Tema: Auxilio
Ayuda para Ted
El oso Ted tenía
muchos amigos. Les agradaba a varios animales del
bosque. Pero en los últimos tiempos él estaba diferente,
desanimado y abatido.
Un día, Ted vio una
colmena de abejas en un árbol y tuvo la idea de comer la
miel de las abejas. Sin preocuparse por las
consecuencias, comenzó a agitar el árbol muy fuerte.
Doña Paloma, que estaba
posada en una rama, se asustó y voló.
- Ted, ¿qué estás
haciendo? Por favor, deja de hacer eso, estoy
construyendo un nido en este árbol – dijo la paloma
afligida.
- Tu voluntad no es más
importante que la mía – respondió Ted, sin interrumpir
su intento de derrumbar la colmena.
Doña Paloma se quedó
molesta, pero no podía hacer nada.
Otros animales también le
pidieron a Ted que se detuviera. Las abejas nerviosas
podrían picar a alguien, incluso hasta a alguna cría.
Las hojas y las frutas del árbol ya estaban cayendo.
Harían falta a los animales que se escondían del calor o
que se alimentaban allí. Los monitos y varios pájaros
que dormían en ese árbol tuvieron
miedo de que él lo fuera a derrumbar. También le
pidieron que se detuviera, pero no sirvió de nada.
Fue entonces que un
enorme rugido asustó a todo el mundo, incluso a Ted. Era
el León, el rey de los animales, que había sido llamado
deprisa.
- ¡Deja de hacer eso,
Ted! – dijo él con firmeza – ese árbol es todavía joven,
va a crecer mucho y será importante para muchos
animales. Tú no tienes derecho de perjudicarlos, solo
para tener un poco de miel.
Ted se detuvo y miró
hacia abajo avergonzado. El rey León era conocido por
ser muy sabio y justo y por eso era muy respetado por
los animales.
- Ve a casa, Ted. Después
conversaremos – dijo el león. E dirigiéndose a los demás
completó: ¡Vuelvan a sus rutinas! ¡La
confusión acabó!
Todos obedecieron y la
tranquilidad volvió al ambiente.
Al día siguiente el rey
mandó llamar a la paloma y varios amigos de Ted. El rey
acordó con ellos lo que irían a hacer. En seguida el
león mandó llamar al oso.
Ted se sentía muy
incómodo. Estaba triste y desanimado. Seguramente
recibiría una reprimenda del rey León o incluso un
castigo. Pero, cuando llegó a la reunión, Ted fue
recibido amistosamente por el rey.
El oso se sentó en el
lugar que estaba reservado para él y el rey León
explicó:
- Ted, pedí que vinieras
hasta aquí porque estamos percibiendo que no estás muy
bien. Creemos que podrías estar olvidándote cuánto le
agradas a tus amigos, lo bueno que eres, las cosas
buenas que has hecho, cuánto te preocupas por otros
animales y las cosas que has hecho para ayudarlos.
Ted se quedó sorprendido.
Esperaba que se pelearan con él, pero lo que sucedió fue
lo contrario. Uno por uno, los amigos de Ted le fueron
diciendo lo que les agradaba de él. Hicieron elogios,
sin mentir o exagerar, solo valorando su lado bueno, que
ellos conocían bien, por haber convivido con él por
mucho tiempo.
- ¿Te acuerdas, Ted,
cuando fuiste hasta el río a buscar agua para mí?
¡Estaba enfermo con fiebre y con sed! ¡Tú te preocupaste
por mí, me ayudaste y te lo agradezco! – dijo el
armadillo.
- Eres muy alegre, Ted.
¿Te acuerdas cómo nos divertimos en la fiesta de
confraternización del bosque, el año pasado? ¡Inventaste
el “baile de Ted” y todo el mundo se quedó imitándolo y
bailamos toda la noche! ¡Fue la fiesta más divertida que
hemos tenido! – dijo el capibara.
- Ted, me agradas mucho.
No somos muy cercanos, pero sé que eres muy educado.
Cuando puse mis últimos huevos y nacieron mis polluelos,
tú me felicitaste, nos deseaste salud e hiciste elogios
tan gentiles que sentí mucho cariño por ti. ¡Te deseo lo
mejor, siempre! – dijo doña Paloma, con sinceridad.
Otros animales también
hablaron y Ted se quedó muy conmovido. Las lágrimas
brotaron de sus ojos y comenzó a llorar. Pero no era un
llanto de tristeza. En verdad, él sentía como si la
tristeza estuviera saliendo de él.
Cuando Ted se calmó,
contó que, con el calor y la falta de lluvias de las
últimas semanas, las flores de las macetas de su patio
trasero, que le gustaba tanto, habían muerto. No se
había acordado de regarlas. Eso lo había dejado muy
triste y sintiéndose culpable. Y lo peor: el pensamiento
de que no era bueno se había instalado en su mente.
El rey León y los amigos
conversaron con Ted. Lo ayudaron a percibir que los
errores pasan y que tenemos que aceptar que no somos
perfectos. Pero los errores también nos enseñan y la
próxima vez ya no se va a olvidar de cuidar sus flores.
Ted comprendió sus
sentimientos y se dio cuenta de que necesitaba volver a
usar su mejor lado. Abrazó y agradeció a cada uno de sus
amigos por la ayuda que le dieron.
Y volvió a vivir feliz y
en paz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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