Tema: Caridad
La mayor caridad
Neide y su hija Clara se preparaban para ir al centro
espírita al que frecuentaban.
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La mamá colaboraba en un trabajo de asistencia y
ese día había invitado a Clara para ir juntas,
pues su hija ya era grande y podría ayudar en
algunas pequeñas tareas. |
Cuando llegaron al centro espírita, el local ya estaba
en movimiento. Había muchas personas pobres que venían a
recibir donaciones.
A la hora de inicio del trabajo, un colaborador hizo una
oración y leyó algunos párrafos del libro El
Evangelio según el Espiritismo. Después, habló sobre
las leyes de Dios, las enseñanzas de Jesús y sobre el
amor. Cuando terminó, hizo otra oración agradeciendo a
Dios por la vida y por las donaciones que fueron
recibidas. Oró además por las personas que estaban ahí y
pidió bendiciones de Dios para todos.
Clara asistió a todo, sentada al lado de su mamá. Las
palabras sobre el amor le parecieron bonitas e
importantes. Pero, a pesar de eso, se dio
cuenta de que algunas personas no prestaban atención y
se quedaban conversando bajito o casi durmiendo.
Cuando la oración terminó, las personas se levantaron
rápidamente y formaron una fila para recibir las
donaciones. Varios colaboradores entregaban envases con comida
calientita y olorosa a quien pasara. Neide
y Clara se unieron a ellos para ayudar.
Fueron distribuidos también ropa y frazadas según la
necesidad de cada familia.
Cuando todas las entregas habían sido hechas, los
voluntarios, incluyendo a Neide, limpiaron y arreglaron
todo.
El trabajo demoró casi toda la tarde y Clara quedó
cansada. Cuando
acabaron, Neide preguntó:
- ¿Te gustó, hija? Practicar la caridad nos hace muy
bien. Qué bueno saber que esas personas van a tener algo
que comer, ¿no crees?
Clara estuvo de acuerdo, pero todavía estaba cansada por
haber estado ahí muchas horas.
- Me gustó, es un trabajo genial, mamá. ¡Solo
que demora mucho!
- Sí, hija, demora porque son muchas personas
necesitadas y también porque recibimos muchas
donaciones, ¡gracias a Dios!
- Mamá, tuve una idea para que el trabajo pueda ir más
rápido. Ustedes podrían quitar esa parte de
explicaciones del evangelio e ir directo a las
donaciones. ¡Eso es lo que las personas quieren! No vale
la pena hablar de las lecciones de Jesús, porque ellos
no prestan atención.
Neide sonrió ante la ingenuidad de su hija y respondió:
- Sí, hija, nosotros sabemos que muchos se quedan ahí en
la charla solo porque es una exigencia que hacemos para
poder recibir lo que vinieron a buscar. Pero nosotros no
podemos quitar esa parte del trabajo porque es la mayor
caridad que ellos están recibiendo ahí, incluso sin
saberlo. Los alimentos y las ropas son para el cuerpo,
pero el evangelio de Jesús es para el espíritu. No
podemos solo cuidar de las necesidades del cuerpo,
porque éste es pasajero. Necesitamos cuidar también del
espíritu, porque es inmortal. ¡Cuántos errores pueden
ser evitar a través del conocimiento de las enseñanzas
de Jesús! No podemos quitar lo más importante, ¿no
crees?
Clara reflexionó un poco y dijo:
- ¡Oh! Es verdad, mamá. ¡No lo había pensado así!
- Muchos no prestan atención – dijo Neide. – Pero pueden
escuchar algunas partes y poco a poco pueden ir
aprendiendo las enseñanzas. Y si tenemos la oportunidad
de educar el alma de una persona, aunque sea, ya vale la
pena, ¿no lo crees?
Las dos se miraron y sonrieron.
En el camino a casa, Clara, pensativa, analizaba la
experiencia de esa tarde. Antes de haber llegado al
trabajo, ella sabía que practicaría la caridad y que
ayudaría a entregar alimentos. Lo que ella no esperaba
era tener la enseñanza que su madre le dio: que la mayor
caridad de todas es la educación del espíritu para el
bien.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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