tal forma que José sintió que su corazón
latía de alegría. La felicidad de ella era su felicidad.
¡Qué bien se sintió! José nunca había sentido esa
emoción tan buena de poder hacer feliz a alguien.
(Texto de la apostilla de Evangelización
Infantojuvenil, Jardín C, de la Editorial Alianza.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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