¿Y qué es la armonía? Varios diccionarios van a
conceptuarla. Varios filósofos van a divagar sobre ella
y muchos no entenderán su real presencia entre todos.
Por la armonía la inteligencia se consolida cuando
alguien pretende realizar algo. El ejemplo del cosmos es
decisivo. Todo allí es armonía y en el los astros giran
y cumplen sus papeles, desde los más rocosos hasta los
más gaseosos, en una belleza que produce el bien. Al
saber que la armonía de fuera es apenas una armonía de
dentro, el investigador precisa hacer una introspección
mayor y mejor para ver dónde se situa en todos estos
fundamentos.
En estos tiempos todo precisa ser analizado con
la máxima precisión. Tal vez, por no obrar así, muchos
se pierdem en enmarañados que perturban, que destronan
el ser en su camino evolutivo. Hermes Trismegisto ya
decía que lo que está dentro está fuera y lo que está
fuera está dentro. De esa forma, si fluctuamos
concienzudamente en este plano de armonía que es el
Universo, hay que entenderse que todo él está dentro de
cada uno de nosotros. Eso es verdad, eso es el conducto
seguro que nos llevará a la espiritualidad superior.
En un pasado, tal vez no tan distante, aquellos
filósofos caminaban solitarios por entre los arbolados
en la tentativa de encontrar respuestas. La Filosofía es
así, una eterna búsqueda de respuestas. Y ellos la
deseaban. Cogían una hoja, una rama, abrazaban un árbol,
se echaban sobre el césped y tomaban una flor. Y decían:
- Aquí está el misterio de la vida. ¿Cómo entenderlo?
¡Sí, son notables todos aquellos que buscan salir del
común diario en el afán de entender lo que está allá,
más allá! Hay el hombre común que lamenta constantemente
por tener que cuidar de su sobrevivencia. Hay el mediano
que intercala aquel común con algo diferente y hay el
hombre que se tira por los callejones que encuentra,
sabiendo que en sus sedimentos la historia está grabada
en sonidos y tonos. René Descartes, filósofo del siglo
XVII, gritó: “Daría todo lo que sé por la mitad de lo
que ignoro” No podemos dejar también de citar a
Sócrates: “Sólo sé que nada sé”. Y a Epicuro, filósofo
de Samos, dice en el siglo IV a.C.: “Nada es suficiente
para quien considera poco lo suficiente”.
Intentemos observar este hombre que se tira por las
sendas de lo desconocido allá en lo alto de una montaña
y observa las aves y los mamiferos, principalmente el
lince, que obtuvo este nombre por la luminiscencia de
sus ojos. Los ojos reflejan el interior y el principio
espiritual que allí habita, ciertamente el lince sondea
el mundo con mucha más propiedad que aquel hombre común
del cual ya hablamos. Su próximo estado puede ser el
gato, que, junto al hombre, aprenderá el arte de
domesticar sus instintos. Y por hablar de instinto...
Sí, es hora de hacer valer en nosotros las propuestas
del córtex pre-frontal, que nos capacita a mirar más
distante en el objetivo de decodificar la armonía. Es
sabido por todos que somos seres perfectibles, Jesús nos
dice para ser perfectos como lo es Dios, nuestro Padre.
Entonces el tránsito por la vida debe ser el de valernos
de esa información del Maestro y adaptarnos a ella, en
la voluntad sincera de crecer en armonía. Con todo, y, a
pesar de todo, las conciencias humanas aun yacen en las
profundidades del inicio.
Jung y también Joanna de Ângelis, más allá de Stanislav
Grof, nos alertan al informarnos sobre los cinco níveles
de conciencia. Los científicos que estudian la Física
Quántica nos dicen que todo es conciencia, como afirma
Amit Goswami. Dentro de la propuesta junguiana del “Sí
Mismo”, podemos entender las afirmativas de los físicos
cuánticos y su mecánica cuántica. Sí, somos un
portentoso conjunto de valores inexplorados y, por eso,
somos muchas veces infelices. El hombre se hizo hombre a
través de sus múltiples vivencias y elecciones y que
fueron únicas y esenciales en sus trámites por los
caminos que ya recorrió. Así, cada uno posee un complejo
conjunto de informaciones y fuerzas que pueden
dinamizarlo para conquistas con las cuales aun ni sueña.
¡Qué pena que no poseen los ojos de lince!
“Ser hombre es estar a camino de los santos.” Diría el
viejo filósofo, cansado de tantas caminatas y busquedas
por su ser existencial. Ser hombre, diría el científico:
“Es multiplicarse en trillones de células de las cuales
es su señor y esclavo”. Ser hombre, diría el teólogo:
“Es ser el religioso apartado de su esencia”. Y así cada
cual, cada segmento, cada estructura de pesquisa define
el ser como lo ve. Pero, dicen los científicos modernos
que “El hombre es pura consciencia”. Ser consciente es
estar consciente de lo que ocurre, apropiándose de las
verdades que consigue ver. Hegel dice que “El eje de la
conciencia es la búsqueda de la verdad”. Jesús afirmó
que “Conoceréis la verdad y ella os liberará”.
En este conjunto de
informaciones el hombre de las calles precisa
reflexionar, principalmente para salir de las propias
calles en busca de aquel ser que observa de lo alto de
la montaña. Se cuenta que Léon Denis, en sus viajes como
representante comercial, alguna vez que otra, en cuanto
aguardaba el silencio de las estrellas, subía la montaña
para ver el mundo allá arriba, como hizo el profesor John
Keating con sus alumnos, incentivándolos a subir en sus
carteras para ampliar la visión del conocer, tan bien
retratado en la película “Sociedad de los Poetas
Muertos”. Entonces aquel hombre simple, de la eterna
búsqueda por la sobrevivencia y guarda de su territorio,
dificilmente podrá dialogar con la propuesta de la
armonía. He el drama humano en un contínuo que ya
debería haber sido vivido y vencido.
Un nuevo pensamiento se vuelve necesario: Yo no soy un
amontonado de células que mueren para que otras nazcan.
Soy conciencia, soy propuesta de un Creador. Cuando
Pheidíppides, el corredor griego, recorrió los cuarenta
kilómetros entre las ciudades griegas de Maratona y
Atenas para llevar la noticia de la victoria de los
griegos sobre los persas, ni de lejos imaginaba que
estaba plasmando en el mundo la propuesta de la fuerza y
perseverancia para alcanzar un objetivo. Es preciso
salir de la pequeña ciudad de Maratona, casi olvidada en
la historia, para la gigante Atenas, proclamada y
estimada en todo el mundo. Es preciso salir de lo
pequeño y desconocido para lo grande y repleto de ideas
que renuevan siempre.
¿Y, por que este mismo hombre, “Héroe de la
Inteligencia” como nos dice Emmanuel, queda parado y
plegado en un fiordo escandinavo, observando las barcas
chocarse contra las rocas duras, y no hace el ejercicio
de navegar por el océano intentando encontrar un puerto
seguro, diferente de los peligros de los fiordos? Un
puerto seguro es el de la llegada y el de la partida.
Esta es la propuesta de la evolución: llegar y salir,
concluir y recomenzar, como Joseph Campbell, con
maestría, nos dice en su libro La Jornada del Héroe.
¿Y quién es este héroe, sino cada uno de nosotros? No
pensemos en una vida repleta de invalidades en playas de
los sueños, echados en barcos que se balancea
perezosamente sobre pequeñas olas que no llevan a nadie
a lugar alguno. Ellas representan la pereza o la
rebeldía del existir. Pensemos, sí, en un transatlántico
que nos haga cruzar los continentes visibles e
invisibles, la materia y antimateria, la materia oscura
y la energía oscura, y aun así habremos descubierto un
solo Universo de entre millares posibles de otros
Universos.
¿Y dónde quedarán nuestras buscadas herramientas por la
sobrevivencia y apropriación de territorios de este
mundo, delante de la armonía que se desdobla más allá,
captada por la consciencia que vive, ve y aprende la
realidad de las cosas, la verdad más allá, existente
después de nuestras pocas visiones que hace el lince
reír de nosotros? ¡Cómo es bueno saber que somos
infinitos! Que, más allá de las propuestas iniciales de
la racionalidad, caminaremos siempre en busca de nuevas
montañas y planicies, aires y cielos. El cielo que se ve
de la Tierra no es el mismo que se ve de un planeta de
Sirio y así, en una sucesión increible y armoniosa que
nuestros sentidos pequeños no consiguen vislumbrar. Para
tanto, es preciso crecer. Se dice que el hombre precisa
ser grande, sí, grande en conquistas espirituales.
“No espere a una crisis para descubrir lo que es
importante en su vida”, dice Platón en sus reflexiones
en cuanto enseñaba a sus discípulos en la Academia. Los
dramas nada más son que creaciones humanas para
fortalecer al mismo hombre. Las almas frágiles caen
delante del drama. Las almas fuertes vencen los dramas y
se sueltan hecho aves sonoras en cielos diferentes que
surgen después de los dramas diluídos. Platón,
sabiamente, nos indica que es necesario descubrir lo que
realmente nos es importante y lo importante debe ser el
moverse del hombre simple para el hombre espiritual, o
sea, que busca el cielo de Sirio o tal vez Antares o...
Allan Kardec fue el verdadero hombre de bien que ofreció
a la humanidad algo de nuevo y consistente. Su obra
siempre será ampliada por los nuevos descubrimientos y
avances humanos, con todo jamás será refutada porque se
basa en las Leyes Divinas, inmutables como Su Creador.
Este es el camino para un nuevo pensamiento y actitudes.
Un pensamiento necesario donde cada cual, a su vez y
directriz, deberá encontrar la certeza de ir en busca de
lo justo. Al hombre de ahora cabe entender así. Los
planos físicos y espirituales, que siempre actuarán
juntos, se volverán ahora conocidos por aquellos que
desearan saber sus fundamentos e interacciones. Negar
alguna cosa solo es valido si la negación estuviera
pautada en todas las propuestas de análisis posibles,
caso contrario, negar es no buscar la verdad que puede
estar en su puerta.
Evitemos vivir lo que Friedrich Nietzsche dice: “Es
preciso tener el caos dentro de sí para generar una
estrella danzante”. Hagamos esta estrella aparecer sin
la necesidad del caos que es desorden, mientras que la
propuesta de nuestro Padre es el de la armonía. Cierto
que el hombre precisa vivir experiencias, pero que no
cumplamos el rito de Adán y Eva y partamos para el
conocimiento del Paraíso en el Jardín del Éden sin los
peligros avanzados peremptórios de la serpiente. Se hace,
por tanto, necesaria una toma de conciencia de nosotros
mismos para saber donde estamos presentemente y lo que
queremos en este presente. Las luces de un nuevo tiempo
ya comienzan a ser encendidas y ellas vienen del núcleo
de la galaxia, en el increible proceso de la precisión
de los equinocios. ¿Cómo quedará delante este nuevo
tiempo? Parado, miedoso, ansioso, depresivo o fuerte que
ni el vaquero abanderado que no teme el sol o la luna y
lo protege para caminar y plantar y colher.
Nos valemos de las palabras de Jesús cuando Él nos dice:
“Se cumplió el tiempo. El Reino de Dios está próximo.
Arrepetíos, pues” (Mc 1:15). Aprovechádose de esas
afirmaciones el hombre de este presente puede caminar
con la certeza de que el Evangelio precisa ser cumplido
por él, pues que el Evangelio es el Código de Luz
Universal y no una religión establecida dentro de las
paredes de un templo de cualquier denominación. Este es
el hecho primordial. En la pregunta 909 de El Libro
de los Espíritus:
P: ¿Podría siempre el hombre, por sus esfuerzos, vencer
sus malas inclinaciones?
R: “Sí, y, frecuentemente, haciendo esfuerzos muy
insignificantes. Lo que le falta es la voluntad. ¡Ah! ¡cuán
pocos de entre vosotros hacen esfuerzos!”
Está todo escrito, definido y propuesto. Compete al
hombre pensar con más cariño y perspicacia y obrar con
inteligencia, pues, cuando así procede, enseguida viene
la armonía, la perfección, lo bello y lo bueno, y,
finalmente el tan soñado amor.