Tema: Acción y Reacción
El niño de la montaña
Había un pastor que todos los días llevaba a sus ovejas
a pastar a un valle muy bonito, desde donde podía
divisar las montañas.
Un día, el pastor se despertó indispuesto, sintiendo su
cuerpo cansado y enfermo. Por eso, le pidió a su hijo
Hugo que llevara a pastar a los animales.
El joven obedeció. Soltó las ovejas y ellas caminaron
junto a él hasta el lugar indicado por su padre. Pero
Hugo no estaba acostumbrado a esa tarea. Le resultaba
agotador y extenso tener que caminar tanto.
Ya estaba molesto cuando se tropezó y se cayó, gritando
nervioso:
- ¡Ay! ¡Qué asco!
De pronto, oyó una voz que repetía lo que había dicho.
La voz venía de lejos, probablemente de las montañas.
A Hugo no le gustó escucharla. Estaba irritado. ¿Sería
alguien que se burlaba de su caída y de su grito?
- ¿Quién está ahí? -exclamó Hugo, irritado.
- ¿Quién está ahí? - preguntó la voz.
Y, entonces, comenzó el diálogo:
- ¡Yo pregunté primero! – exclamó Hugo.
- ¡Yo pregunté primero!
- ¡Fui yo, no tú!
- ¡Fui yo, no tú!
- ¡Testarudo! – gritó Hugo enojado.
- ¡Testarudo!
- ¡Eres muy molesto!
- ¡Eres muy molesto!
Hugo no lo soportó más. Llamó a las ovejas y se fue,
malhumorado.
Llegando a casa, Hugo le contó a su padre lo que había
sucedido. Dijo que un chico en las montañas, muy
maleducado, lo había provocado y se había burlado de él.
El padre de Hugo escuchó todo con calma, pues ya había
entendido lo que había sucedido.
Al día siguiente, el padre estaba mejor, pero le pidió a
su hijo que lo acompañara de todos modos.
Los dos, entonces, fueron con las ovejas al mismo lugar
donde Hugo había estado el día anterior.
Tan pronto como llegaron, el padre habló en voz alta:
- ¡Hola!
Y la voz que venía de las montañas respondió desde
lejos:
- ¡Hola!
- ¡Me alegro de que estés ahí, amigo mío! - dijo
amablemente el padre de Hugo.
Y escuchó la misma amabilidad. Siguió diciendo frases
amistosas y escuchando la
voz retribuyéndole en el mismo tono. Hugo
se sorprendió y dijo:
— Hoy el chico de la montaña es muy simpático. Pero ayer
me dijo tonterías y me
molestó. No
creo que le agrade, solo tú.
Entonces el padre de Hugo le explicó que no había ningún
niño en las montañas. La voz que escuchó fue el eco de
su propia voz.
Hugo se sobresaltó. No
conocía este fenómeno. Pero hizo algunas pruebas y vio que
su padre tenía razón. La voz siempre repetía lo que
partía de él mismo.
- Interesante, ¿no es así, hijo? El eco es muy útil, ya
que nos hace darnos cuenta de lo que estamos ofreciendo
al mundo, a través de nuestro tono de voz y nuestras
palabras. Normalmente, son otras personas las que
escuchan lo que sale de nuestra boca y no nosotros
mismos. Y lo más interesante es que la vida también es
así. Lo que hacemos vuelve a nosotros. Si proyectamos
cosas malas con nuestras palabras, sentimientos y
acciones, también recibimos cosas malas. Pero si
enviamos al mundo gestos buenos y amables, eso es lo que
la vida nos devolverá
también. ¿Entendiste,
hijo?
Hugo se quedó pensativo y asintió con la cabeza,
mostrando que entendía. Asombrado, se dio cuenta de que
el chico que pensaba que era maleducado no vivía en las
montañas. Era
él mismo.
Pasó el tiempo y Hugo creció, pero esta enseñanza quedó
marcada en su mente: la vida es como el eco, siempre
devuelve lo que sale de nosotros mismos. Y eso le ayudó
a ser una persona mucho mejor y más feliz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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