Tema: Envidia
El escarabajo envidioso
Desde la ventana de su escondrijo el escarabajo muy
enojado reclamaba solo en voz alta:
- ¡Qué luz más linda! ¡Cómo brilla! Parece una pequeña
estrella caída del cielo. ¡Es
tan linda!
Era de la luciérnaga de quien el escarabajo hablaba con
tanta envidia. Esa luz que se encendía y apagaba lo
dejaba furioso porque no era suya. El escarabajo
cascarudo era así. Siempre quería ser igual a los demás,
a los vecinos, a sus parientes, a sus amigos. Cuando la
langosta compró un abrigo verde y apareció en la fiesta
de los grillos, se quedó con la boca abierta. Queriendo,
por supuesto, ser
como la langosta. Volvió a su casa enojado y triste. Ni
disfrutó la fiesta.
- ¿Qué pasó? – preguntó su mamá.
- Nada, la fiesta me pareció aburrida, solo eso –
respondió él, yéndose a dormir.
Eso mismo pasó cuando escuchó a un pajarito cantando.
Quería de cualquier forma cantar igual. Y así, siempre
queriendo ser como los demás, era un escarabajo triste.
Pero, lo que más lo enojaba era exactamente la
luciérnaga y pensaba:
- ¡Ojalá fuera yo quien tuviera esa hermosa luz!
La envidia que el escarabajo sentía era tan grande que
incluso con tantos motivos para ser feliz, se sentía muy
infeliz.
Un día, se quedó pensando tanto en eso, que tomó una
decisión inesperada. Decidió salir de casa. Tal vez
podría encontrar un lugar para vivir solo, lejos de la
luciérnaga y su luz que tanto le molestaba. No pensó en
su mamá, ni en sus hermanos,
ni en las cosas buenas que tenía. Simplemente
se fue, volando.
El escarabajo voló mucho, hasta quedar cansado. Quería
ir todavía más lejos. Cuando ya no aguantaba más, se
posó en un césped y se sentó para descansar.
No pasó mucho tiempo, cuando llegó una hormiga que
sonrió al verlo y lo saludó:
- ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Todo bien? ¿Puedo ayudarte en
algo? Pareces cansado. Soy pequeña, pero soy muy fuerte
- dijo la hormiga sonriendo. - Mis hermanas y yo podemos
cargarte si lo necesitas.
- ¡Hola! ¡Gracias! Pero no necesitas preocuparte. Estoy
bien. Sólo un poco cansado porque volé mucho más de lo
que suelo hacer. Paré
a descansar, pero pronto estaré bien.
- Ah, ¡qué bueno! Entonces, estás cansado por una buena
razón, ¿no? ¡Volar
debe ser increíble!
El escarabajo sabía que no todos los animales volaban,
pero estaba tan acostumbrado a darle atención solo a lo
que él no tenía, que no se acordaba de valorar esa
capacidad suya tan especial.
El escarabajo se quedó allí hablando con la hormiga por
algún tiempo y su nueva amiga le presentó a otros
animalitos que se iban acercando. Conoció al gusano, al
caracol, a la mariquita y al grillo. Todos eran amigos y
fueron muy simpáticos con el escarabajo.
- Tu color es muy bonito. Ese negro brillante de tu
espalda te hace ver elegante. ¡Parece que estás de
terno, vestido para una fiesta! - Dijo el caracol.
- ¡Es cierto! – asintieron los demás, sonriendo.
El escarabajo sintió que hablaban con sinceridad y
también que no les preocupaba que él fuera así. Al
contrario, parecían que realmente les gustaba que fuera
bonito y que supiera volar.
El escarabajo comenzó a pensar en cómo eran diferentes a
él. Se dio cuenta de que eran amigos unos de los otros,
que se elogiaban, se agradaban y eran felices juntos.
“Qué envidioso y triste soy. Estos
animalitos no son como yo, viven felices ayudándose unos
a otros” - pensaba el escarabajo. “No
estoy bien. Necesito intentar cambiar”.
El escarabajo decidió, entonces, volar de regreso a casa
donde su madre, que sin duda estaba preocupada,
buscándolo.
Se despidió de sus nuevos amigos, prometiendo volver a
visitarlos y por el camino pensaba:
– Voy a intentar vivir más alegre y feliz, así como soy,
con todo lo que tengo. Puedo esforzarme y ser un
escarabajo fuerte y bonito. No me pondré triste por la
luz de la luciérnaga. Voy a mirarla y solamente admiraré
su belleza. Quién sabe, ¡podría ser su amigo algún día!
(Adaptación de la historia de la
apostilla Jardín “A” de Evangelización de la Editorial
Alianza.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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