Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Honestidad


La figurita número 1


Claudio llegó del colegio y, muy contento, fue a sacar de su mochila una figurita para su álbum.

Claudio quería completar el álbum y siempre le pedía a Nilva, su mamá, que comprara unos paquetitos de figuritas del puesto de periódicos. Ella los compraba siempre que podía, pero también incentivaba a Claudio que las intercambiara con sus compañeros, pues él ya tenía varias repetidas.

Nilva estaba siempre acompañando y ayudando a su hijo a conseguir más figuritas, pues sabía cuánto deseaba él completar ese álbum. Por eso, Nilva se dio cuenta de la emoción de su hijo y vio lo que sacó de su mochila.

- Claudio, ¿conseguiste intercambiar una figurita hoy? – preguntó ella.

- Sí conseguí una – respondió Claudio, bajito.

La mamá notó que la respuesta de Claudio no fue tan entusiasmada como ella esperaba. Por eso continuó preguntando para entender mejor lo que estaba pasando.

- ¿Q figurita conseguiste?

Claudio la mostró rápidamente a su mamá y la guardó nuevamente.

- Espera, deja que la vea mejor – dijo ella. – Parece que es muy bonita, brillante.

Claudio, sin ganas, entró la figurita a Nilva.

- ¡Hijo, es la número uno! ¡Qué genial! Oh, qué bueno que conseguiste intercambiar esta. Además de ser una de las más bonitas, también es rara. ¿Con quién la intercambiaste?

Claudio continuaba retraído y respondió bajito:

Con Gustavo.

Nilva no entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué Claudio tenía ese comportamiento extraño? Y, de repente, se acordó de que su hijo no había llevado sus figuritas repetidas al colegio ese día.

- ¡Espera ahí, Claudio! ¿Cómo pudiste haber intercambiado con Gustavo si no llevaste las tuyas?

El niño se quedó quieto, parecía nervioso. Pero la mamá insistió y Claudio acabó contando lo que había pasado.

- Gustavo tenía esa figurita repetida. Y todo el mundo la quería. Pero él dijo que no la iba a intercambiar con nadie. Él ya había puesto una en su álbum, pero, como esa figurita es muy especial, quería guardar esa otra también. Eso me pareció muy injusto.

El niño continuó:

- Él sabía que todos también queríamos la número uno y aun así solo pensó en él. Por eso, la cogí para mí cuando él no estaba viendo.

- ¡Hijo, pero actuaste muy mal! ¡No podemos coger las cosas de los demás! ¡Ni pensarlo!

- Pero, mamá, tú me hablas sobre no ser egoísta. Gustavo es quien actuó mal. Si no fuera egoísta, yo no habría tenido que hacer eso.

- Claudio, nuestro compromiso de actuar correctamente es con Dios, que está viendo todo y sabe todo lo que pasa. Tu comportamiento no debe depender del comportamiento de los demás. Si Gustavo actuó mal o no, es problema de él con Dios. Debemos cuidar que tú no actúes mal.

La mamá además dijo:

- Y algo más, hijo. ¿Tú sabías que todo lo que hacemos nos regresa de alguna forma? Es la Ley de Dios que se lama Ley de Acción y Reacción. ¡Piensa bien! ¿No te enojarías si alguien cogiera algo tuyo algún día? ¡Claro que sí! Entonces, no debes hacer a los demás lo que no te gustaría que los otros hicieran contigo.

Claudio se sintió muy triste. Sabía que su mamá estaba en lo correcto. Se quedó quieto, con la cabeza gacha y Nilva explicó:

- Querido mío, sabes que actuaste mal. Las Leyes de Dios están en nuestra conciencia, en nuestro interior. Tú sabías que estabas equivocado y por eso tenías vergüenza de contármelo, ¿no es así?

- Sí – dijo Claudio, casi llorando. – Pero ahora no sirve de nada. No puedo ir con la figurita, devolvérsela y decir que fui yo quien la robó.

- ¡Sí puedes, sí señor! – animó la madre. - Mañana llevas la figurita y conversas con él. Dile toda la verdad: que tú querías mucho la figurita, pero ahora te arrepientes de haberla tomado y la estás devolviendo. ¡Y pídele disculpas! Cometiste un error, hijo, debes tener la humildad de pedir disculpas. Pero lo bueno es que esta será una experiencia que te ayudará a no volver a equivocarte de esa manera.

A Claudio no le gustó mucho la idea de tener que exponerse, decir que hizo eso, disculparse... De seguro Gustavo se enfadaría mucho con él. Pero Claudio no se sentía nada bien cuando pensaba en lo que había hecho.

Por eso, al día siguiente, buscó a Gustavo e hizo lo que su madre le había dicho. El niño estaba tan feliz de recuperar su figurita que ni siquiera le reclamó como Claudio imaginó que lo haría.

Además, sin la figurita de Gustavo, Claudio logró completar su álbum. Se demoró un poco. La número uno fue una de los últimas que consiguió y se puso muy feliz cuando la ganó.

Claudio sabía que el caso de la figurita había terminado bien. ¿Cómo? Porque cuando pensaba en lo que había pasado, ya no se sentía mal.

Nos equivocamos muchas veces en la vida. Esto es normal, porque todavía estamos evolucionando. Lo que tenemos que hacer es corregir nuestros errores y seguir adelante


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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