Tema: Felicidad
El mono Simón y la felicidad
Érase una vez un monito llamado Simón, que vivía en una
casa de madera, construida en la copa de un gran árbol.
Un día, escuchó a alguien hablar sobre la felicidad.
Decía que la felicidad era un sentimiento maravilloso,
pero que era muy muy difícil de encontrar.
Simón, que era curioso, decidió que también quería
encontrar y sentir esa tal felicidad. Así, lleno de
disposición, decidió salir en su búsqueda.
Aunque se demorara,
valdría la pena encontrarla.
Una bella mañana, el monito colocó unas frutas en un
saco, cerró su casa y salió por el mundo para encontrar
la felicidad.
Pasó por un lago y vio a una pata, con seis patitos.
Ellos nadaban detrás de ella, daban pequeñas
zambullidas, se refrescaban… Simón se acercó y preguntó
a la pata.
- ¿Tú encontraste la felicidad?
- ¡Sin duda! – respondió ella – enseñar a mis patitos a
nadar y verlos crecer es una gran felicidad para mí.
Simón se quedó viendo a esa familia por unos minutos
más, pero se dio cuenta de
que la felicidad de la pata y los patitos no sería para
él. Entonces continuó caminando.
En un claro, el monito se detuvo para descansar un poco.
Se echó en el pasto y en el cielo vio a una bandada de
golondrinas volando velozmente. Hacían acrobacias,
volaban hacia arriba, después más abajo… Parecían
animadas y felices.
Cuando se posaron para descansar en un árbol, Simón
subió por las ramas y les preguntó:
- Golondrinas, ¿ustedes encuentran la felicidad cuando
vuelan en bandada, así como las vi haciendo hasta hace
poco?
- ¡Sí! ¡Mucha felicidad! – respondieron ellas – ¡volar
en bandada es la cosa más maravillosa del mundo!
Pronto levantaron vuelo nuevamente y volvieron a
comenzar con la diversión. El monito se quedó admirando
por algún tiempo más a las pequeñas aves, pero después
se fue, acordándose de que la felicidad que las
golondrinas experimentaban no era la misma que él podría
encontrar.
Simón caminó durante todo el día.
Prestando atención a las situaciones, percibió que
muchos animales eran felices, pero cada uno a su manera.
El caimán estaba muy satisfecho echado al sol.
La paloma estaba realizada, empollando sus huevos, en el
nido que ella misma había construido.
Las abejas eran felices viviendo en la colmena y
haciendo miel.
El armadillo prefería vivir solo en su guarida.
Al final del día Simón estaba cansado de tanto caminar.
También tenía hambre. Decidió volver a casa.
Cuando llegó, abrió la puerta, vio sus cosas, comió sus
frutas favoritas, se echó en su cama confortable y
pensó.
“Voy a llamar a mis amigos mañana para que vengan aquí a
casa.”
Simón sintió una sensación deliciosa y fue entonces que
se dio cuenta de que él también era feliz. Lo que él
había estado buscando el día entero estaba muy cerca de
él, en su forma de vivir, con las condiciones que Dios
había planeado para él.
Al día siguiente Simón despertó, abrió la ventana, vio
las hojas bonitas del árbol, estiró el brazo, comió unas
frutitas maduras, dijo buenos días, muy alto, para que
escucharan todos los pajaritos y los demás animalitos
que eran sus vecinos.
El monito antes no lo sabía. Pero ahora él ya tenía
conciencia de que él también era muy feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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