Tema: Caridad
El libro de la vida
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Hace mucho tiempo, en un reino muy lejos de
aquí, había un rey que buscaba un anciano para
ser ministro de su reino. El rey era muy fiel a
Dios y quería ser un buen
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soberano para su pueblo. Por eso quería
encontrar a alguien que conociera las Leyes de
Dios, que viviera sabiamente y que pudiera
ayudarlo a cuidar de su pueblo. |
En el reino había una ley según la cual todas las
acciones significativas que alguien
hiciese fueran registradas en un libro. Cada
ciudadano tenía un libro de su propia vida.
Los enviados del rey recorrieron, durante varias
semanas, todas las partes del reino buscando personas
que tuvieran las cualidades necesarias para el puesto.
Finalmente, dos hombres fueron llevados al palacio.
El rey los recibió en el salón del palacio, donde se
presentaron.
Los libros de la vida de cada uno fueron entregados al
rey y él comenzó a hojear uno de ellos.
- Veo que uno de ustedes ha hecho muchas buenas obras -
dijo el rey admirado. –
Distribuyó muchas donaciones a muchos necesitados. Y
lo hizo muchas veces.
Entonces uno de los hombres, dirigiéndose al rey, dijo:
– Majestad, probablemente ese es mi libro. Vengo de una
familia adinerada y he sido rico toda mi vida. Aunque
vivía con bastante comodidad, me acordaba periódicamente
de los que no tenían muchos recursos y los ayudaba,
haciendo donaciones a varias familias e incluso a
organizaciones de caridad en varias ocasiones.
- ¡Muy bien! Es
Ley de Dios que nos preocupemos por los que tienen menos
que nosotros y practiquemos la fraternidad. Me
alegro de que hayas actuado de esa manera.
Al ver que había complacido al rey, el hombre sonrió.
Confiado, pensó que sería difícil no ser elegido. Como
tenía mucho dinero, había hecho grandes donaciones. El
otro hombre difícilmente podría haber donado tanto
dinero, ropa y comida como él.
El rey entonces comenzó a hojear el segundo libro, que
no tenía tantas anotaciones como el primero.
El segundo hombre, tranquilo y de mirada amable,
esperaba los comentarios del rey. Pero, con humildad, no
creía tener condiciones de competir con su colega.
- Dígame, buen hombre, cómo fue su vida. ¿También es
rico y ha repartido parte de tu fortuna?
– Majestad, estoy muy feliz de poder conocerlo
personalmente y me gustaría inmensamente tener las
condiciones para servirle como ministro. Su bondad y
dedicación a nuestro pueblo es reconocida y comentada
incluso lejos de aquí. Pero, desafortunadamente, mi
libro no tiene tantas anotaciones como me gustaría.
Y prosiguió:
– Soy huérfano, fui criado por una familia pobre, que me
acogió. Desde muy joven tuve problemas de salud y muchas
veces necesité de la ayuda de los demás – continuó el
pobre hombre.
- ¿Como así? - preguntó el rey. – Veo aquí que organizó
trabajos comunitarios, hizo campañas para ayudar a las
familias necesitadas. Trabajó horas extras, de noche y
los fines de semana, para conseguir dinero y comprar
medicinas para los niños enfermos... Me dice que no es
rico, y sin embargo hizo donaciones a los necesitados.
– Sí, lo que está escrito allí no es mentira. Siempre
hice lo que pude, pero creo que no fue tanto. Desearía
haber hecho mucho más. La gente siempre necesita algo. A
veces, bienes materiales. Otras veces, atención y
cariño. Cada vez que lograba hacer algo por alguien, yo
era el que se alegraba. Sé de la importancia del gesto
de donación, tanto para quien recibe como para quien
da. Así
que desearía haber podido hacer mucho más.
Al oír estas palabras, el rey sonrió satisfecho, pues
había encontrado a su ministro. Incluso dando menos
cantidades de dinero y otros recursos, las donaciones
del hombre pobre valían mucho más para el rey que las
del rico, porque el primero incluso hizo sacrificios
para ayudar al próximo. Incluso pobre y enfermo, todavía
encontró muchas maneras de ayudar a los necesitados.
El hombre rico también era un buen hombre, sin duda.
Pero donó lo que le sobraba.
Y así fue como el hombre pobre fue llevado a vivir al
palacio y ser el ministro del reino. Los dos se llevaban
muy bien y juntos pudieron trabajar por el bienestar del
pueblo. Y todo el reino se llenó de abundancia y
felicidad.
Así es también la forma como Dios considera nuestras
actitudes. Él no espera que hagamos lo que no nos es
posible. Pero, dentro de nuestras condiciones, que
hagamos todo el bien que podamos.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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