Si sabemos que es posible el desenvolvimiento del ser a
través del amor, será obligación humana trabajar para
evitar que el dolor tenga que hacer, solo el, ese papel
junto a los hombres en evolución en la Tierra.
Se comprende la preponderancia del dolor como propulsor
del progreso en los primeros estados de desenvolvimiento
del Espíritu, pero despues de eso, en el curso del
tiempo, la fueza del amor precisará prevalecer en ese
proceso.
Lo que la Providencia Divina determina a través de los
mecanismos de sus leyes está fuera del control humano,
es bien verdad. Mas en lo que dependa de la actuación
humana en la construcción del bienestar general, los que
ya comprenden y tienen el sentimiento solidario podrán
hacer su parte en la instalación de los principios de
justicia y humanidad.
El hombre como auxiliar de Dios en la aplicación de la
justicia
Aunque estemos sometidos a la soberana voluntad de Dios,
la autonomía del albedrío humano debe auxiliar a la
Providencia en la aplicación de la justicia en el mundo.
No cabe al hombre cerrar los ojos al dolor ajeno causado
por la maldad e injusticia, alegando simplemente que la
ley divina de la reencarnación está cumpliendo su papel.
Aunque muchos digan no creer en esa ley, acaban siempre
encontrando que el hombre “paga por sus errores del
pasado”, admitiendo así que hay “un pasado”. Incluso eso
siendo verdadero, habrá siempre “errores nuevos”
clamando justicia. Aunque inmutables, las leyes de Dios
en el campo moral no son inflexibles, porque son
generadas bajo el amor, la sabiduría y la misericordia
absolutas. El hombre tiene caprichos, Dios no.
No todo sufrimiento del homem está relacionado a su
pasado. El entendimiento rígido de la ley de causa y
efecto debe ser atenuado por la comprensión de que el
amor como instrumento educativo puede intervenir en los
conflictos y problemas humanos del presente. El hombre
no precisa aprender solo con las experiencias del dolor,
del sufrimiento. Tenemos, por tanto, que auxiliar a Dios
como humildes socios, en el cumplimiento de Sus
designios en relación a nosotros, o sea, en el
perfeccionamiento de las condiciones espirituales
individuales, trabajando por la instalación del amor y
de la fraternidad en la Tierra.
El Espiritismo reproduce la matriz moral de Jesús
El mensaje de Jesús, de carácter universal, fue dirigido
a todos los hombres, independientemente de clases y
cualquier otras condiciones, y no se confinó en pequeñas
comunidades aisladas. El Maestro pautó sus enseñanzas
basada en las deficiencias morales que sabía existían en
los hombres. Cuando priorizó a los pobres y
desheredados, lo hizo pensando en minimizar sus
sufrimientos y enseñar a sus opresores la lección del
amor fraterno. Afirmó ser difícil al rico entrar en el
Cielo, pues el sentimiento de posesión, el deseo de
acúmulo, el patrimonio no siempre lícito son
impedimentos morales, más allá de causar el sufrimiento
de la mayoría privada del acceso a lo necesario. Y
ejemplificó eso no poseyendo nada, nunca, de él.
Allan Kardec afirmó que “a los desheredados, más que a
los felices del mundo, se dirige el Espiritismo” (1). Es
más que evidente su preocupación, tanto como la del
Cristo, con la formación de una nueva mentalidad y de un
nuevo entendimiento de la relación del hombre con los
bienes de la tierra *, relación esta, de donde
surgen todos sus conflictos y de donde resultará
futuramente el equilibrio en las relaciones sociales.
Así, el Espiritismo reproduce la matriz moral del
pensamiento adoptado por Jesús.
Representatividad espírita en el medio social
El Espiritismo se preocupa fundamentalmente con la
renovación del individuo, lo que redundará en la
transformación total del mundo. El individuo está
integrado en un contexto social, viviendo en sociedad.
Más allá de la mudanza individual y de la influencia que
cada uno pueda ejercer sobre el medio, es preciso
considerar la posibilidad de actuación colectiva y
organizada más abarcadora en la busca de soluciones para
los problemas humanos. Por tanto, hombres e
instituciones deben trabajar juntos para mejorar el
mundo, no solo para los que viven hoy, sino también para
los que reencarnarán en el futuro.
La doctrina espírita, detentora de pensamiento humanista
y progresista, debe hablar a todas las clases al punto
de influir sobre ellas, ayudando a disminuir la
prevalencia de unas sobre las otras y la ignorancia
sobre las leyes que rigen la vida en sociedad. Esas
leyes de orden natural priorizan el progreso y la
igualdad de todos los hombres. Es el papel educativo de
la propuesta espírita. Nada que ver con el proselitismo
“religioso”, y sí con la comunicación de ideas nuevas de
que el mundo está precisando para librarse de los
preconceptos, del conservadurismo y de la acomodación.
El pensamiento espírita precisa aumentar su
representatividad en el medio social. Para eso es
necesario que se estimule su movimiento a discutir, bajo
la óptica espírita, las pautas sociales, que nada más
son que los problemas humanos.
El escritor y filósofo espírita argentino, Humberto
Mariotti, recuerda que “El Espiritismo posee una
riquísima teoría sociológica, y llegó el tiempo de su
aplicación a la sociedade humana. Más allá de eso,
ignorar que el Espiritismo tiene un destino social sería
desconocer sus grandes líneas humanistas y la misión que
le cabe en base al dolor humano” (2). Allan Kardec ya
dijo en La Génesis: “El Espiritismo tiene que
desempeñar un gran papel en este movimiento
regenerador”.
El compromiso espírita
Para los espíritas, el combate a las injusticias y los
desordenes sociales tienen un significado mucho más
amplio. Como reencarnacionistas, saben que volverán
aquí, y todo cuanto dejaran de hacer ahora por omisión
aumentará su responsabilidad sobre el sufrimiento
futuro. Y más: la caridad es una norma moral que el
espírita precisa comprender muy bien y ampliamente. El
espírita mínimamente coherente no puede huir al
compromiso de colaborar con ideas y posturas nuevas que
ayuden en la desaparición de hábitos egoístas seculares
que han atrasado el progreso humano.
La evolución mística y pasiva del individuo debe ser
complementada con la acción en el bien común, de modo a
reflexionar en la renovación de los valores sociales que
irán concretando la vida armoniosa y fraterna. Mientras
se reconozca como iguales, la división de los hombres
por clases será sustituída paulatinamente por un regimen
solidario, donde no habrá presiones sociales. El hombre
espiritualizado habrá comprendido que la importancia de
la vida material termina en la tumba, y él mismo se
despojará, en cuanto viva en el cuerpo físico, de los
pesos inútiles que ya no precisa cargar.
Las fuerzas retardarias sistémicas que se empeñan por
mantener un sistema materialista de vida causan mucho
mal a la humanidad, frenando la marcha de su evolución.
“El bien reinará en la Tierra cuando entren los
Espíritos que la vienen a habitar los buenos superarán a
los malos. (...) Pero los malos solo la dejarán cuando
el hombre haya desterrado de aquí el orgullo y el
egoísmo” (3).
De ahí la importancia de las fuerzas espiritualistas
progresistas asuman su protagonismo de forma práctica en
la construcción del mundo de regeneración. Entonces los
sectarios, los fanáticos, los misoneístas se sentirán
dislocados en un ambiente donde la maldad que puedan
planear los manifestará gritando a la reprobación
general.
El agotamiento del individualismo
Las crisis sociales y humanitarias tienen siempre como
causa las acciones del hombre, sus abusos, sus vicios.
El hambre, la miseria, las dolencias no son
determinaciones divinas, son efectos de las acciones y
elecciones humanas.
Hemos vivido hace mucho bajo un modelo que exacerbó
nuestros instintos materialistas y llevó al ápice
nuestros vicios morales. Se hace evidente que precisamos
caminar ahora en otra dirección. La evolución lleva
naturalmente al Espíritu a socializar sus bienes morales
y materiales. Diciendo eso me viene a la memoria la cena
evangélica de Jesús compartiendo el pan. ¿Qué sentido
tuvo aquella actitud del Cristo, moral y materialmente?
El Espiritismo y las doctrinas espiritualistas no
dogmáticas y progresistas deben contribuir para el
esclarecimiento del hombre en cuanto a su condición de
Espíritu inmortal, sujeto a reencarnarse periodicamente
para evolucionar. Por eso se hace necesario repensar,
modificar, perfeccionar las estructuras que rigen
nuestra vida en sociedad, buscando encaminarla a la
vivencia más humana, libre y fraterna, menos egoísta y
predadora. Y eso se conseguirá a través de la difusión y
de la práctica de ideas aireadas, pacíficas y factibles.
Nueva realidad espiritual
Los hombres no podrán desenvolverse moralmente de modo
satisfactorio si continúan viviendo bajo modelos y
patrones antiguos de pensamiento y comportamiento. Las
ideas viejas y retrogradas comienzan a despertar la
indignación de aquellos que ven en el progreso
espiritualizado la única forma de avanzar con seguridad.
Los misoneístas, los reaccionarios con mal humor pierden
fuerza y no tendrán más como mantener sus manos pesadas
sobre los destinos humanos. La reacción de los
óptimistas, que siempre se manifestó aisladamente,
tomará cuenta del mundo. Las luces se encienden, las
ventanas se abren, la claridad ilumina las conciencias y
las instituciones, y volver atrás es imposible. Los
destruidores del futuro perderán. Ellos poco se
entienden entre sí. Los espiritualistas progresistas,
los libertarios no habrán luchado en vano. La libertad,
la igualdad y la fraternidad se preparán para acoger com
los brazos abiertos, finalmente, a los que siempre
soñarán con ellas.
* Bienes
de la tierra,
según el concepto espírita, es todo cuanto proviene de
la naturaleza, tenga o no la interferencia de la acción
humana. Todo lo que la tierra produce, por naturaleza, y
lo que de ella deriva por la acción del hombre. Por
extensión, creo que se pueda incluir también los valores
morales como tal.
Bibliografia:
1. Allan Kardec, La Génesis – los
milagros y las predicciones según el Espiritismo,
“Naturaleza de la revelación espírita, ítem 44, FEAL,
2018.
2. Humberto Mariotti, El
hombre y la sociedad en una nueva civilización, Edicel,
1983.
3. Allan Kardec, O Livro dos
Espíritos, questão 1019, LAKE, 1978.