Especial

por Arleir Bellieny

Las vanidades del ego
y el hombre de bien

 

“La antigua leyenda de Narciso permanece viva, en nuestros mínimos gestos, en mayor o menor porción. En todo y en todas partes, nos apasionamo por nuestra propia imagen. (...) Aceptamos la colaboración ajena, mas sentimos dificultad para ofrecer el concurso que nos compete. En todos los pasos de la lucha humana, encontramos la virtud rodeada de vicios y el conocimiento dignificante casi sofocado por los espinos de la ignorancia, porque, infelizmente, cada uno de nosotros, de modo general, vive en la búsqueda del yo mismo.” – Emmanuel (1)

 

La advertencia de Emmanuel nos conduce a la reflexión de los compromisos asumidos, en cuanto espíritus encarnados, en la actual estancia en la Tierra. El mito de Narciso aun parece saltar de nuestras entrañas, induciéndonos a tomar decisiones equivocadas, y reacciones sorprendentes, delante de las situaciones-problema que se nos presentan en la vida de relación.

En Psicología llamamos egocentrismo a la condición o estado de espíritu del egocéntrico. Tiene origen en el griego, siendo la unión de egôn y Kêntron, que significa “yo en el centro”. Es una exaltación excesiva de la propia personalidad, haciendo que el individuo se sienta como el centro de las atenciones. No consiguiendo demostrar empatía por no conseguir colocarse en el lugar del otro, por estar siempre ocupado en apreciar la propia imagen; un individuo egocéntrico es también egoísta, porque piensa solo en sí, o por lo menos piensa en sí mismo en primer lugar.

La permanencia de ese comportamiento tiende a agudizar con el pasar del tiempo. Son casos que sugieren tratamiento psicológico intensivo y continuado, con énfasis en las cuestiones del egocentrismo que aprisiona las mentes en cadenas de autoimágenes y fantasías delirantes, conduciendo a la persona al cruel e insólito viaje al culto del yo.

Los espíritus superiores orientando a Allan Kardec (2) esclarecen que del egoísmo deriva todo el mal; es incompatible con la justicia, el amor y la caridad; y que debe ser atacado en su causa.

Parece que en el curso de las múltiples reencarnaciones el egoísta repite tantas veces ese comportamiento, que se vuelve vicioso, comprometiéndolo con la ley de causa y efecto. Negándose a ver o volverse para el otro, contraria a la máxima “fuera de la caridad no hay salvación” (2), la más excelente de las virtudes, según Pablo (3).

Incluso delante de las oportunidades que la vida proporciona para modificación de los hábitos, costumbres y valores, el egoísta tiende a repetir los mismos patrones comportamentales, negando y rechazando aquello que no es de su agrado o que pueda huir de su control. Así procediendo, posterga preciosas oportunidades de transformación y liberación de contenidos emocionales encapsulados en el psiquismo desde remotas encarnaciones, pudiendo manifestarse en la vida actual por diversas maneras, causando los males físicos y/o espirituales; de las más simples a las más severas patologías; de la rabia o de la culpa, a la cólera y a los deseos de venganza.

Ya aquel que practica el ejercicio de la humildad, estando delante de la prueba y de los desafíos encontrados en el camino de la vida, busca comprender que “el mal no es reparado sino por el bien, y la reparación no tiene ningún mérito, si no alcanza al hombre en su orgullo o en sus intereses materiales” (5); entendiendo y aceptando los motivos por los cuales esa o aquella prueba le es impuesta, se esfuerza para superarla. Vale enfatizar que la perseverancia es imprescindible, sin la cual no será posible seguir adelante. “Dios rechaza consuelo a aquel a quien falta coraje.” (6).

En el cap. XII de El Libro de los Espíritus en la pregunta 893, el profesor de Lyon pregunta a los benefactores: ¿Cuál es la más meritoria de todas las virtudes? Obteniendo la siguiente respuesta: “Todas las virtudes tienen su mérito, porque todas son señales de progreso. Hay virtud toda vez que hay resistencia voluntaria al arrastre de las malas tendencias. Pero sublime en la virtud consiste en el sacrificio del interés personal para el bien del prójimo, sin intención oculta. La más meritoria es aquella que está fundada sobre la más desinteresada caridad”.

Puedo entonces afirmar que nuestros hábitos, costumbres y valores aprendidos y modificados a lo largo de las reencarnaciones, en concordancia con las Leyes de Justicia, de Amor y de la Caridad, apuntan para un vacío del Ego, exento de vanidades y por consiguiente ajustado al comportamiento de un Hombre de Bien.

En la medida en que las virtudes son conquistadas, en la razón directa del esfuerzo que cada uno hiciera para vencer las tendencias viciosas en la forma-comportamiento, estaremos aproximándonos cada vez más al conocimiento y ejercicio del amor cristiano, dejando para atrás el pesado fardo del comportamiento atávico, y siguiendo adelante en nuevos rumbos, confiantes en la promesa del Maestro Jesús en el Sermón de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados aquellos que son blandos y pacíficos, porque ellos poseerán la Tierra y serán llamados hijos de Dios”.

 

Referências bibliográficas:

1 – Emmanuel, Fonte Viva, cap. 101, FEB.

2 – Kardec, Allan, O Livro dos Espíritos, pergunta 913, IDE, 1974, 96ª edição.

3 – Kardec, Allan, O Evangelho Segundo o Espiritismo, cap. XV, Item 6, IDE, 1978, 217ª edição.

4 – Idem, item 5.

5 – Kardec, Allan, O Livro dos Espíritos, pergunta 1000, livro IV, capítulo II, Penas e Gozos futuros.

6 – Kardec, Allan, O Evangelho Segundo o Espiritismo, capítulo V, item 18, IDE, 1978, 217ª edição.


Arleir Bellieny es psicólogo clínico, expositor espírita internacional y miembro fundador del AME-Rio y de la AME Internacional.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita