Tema: Honestidad
El caso del queso
Una vez, en una ciudad del interior, que tenía pocas
tiendas y casi todo el mundo se conocía, el dueño de la
tienda de abarrotes fue a buscar al jefe de la policía
para presentar una denuncia contra el vendedor de
quesos:
- Él me vendió un queso diciendo que pesaba 1 kg. Le
pagué y me fui a mi casa. Cuando llegué, pesé el queso y
para mi sorpresa pesaba menos de 1 kg. ¡El vendedor de
quesos me engañó y me cobro más caro de lo que debería!
¡Él me perjudicó y eso no puede quedarse así! – decía
nervioso el dueño de la tienda de abarrotes.
El jefe de la policía fue entonces a la pequeña tienda
del vendedor de quesos y le comunicó lo ocurrido y la
necesitad de investigar su tienda y la manera en que
pesaba sus quesos.
El dueño de la tienda de quesos se quedó sorprendido con
la acusación y luego fue explicando:
- Mi balanza electrónica se rompió y tuve que llevarla a
reparar. Como no me podía quedar sin balanza y el
técnico me dijo que demoraría algunos días para hacer la
reparación, él mismo me prestó esta antigua balanza
manual, que estoy usando hace dos días.
La balanza tiene dos platos. En uno de ellos pongo un
peso de 1 kg y en el otro coloco mi queso. Si los dos
platos se equilibran, o sea, si ninguno de los dos
platos queda más arriba o más abajo, sé que mi queso
pesa 1 kg también. Como no estoy acostumbrado a usar esa
balanza, no tenía un peso de 1 kg. Entonces, fui a la
tienda de abarrotes y compre un kilo de arroz y estoy
usando eso como medida para calcular el peso de mis
quesos.
El encargado observó la balanza y el pequeño saco
conteniendo los granos de arroz, que tenía la etiqueta
de la tienda de abarrotes y la indicación del peso de 1
kg.
Saliendo de la tienda de quesos, el jefe de la policía
ya desconfiaba de lo que había sucedido y, para estar
seguro, fue a la tienda de abarrotes, que era una tienda
más grande que la de quesos, donde se vendían varios
tipos de alimentos, como arroz, frijoles, harina, harina
de maíz, maíz, además de frutas, verduras y hasta
carnes. Todos esos productos eran pesados, conforme a la
cantidad del pedido y entregados a los clientes.
El dueño de la tienda de abarrotes recibió al jefe de la
policía con una sonrisa, creyendo que iba a recibir
algún dinero de regreso, porque había tenido que pagar
más caro por el queso que compró. Pero pronto se dio
cuenta de que la situación de había invertido y el
delegado venía a investigar su tienda y la manera en que
pesaba sus productos.
La tienda de abarrotes tenía no solo una, sino tres
balanzas electrónicas. El jefe de la policía se llevó
las tres y determinó que la tienda fuera cerrada hasta
que se esclareciera el caso.
Las balanzas fueron llevadas a ser evaluadas y se
comprobó que las tres máquinas fueron adulteradas e,
incluso pesando cantidades menores, mostraban siempre un
peso mayor. Por eso, el vendedor de quesos compró 1 kg
de arroz, pero recibió menos que eso. Y por eso los
quesos que él estaba vendiendo también pesaban menos de
1 kg.
El jefe de la policía hizo una advertencia al vendedor
de quesos. Le dijo que él tendría que ser más cuidadoso
de ahí en adelante y que también debería devolver el
dinero a todos los clientes que habían comprado quesos
en esos dos días. Y el dueño de la tienda de abarrotes
recibió una enorme multa. Y quedó varios días con su
comercio cerrado, hasta que las balanzas fueran
arregladas para mostrar el peso real de los alimentos.
Todos los clientes, cuando supieron lo que el dueño de
la tienda de abarrotes hacía, se enojaron y muchos ya no
quisieron comprar nada más allá. El dueño de la tienda
de abarrotes tuvo un perjuicio financiero muy grande.
Tal vez había perdido incluso más dinero del que había
ganado engañando a los clientes. Además, se sentía muy
avergonzado cuando se encontraba con el vendedor de
quesos.
Fue un suceso muy malo para todos, principalmente para
el dueño de la tienda de abarrotes, que quiso acusar al
vendedor de quesos, cuando era él mismo el culpable.
Pero, como Dios siempre saca el bien de un mal, el dueño
de la tienda de abarrotes aprendió una buena lección.
Nunca más alteró el peso de las balanzas, ni hizo nada
para engañar a sus clientes. Por el contrario, pasó a
ser honesto y hasta gentil con los clientes. Y, poco a
poco, fue reconquistando la amistad y la confianza de
todos.
Es verdad que tomó algunos años para que eso pasara,
pero lo importante es que todo terminó bien.
(Adaptación de una historia popular.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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