Tema: Honestidad
La figurita número 1
Claudio llegó del colegio y, muy contento, fue a sacar
de su mochila una figurita para su álbum.
Claudio quería completar el álbum y siempre le pedía a
Nilva, su mamá, que comprara unos paquetitos de
figuritas del puesto de periódicos. Ella los compraba
siempre que podía, pero también incentivaba a Claudio
que las intercambiara con sus compañeros, pues él ya
tenía varias repetidas.
Nilva estaba siempre acompañando y ayudando a su hijo a
conseguir más figuritas, pues sabía cuánto deseaba él
completar ese álbum. Por eso, Nilva se dio cuenta de la
emoción de su hijo y vio lo que sacó de su mochila.
- Claudio, ¿conseguiste intercambiar una figurita hoy? –
preguntó ella.
- Sí conseguí una – respondió Claudio, bajito.
La mamá notó que la respuesta de Claudio no fue tan
entusiasmada como ella esperaba. Por eso continuó
preguntando para entender mejor lo que estaba pasando.
- ¿Qué figurita
conseguiste?
Claudio la mostró rápidamente a su mamá y la guardó
nuevamente.
- Espera, deja que la vea mejor – dijo ella. – Parece
que es muy bonita, brillante.
Claudio, sin ganas, entró la figurita a Nilva.
- ¡Hijo, es la número
uno! ¡Qué
genial! Oh, qué bueno que conseguiste intercambiar esta.
Además de ser una de las más bonitas, también es rara.
¿Con quién la intercambiaste?
Claudio continuaba retraído y respondió bajito:
- Con Gustavo.
Nilva no entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué
Claudio tenía ese comportamiento extraño? Y, de repente,
se acordó de que su hijo no había llevado sus figuritas
repetidas al colegio ese día.
- ¡Espera ahí, Claudio! ¿Cómo pudiste haber
intercambiado con Gustavo si no llevaste las tuyas?
El niño se quedó quieto, parecía nervioso. Pero la mamá
insistió y Claudio acabó contando lo que había pasado.
- Gustavo tenía esa figurita repetida. Y todo el mundo
la quería. Pero él dijo que no la iba a intercambiar con
nadie. Él ya había puesto una en su álbum, pero, como
esa figurita es muy especial, quería guardar esa otra
también. Eso me pareció muy injusto.
El niño continuó:
- Él sabía que todos también queríamos la número uno y
aun así solo pensó en él. Por eso, la cogí para mí
cuando él no estaba viendo.
- ¡Hijo, pero actuaste muy mal! ¡No podemos coger las
cosas de los demás! ¡Ni pensarlo!
- Pero, mamá, tú me hablas sobre no ser egoísta. Gustavo
es quien actuó mal. Si no fuera egoísta, yo no habría
tenido que hacer eso.
- Claudio, nuestro compromiso de actuar correctamente es
con Dios, que está viendo todo y sabe todo lo que pasa.
Tu comportamiento no debe depender del comportamiento de
los demás. Si Gustavo actuó mal o no, es problema de él
con Dios. Debemos cuidar que tú no actúes mal.
La mamá además dijo:
- Y algo más, hijo. ¿Tú sabías que todo lo que hacemos
nos regresa de alguna forma? Es la Ley de Dios que se
lama Ley de Acción y Reacción. ¡Piensa bien! ¿No te
enojarías si alguien cogiera algo tuyo algún día? ¡Claro
que sí! Entonces, no debes hacer a los demás lo que no
te gustaría que los otros hicieran contigo.
Claudio se sintió muy triste. Sabía que su mamá estaba
en lo correcto. Se quedó quieto, con la cabeza gacha y
Nilva explicó:
- Querido mío, sabes que actuaste mal. Las Leyes de Dios
están en nuestra conciencia, en nuestro interior. Tú
sabías que estabas equivocado y por eso tenías vergüenza
de contármelo, ¿no es así?
- Sí – dijo Claudio, casi llorando. – Pero ahora no
sirve de nada. No puedo ir con la figurita, devolvérsela
y decir que fui yo quien la robó.
- ¡Sí puedes, sí señor! – animó la madre. - Mañana
llevas la figurita y conversas con él. Dile toda la
verdad: que tú querías mucho la figurita, pero ahora te
arrepientes de haberla tomado y la estás devolviendo. ¡Y
pídele disculpas! Cometiste un error, hijo, debes tener
la humildad de pedir disculpas. Pero lo bueno es que
esta será una experiencia que te ayudará a no volver a
equivocarte de esa manera.
A Claudio no le gustó mucho la idea de tener que
exponerse, decir que hizo eso, disculparse... De seguro
Gustavo se enfadaría mucho con él. Pero Claudio no se
sentía nada bien cuando pensaba en lo que había hecho.
Por eso, al día siguiente, buscó a Gustavo e hizo lo que
su madre le había dicho. El niño estaba tan feliz de
recuperar su figurita que ni siquiera le reclamó como
Claudio imaginó que lo haría.
Además, sin la figurita de Gustavo, Claudio logró
completar su álbum. Se demoró un poco. La número uno fue
una de los últimas que consiguió y se puso muy feliz
cuando la ganó.
Claudio sabía que el caso de la figurita había terminado
bien. ¿Cómo? Porque cuando pensaba en lo que había
pasado, ya no se sentía mal.
Nos equivocamos muchas veces en la vida. Esto es normal,
porque todavía estamos evolucionando. Lo que tenemos que
hacer es corregir nuestros errores y seguir adelante
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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