Tema: Amistad, Egoísmo
El Ratoncito y las moras
El Ratoncito vivía en su casita en el campo. Le gustaba
mucho porque era cálida, acogedora y tenía el tamaño
correcto para un pequeño ratoncito.
Pero lo que más le gustaba de ella era el gran arbusto
de moras que crecía en su jardín. Todos los años tenía
una gran cosecha de bellas moras suculentas.
Un verano, las moras del Ratoncito estaban más grandes y
más suculentas que de costumbre. Sin demora comenzó a
recogerlas y ya estaba sudado y cansado cuando el
Gorrión apareció.
- ¡Qué lindas moras, Ratoncito! ¿Puedo comer algunas? –
cantó el Gorrión.
- Todas son mías – respondió el Ratoncito. - ¡Vete!
- No necesitas hablar así – dijo el pajarito, volando
lejos.
Las patas del Ratoncito ya le dolían de tanto recoger
las frutitas cuando reparó en la Ardilla recostada en su
portón.
- Ratoncito, ¿me puedes dar algunas de esas moras?
¡Deben estar tan suculentas! – dijo la Ardilla.
- Si te doy moras, quedarán menos para mí – replicó el
Ratoncito.
La Ardilla se fue enojada y con las manos vacías.
Cuando el Ratoncito se detuvo para descansar de su
tarea, la Coneja apareció saltando.
- ¡Tus moras parecen tan dulces, Ratoncito! – dijo ella.
- ¡Lo son! ¡Y me las comeré todas! – respondió el
Ratoncito.
- Si comes tanto, vas a enfermarte – le avisó la Coneja
antes de irse.
El sol estaba muy fuerte y el Ratoncito estaba exhausto.
Se recostó debajo de un árbol y pronto comenzó a
cabecear de sueño. El Ratoncito no se dio cuenta, pero
alguien lo espiaba. ¡Era
el Zorro!
Cuando vio que el Ratoncito estaba durmiendo, el Zorro
pasó con cuidado por el portón, entró en el jardín y fue
lentamente hacia la cesta de moras. Cogió la cesta y se
fue silenciosamente con las frutitas. De
pronto, ¡crac! El Zorro pisó una rama seca.
El Ratoncito se despertó asustado con el ruido.
- ¡Esas moras son mías! – chilló el Ratoncito.
- Pues ahora son mías – se rio el Zorro. – Me van a
servir muy bien para mi merienda.
El Ratoncito estaba muy triste, pero no se sorprendió de
que nadie le haya avisado de que el Zorro andaba por
ahí.
- ¿Por qué me ayudarían mis amigos? Fui egoísta y no
quise compartir mis moras – reconoció.
Entonces algo extraño sucedió. ¡Plaft! ¡Una bellota cayó
en la frente del Zorro!
Y pronto varias bellotas más cayeron a su alrededor. ¡Plaft!
¡Plaft! ¡Plaft!
El Ratoncito miró hacia arriba y vio a la Ardilla, el
Gorrión y la Coneja en lo alto del árbol lanzándole al
Zorro esas semillas con forma de bellotas.
Asustado con todas esas semillas cayendo, el Zorro dejó
la cesta de moras y escapó corriendo.
- No podíamos dejar que el Zorro robara tus moras – dijo
la Ardilla.
El Ratoncito quedó muy agradecido por esa actitud de sus
amigos… Y
también muy avergonzado.
- Discúlpenme por no haber compartido las moras con
ustedes. ¡Ahora, voy a ordenar todo para hacer una
fiesta y comer juntos!
El Ratoncito preparó jugo de moras, helado de mora,
torta de mora y muchos otros dulces para sus amigos, que
hallaron todo delicioso.
- Hoy aprendí una buena lección – pensó el Ratoncito.
¡Todo sabe mejor cuando compartimos!
(Texto adaptado de “El ratoncito de las
moras”, de Matthew Grimsdale.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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