Especial

por Anselmo Ferreira Vasconcelos

Observaciones sobre el cultivo de la mentira y su impacto espiritual

El Espíritu André Luiz observó en la obra Ideal Espírita, psicografia de Francisco Cândido Xavier y Waldo Vieira, que, esencialmente, poco cambio hay en el mundo contemporáneo en comparación con los tiempos de Jesús. Una señal evidente de esa percepción es el hecho de que el hábito de mentir permanece profundamente enraizado en el alma humana, y grave señal de su imperfección. Si miramos más detenidamente verificaremos que mentir se volvió en los tiempos actuales, una actividad profesional de mucha gente que a ella recurre, además, para diseminar las llamadas fake news (noticias o declaraciones sin base o apoyo en los hechos). Yendo un poco más lejos, también constataremos que, en época de elecciones, los candidatos a cargos públicos se valen de ese expediente a la exhaustación al prometer aquello que nunca ira a cumplir o para criticar/manchar a sus oponentes.

Siendo así, la mentira sistemática continua imperando en el rol de los fallos morales de los seres humanos, que, normalmente, hacen poco o nada para de ellas liberarse. En razón de ese comportamiento reprobable se tiene, por tanto, la generación de considerable confusión y dudas en la mente de las personas menos prevenidas y, dependiendo de la situación, el caos. De hecho, vimos eso de forma muy clara en el periodo más intenso de la pandemia, especialmente con relación a lo que podíamos o no tomar.

Más allá de eso, un respetable periodista recientemente consideró, con mucho acierto, que vivimos la “era de la mentira”. Para él, tal vez nunca se haya mentido tanto en la historia humana. Él aun llega a meditar, con cierto sarcasmo, que delante de la realidad presente en ese particular: “la Edad Media fue un momento de luz”. Lo más increible es que hay un exceso de acontecimientos y eventos recientes que comprueban esa asersión. No es sin razón, por señal, que el Espíritu André Luiz afirmó, conforme consta en el libro Diccionario del Alma (psicografia de Francisco Cândido Xavier), que “La mentira improvisa rayos oscuros”.

La vemos, a propósito, siendo malignamente empleada en momentos importantes de la trayetoria humana en este orbe. El movimiento cristiano, cumple recordar, fue blanco de intensas mentiras y falsedades que culminaron con la muerte de millares de sus seguidores. Vale tambiém recordar, en ese sentido, la propaganda nazista que defendia la supremacia de la raza aria – predicación sin cualquier amparo en la razón y que culminó con la humillante derrota de Alemania en la 2ª Gran Guerra Mundial. El mismo recurso abominable fue utilizado por los alemanes para justificar el holocausto de los judíos. Siguiendo esa línea de pensamiento, toda la retórica del discurso comunista de igualdad, justicia social y equidad siempre escondió monstruosidades practicadas por los países que practican tal regimen.

En efecto, la aniquilación de la oposición – real o ficticia – promovida por el dictador ruso Joseph Stalin (1878-1953) para manterse en el poder costó la vida de millones de personas (aunque no haya consenso entre los historiadores, se estima que puede haber llegado a 9 millones, siendo 6 millones deliberadas). Siguiendo patron similar, el líder chino Mao Tsé-Tung (1893-1976) con su revolución cultural – esencialmente un programa de adoctrinación contaminada de mentiras – produjo la muerte entre 50 a 80 millones de personas.

Aun bajo ese ángulo de apreciación, no se puede afirmar que el sistema capitalista, en el cual predominantemente se vive bajo en Occidente, sea una panacea. Por el contrario. Se ve hoy, como nunca antes, la pobreza y la miseria estampada en todos los lugares. O sea, se identifica con claridad una miríada de efectos colaterales perversos asociados a un sistema que, paradojamente, siempre predicó libertad y prosperidad para los ciudadanos. Cabe resaltar que el Covid-19 sólo hizo recrudecer los desajustes de ese sistema, aumentado el foso entre ricos y pobres, conforme demuestran vehementemente las estadísticas sociales.

En resumen, se puede afirmar que en el plano macro continuamos siendo bombardeados por mentiras sistemáticas que anuncian falsamente una vida mejor sin cualquier base concreta. Las personas ganan cada vez menos en términos relativos y la riqueza real es canalizada para las manos de pocos. Por esas razones, continuamos aguardando la implantación de un sistema económico mundial estribado en un nuevo orden social, que efectivamente entreve a los seres humanos como fin, no objetos-medio de explotación. O sea, un sistema calcado en auténtico respeto, solidariedad, compasión y empatía, y que trate a los individuos como verdaderos hermanos.

Delante de tal escenario, permanece inabalable la recomendación del Mesías para que amemos al prójimo como a nosotros mismos – pilar de cualquier civilización que verdaderamente acepte a Dios y sus sabias leyes. La miseria moral en que nos sumergimos presentemente indica ser este tal vez el principal desafío humano a ser superado. Tal proposición, reconozco la posibilidad, puede sonar romántico para los egoístas e indiferentes que sólo buscan lo mejor para sí mismos. Sea como fuera, en cuanto esa transformación en el orbe no se concrete, continuaremos asistiendo a la vergonzosa e infame retórica – en la cual intentan vendernos de que vivimos en un paraíso...

Por otro lado, la mentira, como arriba abordé, prevalece arraigada en la psique humana esplayándose, astuta y venenosa, en las estructuras de las instituciones, en los valores venerados por los individuos y en las acciones aplicadas. Tal descalabro aun ocurre básicamente debido a nuestro atraso espiritual, que alcanza, además, níveles alarmantes. De ese modo, las ideas y argumentos ahora invocados están profundamente contaminados por el vírus de la mentira de sus idealizadores. Además, es preciso resaltar que la mentira tiene muchas facetas y aspectos. Por consiguiente, no es incomún, por ejemplo, a personas atribuirse a sí mismas predicados y virtudes que están muy lejos de poseer. En cuanto eso, otros a ella apelan para huir de las responsabilidades de sus infelices actos practicados, y no es raro arrastando a inocentes en sus tramas perversas. Sea cual fuera el aspecto de la mentira, jamás olvidemos que el Padre celestial a todo observa, y de su justicia perfecta nadie escapa.

Los mayorales de la espiritualidad producirán graves ponderaciones sobre el asunto. El Espíritu Emmanuel observa, por ejemplo, en la pregunta nº 192 del libro El Consolador (psicografia de Francisco Cândido Xavier), que:

“La mentira es la acción capciosa que busca el provecho inmediato de sí mismo, en detrimento de los intereses ajenos en su manera legítima y sagrada; y esa actitud mental de la criatura es de las que más humillan la personalidad humana, retardando, por todos los modos, la evolución divina del Espíritu.”

A su vez, el Espíritu Joanna de Ângelis destaca, en la obra Luz de la Esperanza, psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, que:

La mentira resulta de la inmadurez moral del hombre y se desenvuelve con los residuos de las pasiones inferiores.

Los miasma pernicioso, contaminan a las criaturas invigilantes, a veces logrando afligir temperamentos más reservados, conforme los términos en que va elaborada y las circunstancias en que se presenta.

Se vuelve una nube que, momentáneamente, empaña los contornos del paisaje, facultando que se manifiesten males sin cuenta.

Hermana de la calumnia, se hace el primer paso para la degradación del comportamiento humano (énfasis mío).”

La venerada entidad espiritual añade que el recurso de la mentira es más perjudicial aun al autor del acto infeliz que a su víctima. Al final de cuentas, más día menos día el protagonista del acto ignominioso llega al punto de tener  su visión desarticulada de los acontecimientos y de las cosas y, así, se acaba  enredando en las telas enfermizas de su macabra creación. O sea, el mentiroso acaba cayendo en contradicciones y deslices que vuelven su visión y explicación de los hechos sin valor. Más allá de eso, Joanna de Ângelis alude al hecho de que “Acostumbrándose a una observación negativa o exagerada, el mentiroso avanza en el rumbo de la alienación, pues que siempre se le imponen nuevas gimnasias mentales, a fin de cubrir los deslices anteriores que se permitió”.

Según la benefactora, “Es la memoria el órgano que primero denuncia”. Avanzado en su esclarecimiento, ella observa que, al principio, la mentira engendrada tiende a ser oída. Es posible también que el protagonista – y así enseña la vida – disfrute de credibilidad. Pero los hechos, en el momento oportuno, vienen a tono y su delito es identificado. En otras ocasiones, pondera la mentora, surgen circunstancias o eventos imprevistos que tratan de clarear de manera indiscutible la cuestión. En esos casos, el mentiroso es expuesto naturalmente – como si la acción divina dirigiese el esclarecimiento.   

Infelizmente, muchas personas fracasan clamorosamente en su intento (inútil) de esconder sus actos enfermizos contra otros. La rueda de la vida puede hasta demorar para desenmascararlos, pero la verdad los alcanza pronto o tarde. Además, Jesús fue extremamente preciso al recomendarnos el cultivo de la verdad. De ese modo, poseer tal virtud es imprescindible a las almas que desean ascender en la escala espiritual. Más aun, decir la verdad en cualquier circunstancia debe ser un compromiso del individuo de bien. Es mejor ser momentáneamente alcanzado por las mallas de la mentira y de la maldad de lo que emplear la mentira para herir a quien quiera que sea. Además, la mentira es una práctica que no se combina con las directrices divinas.

Joanna de Ângelis recomienda ser abiertos a la verdad y a obrar con firmeza moral. Es posible que movidos por esos ideales tengamos que enfrentar ásperos problemas a lo largo del camino redentor. Al final de cuentas, buena parte de las almas encarnadas no desea oír las inquietudes de la verdad que tanto desprecian. Por eso, para la mentora, es mejor que seamos incomprendidos en el uso de la verdad de lo que seducidos “por los artificios de la mentira”. Ella aun nos aconseja a no acostumbrarnos con las llamadas “mentiras blancas”, esto es, aquellas menos comprometedoras, ya que podremos a ellas acostumbrarnos, y así “terminando por mentir por hábito”. En su visión, es vital que seamos honestos “con el bien y amigo de la verdad” en todos los momentos.

Por fin, Joanna de Ângelis sugiere que nos acostumbremos a ser fieles a la verdad (mejor antídoto posible a la mentira), y ella estará a nuestro frente abriéndonos los caminos por donde recorrer. No se trata de algo de algo imposible de realizar, pero, como todo lo que envuelve las cosas del Espíritu Inmortal, es preciso determinación y persistencia. Ya para el individuo conscientemente adherente al comportamiento de mentir, dolorosas experiencias educativas lo aguardan en los caminos del porvenir hasta que asimile el cultivo de la verdad como uno de los más imperativos existenciales. 

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita