Tema: Cambio para mejor
La historia de la vaquita
Un sabio viajaba a pie con su discípulo, caminando por
caminos de tierra y por el campo, cuando vieron una
humilde casa de madera.
Como ya estaban cansados y una lluvia fuerte se
acercaba, decidieron pedir abrigo a los moradores de esa
cabaña, que era una pareja y sus tres hijos.
Los viajeros fueron acogidos y notaron que esa familia
pasaba por grandes necesidades. Todos parecían estar
cansados y desnutridos. Vestían ropas viejas e incluso
rota. La casa pobremente amueblada solo tenía cosas
desgastadas o estropeadas.
Mientras la lluvia caía con fuerza allá afuera, el padre
informó:
- Tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche
todos los días. Vendemos una parte y con el dinero
compramos algunas cosas. El resto lo usamos para nuestro
propio consumo. De esa forma, sobrevivimos.
Cuando la lluvia pasó, el sabio y su discípulo
agradecieron y se fueron.
En el camino, el discípulo, con pena de la pobreza de
esa familia, dijo:
- ¡Qué difícil situación! ¡Cinco personas viviendo
precariamente! ¡Por suerte ellos tienen esa vaquita! Qué
sería de esa familia sin ella, ¿no cree, maestro?
- Estarían mucho mejor – respondió el maestro.
El discípulo se asombró con esa respuesta, pero el sabio
explicó:
- Ellos están acostumbrados a esa forma de
supervivencia. Viven en un lugar amplio,
con tierra fértil, minas de agua y buen clima. Pero no
pueden ver la abundancia que tienen.
El discípulo comprendió, pero todavía tenía una duda:
- Maestro, ¿por qué no les explicó eso a ellos?
- Porque no serviría. Ellos no demostraron estar
interesados en cambiar nada. Ni pidieron
mi opinión. Por ahora no hay nada que hacer, pero Dios
está cuidando de
ellos y en el momento correcto ellos serán ayudados.
El tiempo pasó y Después de algunos años el discípulo,
pasando nuevamente por esa región, observó que la
pequeña casita de madera ya no existía más. En el lugar
había una bonita casa de tejas. Al lado de ella, un
carro estacionado y grandes árboles, cargados de flores
y frutos.
El joven se acordó de la familia pobre y se preocupó.
¿Qué habría pasado? ¿Dónde estarían viviendo ahora? De
seguro se debían haber mudado, vendido esa tierra a
alguien con más recursos financieros, capaz de hacer
todas esas mejoras.
El discípulo fue hacia la casa y tuvo una grata
sorpresa. Era la misma familia que todavía vivía ahí. El
dueño de la casa lo reconoció, lo invitó a entrar y a
almorzar con ellos.
La comida estaba deliciosa y también la conversación. El
padre le contó que un día su vaquita se enfermó y murió.
Y todos pasaron un tiempo desesperados. Pero después se
dieron cuenta de que necesitaban hacer algo.
- Al comienzo fue difícil, pero pronto las cosas fueron
mejorando – dijo él. – Además de vacas de leche, hoy
tenemos gallinas que nos dan huevos, una gran huerta y
plantaciones de granos que nos han dado ricas cosechas.
Y además tenemos muchos terrenos para mejorar incluso
más y expandir nuestros emprendimientos.
- Estoy muy feliz de saber eso – dijo el discípulo. –
Veo que su familia está saludable y feliz.
Cuando el joven se fue, el dueño de la casa le dio un
saco con frutas y dulces caseros. Él agradeció
gentilmente y se fue.
Retomando su camino, el discípulo se acordó de su
maestro y reconoció que tenía razón. La familia estaba
mucho mejor sin la vaquita.
Reflexionando, él percibió que un sufrimiento puede ser
una invitación de la vida a un cabio que necesita ser
hecho. Y que, muchas veces, un acontecimiento que
parecer ser malo es justamente el comienzo de una fase
mejor.
El joven sonrió feliz y reconoció que, incluso en los
momentos difíciles, la providencia divina está siempre
cuidándonos.
(Adaptación de una historia publicada en el sitio web www.acirpriopreto.com.br)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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