Tema: Miedo, superación
La garza y el viento
Gaia era una joven garza, linda, de plumas blanquitas y
piernas alargadas. Ella vivía en una laguna con otras
garzas, parecidas a ellas. Pero ella tenía una
diferencia con las demás. A ella no le gustaba el
viento.
Mientras todas las garzas aprovechaban el viento para
jugar, volar más alto y aventurarse, Gaia se quedaba
parada, encogida, de espaldas al viento, con miedo,
esperando que pase.
Cuando el viento era fuerte, ella sentía que sus plumas
se movían, su cuerpo se balanceaba. Ella odiaba eso. Le
parecía una desconsideración. Si no cerraba las alas con
fuerza, el viento podía pasar por debajo de ellas y
hacerle perder el equilibrio.
Un día, una garza más vieja, dándose cuenta de la
aflicción de la joven, fue a conversar con ella:
– ¿Qué pasa, querida mía, por qué estás así?
– El día estuvo genial, pero sentí una brisa fría. Creo
que el tiempo va a cambiar y empezará ese ventarrón que
no me gusta.
- Gaia, he notado que siempre quieres huir del viento,
encogiéndote, escondiéndote, dándole la espalda.
- Claro, si pudiera lo apagaría, eso sí – respondió la
joven garza, asustada.
– Pero, ¿sabías que es encarando al viento de frente que
podemos despegar o aterrizar mejor, con más seguridad?
Gaia no lo sabía. Para ella, el viento solo confundía.
Se quedó mirando a la garza más vieja, esperando más
información.
La otra garza continuó:
- Cuando hace viento, si me quedara como tú, de
espaldas, toda acurrucada, también me sentiría incómoda.
Si quisiera levantar vuelo así, podría incluso perder el
equilibrio y lastimarme. Entonces, lo que hago es
voltearme hacia el viento, encararlo de frente y
extender mis alas. ¡Entonces es una delicia! ¡Ni
siquiera necesito hacer fuerza! El viento, me sostiene,
bajo mis alas, me levanta y me lleva a pasear. Entonces
allá arriba, me doy la vuelta y él me empuja para que
pueda volar rápido, a donde quiera. Cuando llega el
momento de descender, me doy la vuelta de nuevo, frente
a él y él me ayuda a mantener el equilibrio para
descender muy lentamente. ¡Es muy bueno! ¡Quisiera que
algún día pudieras sentir eso!
- ¡Yo también! – respondió la garza pequeña,
entristecida – no sé por qué soy así.
- Todo tiene una razón, una causa, ¿no es así, querida
mía? Puede que no lo recuerdes, pero puede que te hayas
asustado un poco en algún ventarrón, o te hayas
impresionado con la historia de alguien. O incluso
haberte lastimado, cuando eras pequeñita. Todo es
posible. Pero lo que importa es que, sea lo que fuera,
ya pasó. Y lo que tienes que vivir es el ahora, que
puede ser diferente y hasta mejor de lo que imaginas.
Piensa en esto, amiga mía, y buena suerte con el viento
la próxima vez que venga.
La garza más vieja se alejó, fue a pescar un pez para
comer. Y Gaia se quedó ahí, pensando en lo que habían
conversado.
Tal vez no era lo mejor para ella quedarse intentando
evitar el viento, de espaldas a él, por el resto de su
vida. Tal vez el viento también tuviera un lado bueno.
Gaia no pudo cambiar de un día para el otro. Pero solo
de pensar que el viento podría no ser tan malo, podría
no estar queriendo provocarla, sino ayudarla como lo
hacía con las otras, ya se sentía más calmada.
Al comienzo, se quedaba de espaldas a él, pero pasó a ya
no tener tanto miedo. Después comenzó a abrir sus alas y
jugar a que se dejaba llevar, cayéndose de un lado para
el otro. Ella pasó a observar también lo que hacían las
otras. Eso también ayudó, pues, dándose cuenta de su
confianza, ella también se sentía valiente.
Y así, poco a poco, después de un buen tiempo, pero
siempre intentando un poquito más, Gaia fue dejando
atrás ese sufrimiento. Hasta que un bello día, se dio
cuenta de que estaba logrando hacer lo que la garza más
vieja hacía.
Ella había encarado al viento de frente, paseando con él
y, lo más importante, se estaba sintiendo muy bien. Con
empeño, coraje, y la ayuda del tiempo, Gaia consiguió
finalmente superar su dificultad.
Todos nosotros podemos hacer como ella, cuando
encontramos algún desafío en la vida. Es solo recordar
que Dios siempre nos dará los recursos, pero sin olvidar
que Él no nos exime de tener la voluntad de vencer.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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