Las obras
de esa lista forman parte de las 39 fuentes en las
cuales hay referencias a la construcciones en el plano
espiritual. Número significativo, considerando que en
relación a la elaboración del contenido de la primera
edición de El Libro de los Espíritus el Codificador
literalmente dice: “[…] Fue así que más de diez médiuns
prestaron concurso a este trabajo” ([2]).
En las
obras de la Codificación
Inicialmente, es importante citar dos puntos, sobre los
cuales el horizonte del entendimiento irá a revelarse,
pues volverá más clara la cuestión:
1º) Mundos
transitorios
Pasa
desapercibido a mucha gente la existencia de esos
mundos. Según cuenta las preguntas 234 a 236 de El
Libro de los Espíritus, la superficie de ellos es
esteril y sirven de morada a Espíritus desencarnados,
como dicho son “lugares en que puedan reposar de una
erraticidad demasiado larga” ([4]). Esa condición es
temporal, pues no se conservan perpetuamente destinados
a los Espíritus errantes. ¿Entonces, aquí tenemos
“lugares circunscritos” o estamos yendo demasiado lejos?
2º) Mundo
visible que nos es invisible
En la
Revista Espírita 1858, mes de marzo, tenemos el artículo
“Júpiter y algunos otros mundos”, del cual tomaremos
estos tres parráfos:
De todos
los planetas, el más avanzado, bajo todos los aspectos,
es Júpiter. Allí, es el reino exclusivo del bien y de la
justicia, porque no hay sino buenos Espíritus. Se puede
hacer una idea del feliz estado de sus habitantes por el
cuadro que demos del mundo habitado sin la participación
de los Espíritus del segundo orden.
La
superioridad de Júpiter no está solamente en el estado
moral de sus habitantes; está, también, en su
constitución física. He ahí la descripción que nos fue
dada, de ese mundo privilegiado, donde encontramos a la
mayoría de los hombres de bien que honraron nuestra
Tierra por sus virtudes y sus talentos.
La
conformación de los cuerpos es casi la misma de ese
mundo, pero es menos material, menos denso y de una
mayor ligereza específica. Al paso que nos arrastramos
penosamente en la Tierra, el habitante de Júpiter se
transporta, de un lugar para otro, rozando la superficie
del suelo, casi sin fatiga, como el pájaro en el aire o
el pez en el agua. Siendo la materia, de la cual el
cuerpo está formado, más depurada, ella se disipa,
después de la muerte, sin ser sometida a la
descomposición pútrida. Allí no existe la mayoría de las
enfermedades que nos afligen, sobre todo aquellas que
tienen su fuente en los excesos de todos los géneros y
en el desorden causado por las pasiones. La alimentación
está en relación con esa organización etérea; no sería
bastante substanciosa para nuestros estómagos groseros,
y la nuestra sería muy pesada para ellos; ella se
compone de frutas y plantas, y, además, aspiran, de
algún modo, la mayor parte del medio ambiente del cual
aspiran las emanaciones nutritivas. La duración de la
vida es, proporcionalmente, mucho mayor que sobre la
Tierra; la media equivale a cinco de nuestros siglos. El
desarrollo también es mucho más rápido, y la infancia
dura apenas algunos de nuestros meses.
Bajo ese
envoltorio leve, los Espíritus se desligan fácilmente y
entran en comunicación recíproca únicamente por el
pensamiento, sin excluir, todavía, el lenguaje
articulado; […].
Los
animales no están excluidos de ese estado progresivo,
sin aproximarse, entre tanto, al hombre, incluso bajo el
aspecto físico; sus cuerpos, más materiales se unen al
suelo, como nosotros a la Tierra. Su inteligencia es más
desarrollada de lo que nosotros; la estructura de sus
miembros se dobra a todas las exigencias del trabajo;
son encargados de la ejecución de obras manuales; son
los servidores y los trabajadores: las ocupaciones de
los hombres son puramente intelectuales. El hombre es,
para ellos, una divinidad, pero una divinidad tutelar
que jamás abusa de su poder para oprimirlos. ([6])
Para la
ciencia humana el planeta Júpiter no es habitado.
¿Estarían los Espíritus equivocados al tenerlo como tal?
¿Allan Kardec, a su vez, se dejó engañar?
Curioso es
el hecho de los que niegan la existencia de colonias
espirituales tampoco no cuestionaron la habitabilidad de
Júpiter, especialmente por tratarse de un planeta
gaseoso.
Veamos
ahora estos tres relatos más objetivos en cuanto al
tema:
1º)
Revista Espírita 1859, mes de septiembre.
Del
artículo “Confesión de Voltaire”, el noble ilumininado
francés, en la condición de desencarnado, entre otras
cosas, dice:
Fui, yo lo
digo, burlón y desconfiado que abordé el mundo espírita.
Primero fui conducido para lejos de las moradas de los
Espíritus, y recorrí el espacio inmenso. Enseguida, me
fue permitido lanzar los ojos sobre las construcciones
maravillosas de las moradas espíritas y, en efecto,
ellas me parecieron sorprendentes; fui impulsado, aquí y
allí, por una fuerza irresistible; tuve que ver, y ver
hasta que mi alma transbordase por los esplendores, y
derrotada delante del poder que controlaba tales
maravillas. En fin, me quise esconder y agacharme en el
hueco de las rocas, pero no pude. ([8])
Se sigue,
en una nota, algunos comentarios de Allan Kardec, de los
cuales destacamos el siguiente trecho: “[…] Nunca tal
vez un cuadro más grandioso y más impresionante fue dado
del mundo espírita, y de la influencia de las ideas
terrestres sobre las ideas del más allá de la tumba.
[…].” ([10])
2º)
Revista Espírita 1865, mes de mayo.
Mensaje
“Sobre las creaciones fluidicas”:
El mundo
de los invisibles es como el vuestro; en lugar de ser
material y grosero, es fluídico, etéreo, […].
El mundo
de los Espíritus no es el reflejo del vuestro; es el
vuestro que es una grosera y muy imperfecta imagen del
reino de más allá de la tumba. ([12])
Más claro
que eso es imposible. Entonces, ¿por qué la resistencia?
3º) El
Cielo y el Infierno, Segunda parte, cap. II – Espíritus
Felices, Condesa Paula.
Allan
Kardec después de destacar las cualidades morales,
informando que la Condesa había fallecido a los 36 años
de edad, en el año de 1851, relata que “uno de sus
parientes, la evocó doce años después de fallecida, y
obtuvo, en respuesta a diversas preguntas, la siguiente
comunicación”:
[…] ¿Qué
es, no obstante, esa felicidad comparada a la que
disfruto aquí? Esplendidas fiestas terrenas en que se
obstentan los más ricos adornos, ¿qué son ellas
comparadas a estas asambleas de Espíritus
resplandecientes de brillo que vuestras vistas no
suportarían, brillo que es el atributo de su pureza? ¿Vuestros
palacios de dorados salones, que son ellos comparados a
estas moradas aéreas, vastas regiones del Espacio
matizadas de colores que oscurecerían el arcoíris? ¿Vuestros
paseos, a contados pasos en los parques, a que se
reducen, comparados a los recursos de la inmensidad, más
acelerados que el rayo? ¿Y qué decir de esos horizontes
nebulosos e limitados, que son, comparados al
espectáculo de mundos a moverse en el Universo infinito
al influjo del Altísimo? ¡Y cómo son monótonos vuestros
conciertos más armoniosos en relación a la suave melodía
que hace vibrar los fluidos del éter y todas las fibras
del alma! ¡¿Y cómo son tristes e insípidas vuestras
mayores alegrías comparadas a la sensación inefable de
felicidad que nos satura todo el ser como un efluvio
benéfico, sin mezcla de inquietud, de aprehensión, de
sufrimiento?! ¡Aquí, todo resuma amor, confianza,
sinceridad: por todas partes corazones amantes, amigos
por todas partes! […]. ([14])
He ahí la
afirmación clara y objetiva de la existencia de “moradas
aéreas”.
Conclusión
Sinceramente quedamos sorprendidos con los espíritas que
niegan la existencia de las colonias, entendidas, como
construcciones en el mundo espiritual. Como bien dice
Herculano Pires el detallamiento de las ofrecidas por
André Luiz es la manera de él verlas, sin embargo, no
tiene sentido ninguno negarlas delante de todo que, en
la actualidad, podemos encontrar al respecto de ellas.
Quedamos
muy preocupados con los amigos expositores que vienen al
público a decir lo contrario, pues están exponiéndose
como investigadores de superficie, demostrando que no
fueron al fondo de la cuestión, situación en que la
existencia de ellas es innegables.
_______________________________________
[1]
KARDEC, O Livro dos Espíritos, p. 301.
[2]
KARDEC, O Livro dos Espíritos, p. 301.
[3]
KARDEC, O Livro dos Espíritos, p. 152.
[4]
KARDEC, O Livro dos Espíritos, p. 152.
[5]
KARDEC, Revista Espírita 1858, p. 73-74.
[6]
KARDEC, Revista Espírita 1858, p. 73-74.
[7]
KARDEC, Revista Espírita 1859, p. 237-238.
[8]
KARDEC, Revista Espírita 1859, p. 237-238.
[9]
KARDEC, Revista Espírita 1859, p. 238.
[10]
KARDEC, Revista Espírita 1859, p. 238.
[11]
KARDEC, Revista Espírita 1865, p. 160.
[12]
KARDEC, Revista Espírita 1865, p. 160.
[13]
KARDEC, O Céu e o Inferno, p. 201.
[14]
KARDEC, O Céu e o Inferno, p. 201.