Cuando la
lectura de El
Libro de los
Espíritus
por primera vez,
sentí un gran
interés por la
obra al leer las
consideraciones
de José
Herculano Pires,
traductor de los
más respetados,
al lado de otros
tan idóneos como
él. De forma
sintética y
didáctica él
resume la
grandeza del
contenido y la
importancia que
el tendrá para
los días que
seguirán a
partir de su
publicación.
Como él
menciona en las primeras palabras, a partir del 18 de
abril de 1857, fecha de su publicación, “rayó para el
mundo la era espírita. En el se cumplía la promesa
evangélica del Consolador, del Paracleto o Espíritu de
la Verdad. Decir eso equivale a afirmar que el Libro
de los Espíritus es el código de una nueva fase de
la evolución humana”. Complementando, dice que “no sería
un libro común, que se puede leer de un día para el otro
y despues olvidar en un rincón del estante. Nuestro
deber sería estudiarlo y meditarlo, leyéndolo y
relenyéndolo constantemente”.
La
voluntad es transcribir integralmente lo que allí está
registrado, pues sabemos que muchos en nuestro propio
medio aun no lo leyeron y, si lo hicieron, fue de forma
superficial. Otros consideran su contenido “aburrido” o
con un lenguaje desfasado, sugiriendo lecturas más
“actuales”. ¡Que triste! Si supiesen cuantas enseñanzas
y revelaciones hay allí contenidas...
Apenas
para recordar lo que es notorio, El Libro de los
Espíritus es la base, la piedra fundamental del
Espiritismo, que con el surgió y se propagó, con el se
impulsó y consolidó en el mundo. Antes de ese libro no
había Espiritismo y ni incluso esta palabra existía.
Sabemos que fue Kardec quien creó palabras específicas
para diferenciar la nueva revelación de todos los
entendimientos espiritualistas entonces vigentes.
Otro
aspecto relevante es el análisis historico hecho para
que pudiésemos entender aun más la importancia del
surgimiento de la Doctrina de los Espíritus, en una
secuencia de hechos y momentos de nuestra civilización,
que nos llevan a percibir que todo sigue un planeamiento
cósmico y que todo ocurre con un propósito para que el
progreso y la evolución se puedan operar, independiente
de nuestra voluntad. En ese punto, llenándonos de
esperanza y nuestra fe crece. Para que no quede lo
expuesto en este parráfo sin una mayor comprensión,
transcribo las anotaciones de Herculano:
“Cuando el
mundo se preparaba para salir del caos de las
civilizaciones primitivas, apareció Moisés, como el
conductor de un pueblo destinado a trazar las líneas de
un nuevo mundo y de sus manos surgió la Biblia. No fue
Moisés quien la escribió, pero fue él el motivo central
de esa primera codificación del nuevo ciclo de
revelaciones: el cristiano. Mas tarde, cuando la
influencia biblica ya había modelado un pueblo, y cuando
este pueblo ya se dispersaba para todo el mundo gentil,
esparciéndose la nueva ley, apareció Jesús; y de sus
palabras, recogidas por los discípulos, surgió el
Evangelio.
La Biblia
es la codificación de la primera revelación cristiana,
el código hebraico en que se fundieron los principios
sagrados y las grandes leyendas religiosas de los
pueblos antiguos, la gran síntesis de los esfuerzos de
la antiguedad en dirección al espíritu. No es de admirar
que se presente muchas veces temerosa y contradictoria,
para el hombre moderno. El Evangelio es la codificación
de la segunda revelación cristiana, la que brilla en el
centro de la tríada de esas revelaciones, teniendo en la
figura del Cristo el sol que ilumina las otras dos, que
lanza su luz sobre el pasado y el futuro, estableciendo
entre ambos la conexión necesaria, Pero, así como, en la
Biblia, ya se anunciaba el Evangelio, también en este
aparecía la predicación de un nuevo código, el del
Espíritu de la Verdad, como se ve en Juan, 23. Y el
nuevo código surgió por las manos de Allan Kardec, bajo
la orientación del Espíritu de la Verdad, en el momento
exacto en que el mundo se preparaba para entrar en una
fase superior de su desenvolvimiento.” (*)
Así, cada
fase de la evolución humana se encierra con una síntesis
conceptual de todas sus realizaciones. La Biblia es la
síntesis de la antigüedad, como el Evangelio es la
síntesis del mundo greco-romano-judaico, y El Libro
de los Espíritus la del mundo moderno. Pero cada
síntesis no trae en sí tan solamente los resultados de
la evolución realizada, sino que encierra también los
gérmenes del futuro.
Y en la
síntesis evangélica tenemos que considerar, sobre todo,
la presencia del Mesías, como una intervención de lo
Alto para la reorientación del pensamiento terreno,
trayendo las vigas maestras de la edificación de la
nueva era.
Traje
todas esas informaciones que juzgué necesarias para
adentrarnos en otra colocación no menos importante, que
es tratar, claro, en brevísima síntesis, la Doctrina
Espírita como educadora de nuestro espíritu.
Nuestro
propósito no es hablar sobre la historia de la
educación, que tiene un contenido maravilloso, en todas
sus vertientes, pero sí traer algunas orientaciones que
los Espíritus Superiores nos dieron y que vale la pena
ser recordadas y traídas para nuestro vivir.
Importante
resaltar que Kardec no era un filósofo, si no un
educador, un especialista en pedagogíaa, discípulo de
Pestalozzi. Aunque podamos comprender en El Libro de
los Espíritus el contenido filosófico, el no fue
escrito bajo los rigores de una minuciosa exposición
filosófica, al punto de acreditarse que allí surgía una
nueva escuela filosófica. Sobre ese asunto, recomiendo
la lectura del análisis que Herculano hizo en la
introducción de la obra.
Así,
Kardec, como educador excelente, enfatizó la importancia
de la educación para el progreso y la transformación
moral del hombre. De esas enseñanzas está repleto el
propio El Libro de los Espíritus, que él escribió
y publicó.
Allan
Kardec veía la educación como remedio eficaz para el
combate al mal en general y las malas tendencias que el
Espíritu manifiesta desde pronto y que deben ser
observadas por los padres, que son los primeros
educadores del niño, un ser que apenas ostenta “las
apariencias de la inocencia”, pero en el fondo es un
individuo en proceso de perfeccionamiento, que trae
extenso bagaje del pasado a expresarse de acuerdo con su
carácter particular.
En la
pregunta 796 de la obra citada, analizando el rigor de
las leyes penales, sobre ser una necesidad, los
Espíritus Superiores responden que ellas, las leyes,
siempre serían insuficientes para eliminar la raíz del
mal. “Solamente la educación puede reformar a los
hombres”, afirmaron entonces. El agravamiento de las
penas, o la adopción de la pena capital, o pena de
muerte, de nada adelantaría, pues la educación del
Espíritu pasa por el respeto a la vida, a la
individualidad y a la dignidad.
En la
pregunta 685 del mismo libro, encontramos un concepto de
educación elaborado por Kardec: “educación es conjunto
de los hábitos adquiridos”. En ese contexto, el Maestro
de Lyon coloca la educación como elemento esencial para
la solución hasta incluso de los problemas económicos de
la Humanidad. Y él, para que no hubiese dudas,
esclareció: “no la educación intelectual, sino la moral,
y no aun la educación moral por los libros, sino la que
consiste en el arte de formar carácteres, aquella que
crea hábitos”.
Esas y
muchas otras orientaciones nos son pasadas y es por esta
razón que tenemos el deber, como espíritas que nos
decimos ser, de inclinarnos sobre las obras del
pentateuco y llevar adelante, sin distorsiones, con
perseverancia, el contenido revelador y, sobre todo,
educador de nuestra Doctrina, que no vino al mundo para
pocos, sino para toda la Humanidad.
¡Pensemos
en eso!