Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Acción y Reacción


El niño de la montaña


Había un pastor que todos los días llevaba a sus ovejas a pastar a un valle muy bonito, desde donde podía divisar las montañas.

Un día, el pastor se despertó indispuesto, sintiendo su cuerpo cansado y enfermo. Por eso, le pidió a su hijo Hugo que llevara a pastar a los animales.

El joven obedeció. Soltó las ovejas y ellas caminaron junto a él hasta el lugar indicado por su padre. Pero Hugo no estaba acostumbrado a esa tarea. Le resultaba agotador y extenso tener que caminar tanto.

Ya estaba molesto cuando se tropezó y se cayó, gritando nervioso:

- ¡Ay! ¡Qué asco!

De pronto, oyó una voz que repetía lo que había dicho. La voz venía de lejos, probablemente de las montañas.

A Hugo no le gustó escucharla. Estaba irritado. ¿Sería alguien que se burlaba de su caída y de su grito?

- ¿Quién está ahí? -exclamó Hugo, irritado.

- ¿Quién está ahí? - preguntó la voz.

Y, entonces, comenzó el diálogo:

- ¡Yo pregunté primero! – exclamó Hugo.

- ¡Yo pregunté primero!

- ¡Fui yo, no tú!

- ¡Fui yo, no tú!

- ¡Testarudo! – gritó Hugo enojado.

- ¡Testarudo!

- ¡Eres muy molesto!

- ¡Eres muy molesto!

Hugo no lo soportó más. Llamó a las ovejas y se fue, malhumorado.

Llegando a casa, Hugo le contó a su padre lo que había sucedido. Dijo que un chico en las montañas, muy maleducado, lo había provocado y se había burlado de él.

El padre de Hugo escuchó todo con calma, pues ya había entendido lo que había sucedido.

Al día siguiente, el padre estaba mejor, pero le pidió a su hijo que lo acompañara de todos modos.

Los dos, entonces, fueron con las ovejas al mismo lugar donde Hugo había estado el día anterior.

Tan pronto como llegaron, el padre habló en voz alta:

- ¡Hola!

Y la voz que venía de las montañas respondió desde lejos:

- ¡Hola!

- ¡Me alegro de que estés ahí, amigo mío! - dijo amablemente el padre de Hugo.

Y escuchó la misma amabilidad. Siguió diciendo frases amistosas y escuchando la voz retribuyéndole en el mismo tono. Hugo se sorprendió y dijo:

— Hoy el chico de la montaña es muy simpático. Pero ayer me dijo tonterías y me molestó. No creo que le agrade, solo tú.

Entonces el padre de Hugo le explicó que no había ningún niño en las montañas. La voz que escuchó fue el eco de su propia voz.

Hugo se sobresaltó. No conocía este fenómeno. Pero hizo algunas pruebas y vio que su padre tenía razón. La voz siempre repetía lo que partía de él mismo.

- Interesante, ¿no es así, hijo? El eco es muy útil, ya que nos hace darnos cuenta de lo que estamos ofreciendo al mundo, a través de nuestro tono de voz y nuestras palabras. Normalmente, son otras personas las que escuchan lo que sale de nuestra boca y no nosotros mismos. Y lo más interesante es que la vida también es así. Lo que hacemos vuelve a nosotros. Si proyectamos cosas malas con nuestras palabras, sentimientos y acciones, también recibimos cosas malas. Pero si enviamos al mundo gestos buenos y amables, eso es lo que la vida nos devolverá también. ¿Entendiste, hijo?

Hugo se quedó pensativo y asintió con la cabeza, mostrando que entendía. Asombrado, se dio cuenta de que el chico que pensaba que era maleducado no vivía en las montañas. Era él mismo.

Pasó el tiempo y Hugo creció, pero esta enseñanza quedó marcada en su mente: la vida es como el eco, siempre devuelve lo que sale de nosotros mismos. Y eso le ayudó a ser una persona mucho mejor y más feliz.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita