Tema: Libre albedrío
El oso Pipo
Pipo era un oso fuerte y bonito, amigo de los animales
del bosque. Le gustaba conversar, pero lo que más le
gustaba era descansar.
A cualquier hora del día era posible encontrar a Pipo
echado, tomando una siesta, o simplemente echado de
espaldas en el piso, admirando la copa de los árboles o
el azul del cielo.
Pipo acostumbraba a quedarse debajo de un gran árbol,
que daba, según él decía, la sombra perfecta. Pero había
un problema: el terreno debajo de ese árbol estaba lleno
de piedras y desde que Pipo empezó a echarse ahí,
comenzó a quejarse.
- ¡Ay, que dolor de espalda! ¡Ay, qué duras son esas
piedras! – decía Pipo a quien pasara.
- Caramba, amigo, este lugar no es bueno para echarse.
¿No quieres buscar la sombra de otro árbol para
descansar? – decían los animales, aconsejando a Pipo.
Pero el oso respondía:
- ¡No! ¡Déjame!
Voy a seguir aquí mismo.
El tiempo pasaba y, cada vez más, Pipo sentía la espalda
adolorida.
Algunos días dolía tanto que tardaba en levantarse. Se
sentía entorpecido. Los otros animales no comprendían
por qué Pipo no resolvía esa situación.
Un día, la paloma, el coatí y
el mono se encontraron con su amigo, caminando con
dificultad hacia el río y le dieron los buenos días.
- ¡Buenos días, amigos! En verdad, el día sería mucho
mejor si mi espalda no me doliera tanto – dijo el ojo,
con una sonrisa forzada. ,
Los amigos sabían que no servía de nada dar consejos.
Sin saber qué hacer para ayudar a Pipo, decidieron
buscar al rey león, que era un rey muy sabio. Ellos
explicaron el caso al rey, pero quedaron sorprendidos y
un tanto desconcertados al darse cuenta de que él ya
sabía todo.
El mono no se contuvo y preguntó:
- Majestad, si ya sabía que el oso Pipo no está bien,
¿por qué no hizo nada hasta ahora?
El rey sonrió, calmadamente, y explicó:
- Querido mono, todas las providencias fueron tomadas en
cuanto fui informado de la situación. Pedí a las
ardillas que localizaran otros árboles con buena sombra.
Pero Pipo no quiso cambiar el lugar de descanso,
alegando defectos en cada una de las opciones. Pedí al
armadillo que evaluara si sería posible hacer un
esfuerzo colectivo, para que sean retiradas las piedras,
pero él dijo que no, pues son tantas que tendrían que
hacer un enorme hueco. También pedí que el médico del
bosque examinara a Pipo y le recomendara un tratamiento.
El Dr. Castor me garantizó que Pipo estaba consciente de
que, para resolver definitivamente el problema, tendría
que mudarse. ¡Pero Pipo no quiso! Vean que lo que era
posible hacer ya se hizo, pero nadie puede ayudar a
quien no quiere ser ayudado. Ahora lo que necesitamos es
tener paciencia y respetar el libre albedrío de Pipo.
Los animales escucharon las explicaciones del rey y la
paloma aún quiso saber:
- Pero, rey león, aún no comprendo. Si Pipo sabe que le
está haciendo mal y aun así no quiere mudarse, ¿por qué
vive quejándose?
- Porque los dolores son suficientes para que se queje.
Pero no son lo bastante para hacerlo cambiar su actitud
y dejar el árbol que le gusta y buscar un lugar que le
haga bien, donde pueda descansar de verdad – respondió
el león.
La paloma, el coatí y el mono agradecieron la atención
del rey y se fueron pensativos.
Empezaron a rezar por Pipo y tuvieron que ejercitar la
paciencia para aceptar la decisión de su amigo.
Pasó algún tiempo y un día Pipo se dio cuenta de que
empezaba a tener heridas en la espalda. Ese día se
sintió muy triste. Tan triste, que decidió que no quería
seguir más de esa forma.
Pipo decidió buscar al rey león y pedir ayuda. El rey
fue muy atento y el oso pronto consiguió un lugar
perfecto para dormir.
La paloma, el coatí y el mono llamaron a otros amigos e
hicieron una fiesta sorpresa para inaugurar el nuevo
lugar de descanso de Pipo.
El oso quedó muy contento y agradeció a todos.
Pipo pasó a echarse en un pasto muy mullido y en poco
tiempo las heridas y los dolores sanaron.
Pronto se acostumbró a su nuevo lugar y pasó a gustarle
mucho.
Después de algún tiempo Pipo casi ni se acordaba más del
otro árbol y las piedras, y cuando pensaba en ellas era
solo para estar seguro de que nunca más quería volver
allá.
Había conocido una vida mucho mejor. Y había aprendido
que los amigos pueden incluso ayudarnos, pero son
nuestras propias decisiones las que nos llevan a un
final feliz.
ices that
lead us to a happy ending.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
Material de apoio para evangelizadores:
Clique para baixar:
Atividades
marcelapradacontato@gmail.com