Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Cambio para mejor


La historia de la vaquita


Un sabio viajaba a pie con su discípulo, caminando por caminos de tierra y por el campo, cuando vieron una humilde casa de madera.

Como ya estaban cansados y una lluvia fuerte se acercaba, decidieron pedir abrigo a los moradores de esa cabaña, que era una pareja y sus tres hijos.

Los viajeros fueron acogidos y notaron que esa familia pasaba por grandes necesidades. Todos parecían estar cansados y desnutridos. Vestían ropas viejas e incluso rota. La casa pobremente amueblada solo tenía cosas desgastadas o estropeadas.

Mientras la lluvia caía con fuerza allá afuera, el padre informó:

- Tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Vendemos una parte y con el dinero compramos algunas cosas. El resto lo usamos para nuestro propio consumo. De esa forma, sobrevivimos.

Cuando la lluvia pasó, el sabio y su discípulo agradecieron y se fueron.

En el camino, el discípulo, con pena de la pobreza de esa familia, dijo:

- ¡Qué difícil situación! ¡Cinco personas viviendo precariamente! ¡Por suerte ellos tienen esa vaquita! Qué sería de esa familia sin ella, ¿no cree, maestro?

- Estarían mucho mejor – respondió el maestro.

El discípulo se asombró con esa respuesta, pero el sabio explicó:

- Ellos están acostumbrados a esa forma de supervivencia. Viven en un lugar amplio, con tierra fértil, minas de agua y buen clima. Pero no pueden ver la abundancia que tienen.

El discípulo comprendió, pero todavía tenía una duda:

- Maestro, ¿por qué no les explicó eso a ellos?

- Porque no serviría. Ellos no demostraron estar interesados en cambiar nada. Ni pidieron mi opinión. Por ahora no hay nada que hacer, pero Dios está cuidando de ellos y en el momento correcto ellos serán ayudados.

El tiempo pasó y Después de algunos años el discípulo, pasando nuevamente por esa región, observó que la pequeña casita de madera ya no existía más. En el lugar había una bonita casa de tejas. Al lado de ella, un carro estacionado y grandes árboles, cargados de flores y frutos.

El joven se acordó de la familia pobre y se preocupó. ¿Qué habría pasado? ¿Dónde estarían viviendo ahora? De seguro se debían haber mudado, vendido esa tierra a alguien con más recursos financieros, capaz de hacer todas esas mejoras.

El discípulo fue hacia la casa y tuvo una grata sorpresa. Era la misma familia que todavía vivía ahí. El dueño de la casa lo reconoció, lo invitó a entrar y a almorzar con ellos.

La comida estaba deliciosa y también la conversación. El padre le contó que un día su vaquita se enfermó y murió. Y todos pasaron un tiempo desesperados. Pero después se dieron cuenta de que necesitaban hacer algo.

- Al comienzo fue difícil, pero pronto las cosas fueron mejorando – dijo él. – Además de vacas de leche, hoy tenemos gallinas que nos dan huevos, una gran huerta y plantaciones de granos que nos han dado ricas cosechas. Y además tenemos muchos terrenos para mejorar incluso más y expandir nuestros emprendimientos.

- Estoy muy feliz de saber eso – dijo el discípulo. – Veo que su familia está saludable y feliz.

Cuando el joven se fue, el dueño de la casa le dio un saco con frutas y dulces caseros. Él agradeció gentilmente y se fue.

Retomando su camino, el discípulo se acordó de su maestro y reconoció que tenía razón. La familia estaba mucho mejor sin la vaquita.

Reflexionando, él percibió que un sufrimiento puede ser una invitación de la vida a un cabio que necesita ser hecho. Y que, muchas veces, un acontecimiento que parecer ser malo es justamente el comienzo de una fase mejor.

El joven sonrió feliz y reconoció que, incluso en los momentos difíciles, la providencia divina está siempre cuidándonos.

 

(Adaptación de una historia publicada en el sitio web www.acirpriopreto.com.br)


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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