La culpa es la alerta de la conciencia son temas que
merecen profundas reflexiones. Es importante decir que
la “alerta o conflicto de la conciencia” aun no es la
instalación de la culpa, sin embargo es una invitación a
la contricción delante
de los errores. Tal comprensión conciencial es
indispensable para la armonización del desajuste
psicológico, consecuente de la culpa.
La conciencia es lo divino en nuestra realidad
existencial; en ella están escritas las Leyes del
Creador. La culpa resulta de la no auscultación de la
“alerta de la conciencia”, por tanto es patológica y
genera profunda conmoción psicológica autopunitiva.
Detalle: es imposible que noexista la alerta conciencial
en el psiquismo humano. Podemos fingir no oír la “voz de
la conciencia”, y, a pesar de eso, ella siempre nos
alertará, excepto en los casos extremos de
psicopatologías en que el enfermo mental no siente un
mínimo de arrepentimiento o sentimiento de culpa.
La alerta conciencial señaliza las transgresiones al
código moral de ley de la conciencia. A la vista de eso,
tomamos ciencia y nos arrepentimos del error, buscando
repararlo. Por otro lado, la culpa es un proceso
patológico en que quedamos venerando el error bajo el
movimiento psicológico de autojuzgamiento,
autocondenación y autopunición.
Impulso autopunitivo
El comportamiento autopunitivo causa gravísimas
dolencias emocionales, principalmente la depresión.
Actualmente la depresión es un colosal drama humano. “Yo
no merezco ser feliz”, “yo no nací para ser amado”, “a
nadie le gusto” etc. Aquí se manifiesta un
comportamiento autopunitivo de complicado tratamiento
psicológico y espiritual. En este caso la “culpa” está
castigando y aprisionando. El culpable está acomodado en
la queja y en la lamentación (por la “culpa”). Más
maduro psicologicamente podría avanzar por el camino del
autoperdón y capacitaría abrir más el corazón para la
vida.
En las patologías depresivas, muchas veces hay mucho
odio guardado en el corazón. Muchas veces oscilamos
entre actos que generan la artimaña de la “disculpa” y
acciones que determinan la “culpa”. Dependiendo de como
lidiemos con tales desafíos, la “culpa” permanece más
fuerte, produciendo situaciones que obstaculizan el
estado psíquico y emocional, razón por la cual no nos
podemos exigir perfección, no obstante, debemos hacer
esfuerzos continuos de autoperfeccionamiento,
apartándonos de la “disculpa”, que nada más es que una
puerta de escape para la fuga de las propias
obligaciones.
La percepción de la “culpa” ha sido objeto de
investigaciones e influencias en el amplio debate
temático de la Doctrina de los Espíritus y de las
ciencias psíquicas. Se sabe que son interminables y
graves las consecuencias de la conservación de la
“culpa” en nuestra vida, pudiendo alcanzar
indescriptibles destrozos emocionales, psicológicos,
comportamentales y morales.
La famosa “culpa” se consubstancia en una sensación de
angustia adquirida después de una revaluación de un acto
tenido como reprobable por nosotros mismos, o sea,
cuando transgredimos las normas de nuestra conciencia
moral.
Distintivos de la culpa
De las diversas características de la culpa hay aquella
derivada de la voluptuisidad de “placer” cuando alguien
no se divirtió como gustaría (de haberse atrevido en una
“juerga”, por ejemplo). Después de la “juerga” ese
alguien se siente culpable y se cobra por no haber
permanecido más tiempo en la fiesta; por no haber
realizado eso y o aquello etc. Bajo ese estado
psicologicamente perturbador surge la culpa como reflejo
de aquello que no se hizo y deseaba haber hecho,
resultando el movimiento de autopunición.
Bajo el punto de vista religioso, la “culpa” deriva de
la transgresión de algo “prohibido” o de una norma de fe.
La sanción religiosa toca para la reprimenda y
condenaciones punitivas. La siniestra “culpa” religiosa
significa un estado psicológico, existencial y
subjetivo, que indica la búsqueda de expiación de faltas
ante lo “sagrado”, como parte de la propia
autoiluminación como experiencia sectaria.
Frecuentemente la religión trata la “culpa” como un
sentimiento imprescindible a la contricción y a la
mejoría personal del infractor, pues este alcanza el
cambio apenas se reconoce como “pecaminoso” el acto
cometido.
Esa interpretación religiosa no se compatibiliza con las
propuestas espíritas, hasta porque la “culpa” es una de
las percepciones psíquicas que no se debe nutrir, por
ser una especie de malestar estéril, una inútil
insatisfacción íntima. En verdad, cuando nos culpamos
trabamos todo el potencial de manifestarnos con
seguridad delante de la vida.
Todos los recuerdos negativos paralizan el entusiasmo
para las acciones en el bien, únicas portadoras de
esperanza para la liberación de la culpa. Cuando
entramos en el proceso autopunitivo generamos un impulso
de distanciamiento de la realidad de la vida y del
propio vivir. Es un gran desafío transformándonos la
experiencia desafiadora (dolor/“sufrimiento”) en
experiencia de aprendizaje. Para eso, importa hacer el
BIEN (con mayúsculas) en el límite de nuestras fuerzas,
comenzando en nosotros mismos, permitiéndonos
experimentar ese BIEN en el corazón y al mismo tiempo
realizamos el BIEN al prójimo, y así nos liberaremos
totalmente del nódulo culpable.
El disculpismo ante la alerta consciencial
La Ley de Causa y Efecto es uno de los principios
fundamentales preconizados por la Doctrina Espírita para
explicar las vicisitudes ligadas a la vida humana. Ante
la Ley de causalidad la cosecha deriva de la siembra,
sin cualquier expresión castradora o fatalista para la
reparación. La “alerta de conciencia”, por ejemplo, bien
absorvida, se transforma en componente responsable. Pero
si lo ignoramos caemos en el disculpismo y rechazamos la
responsabilización del error. En base de eso, el
disculpismo es una postura profundamente irresponsable
delante de nosotros mismos.
El negligente (disculpista) pronuncia que “errar es
humano”, sin embargo es contraproducente razonar así. Es
un proceso equivocado que ultraja la Ley de Dios. En
verdad, no precisamos culparnos (exigencia) cuando
erramos, y mucho menos disculparnos (negligencia), sin
embargo, importa oígamos la voz de la conciencia y
aprender con los errores a fin de repararlos.
Asistencialismo como cataplasma de la culpa
Sobre las diferentes peculiaridades de la culpa aun hay
aquella sucedida en aquellos trabajadores que ávidamente
se sumergen en los asistencialismos. Son compañeros de
conciencia “pesada” que ambicionan consolidar la
beneficencia, buscando, antes, anestesiar la propia
culpa. En realidad, están intentando negociar con Dios,
a fin de librarse de la ansiedad mental. De cierto eso
es una práctica espontánea no obstante
contraproducente.
No obstante, en el M.E.B. - Movimento Espírita Brasileño
haya bastante frente de servicios asistenciales. El
psiquiatra Alírio Cerqueira, coordinador del Proyeto
Espiritizar de la Federación Espírita de Mato Grosso,
discute que muchos hacen asistencialismos sin real
conciencia de la necesidad social de los desprovenidos.
En verdad, trabajan “caritativamente” bajo las esposas
de la conciencia culpable y arriesgan disfrazar para sí
mismos el automático exercicio de “altruismo”. Obran
subconscientemente como portadores de una herida muy
dolorosa, y en vez de tratarla para cicatrizar, quedan
pasando pomada anestésica en la herida (culpa) para
ablandar el dolor.
Obrando así (en el asistencialismo) la culpa normalmente
es “escondida”, pero no desaparece, pues, pasando el
efecto del anestésico la culpa vuelve y la persona
mantiene el conflicto de conciencia . De ese modo, va
ampliando cada vez más los compromisos “filantrópicos”;
se va sobrecargando en los pactos “caritativos”; sin
embargo, la culpa es conservada. Muchos pasan la vida
entera en esa actitud de “HACEDOR DE COSAS” sin
cualquier objetivo consciencial. Tales “caritativos” con
certeza socorren TEMPORALMENTE a los necesitados,
todavía, provocan para sí mismos , en alto grado, el
cansancio mental, el estrés y la saturación psicológica
y no consiguen ARMONIZARSE CONSIGO MISMOS.
Ante la culpa, no son los sanos que necesitan de médicos
En verdad, el objetivo de las leyes divinas
(establecidas en la conciencia) es proporcionarnos la
pura y eterna felicidad. En base a eso, cuando las
transgredimos quedamos ansiosos, porque nos apartamos de
la felicidad, luego, sentimos extrema ansiedad. En base
a eso, es importante el ejercicio del auto perdón que
obviamente no extinguirá la responsabilidad de los
errores practicados, hasta porque el auto perdonarse no
es simplemente pasar una goma de borrar encima del
error, sino hacer una evaluación equilibrada del
desacierto para repararlo.
En el extremo, hay personas que alimentan tanta culpa,
que se sienten indignas de hacer una oración y o de
hacer el bien. Sin embargo, juzguemos lo siguiente: la
oración no es para espíritos puros. Jesús orientó que no
son los sanos que necesitan de médicos, sino los
enfermos. Ahora, esperar nuestra purificación para orar
y hacer el bien no tiene ningun sentido, hasta porque
nos perfeccionamos gradualmente, orando inicialmente y
de manera especial haciendo bien en el límite de
nuestras fuerzas.