En la concepción de Jung “energía es todo aquello que
produce trabajo”. El trabajo es la marca del Creador.
Jesús incluso dice que “El Padre trabaja hasta ahora y
yo también” Ju 5-17. A partir del Fluido Cósmico
Universal que es la materia de la materia todo se
organiza y se transforma en una evolución permanente
buscando cumplir la voluntad de Dios. Como hijos de Él,
obramos e interobramos en este contexto, cada cual con
su posibilidad de también organizar y crear. Eso demanda
fuerza de acción y avances intelectuales. Pues, es en la
acción armoniosa que expandimos el Universo que somos, a
la semejanza del Universo que, creado, se expande para
cumplir su papel en la creación. Siendo así, el trabajo
es la marca del Creador y todo, a partir de Él, ejerce
un poder que organiza y se transforma.
¿Cuando comenzamos a trabajar? A esa pregunta, las
respuestas pueden variar al infinito. En la pregunta 540
de El Libro de los Espíritus somos informados de
lo siguiente:
“¿Considera esas miríadas de animales que, poco a poco,
hacen emerger del mar islas y archipielagos. Juzga que
no hay ahí un fin providencial y que esa transformación
de la superficie del globo no sea necesaria a la armonía
general? Entre tanto, son animales de ínfimo orden que
ejecutan esas obras, proveyendo sus necesidades y sin
sospechar de que son instrumentos de Dios. Pues bien,
del mismo modo, los Espíritus más atrasados ofrecen
utilidad al conjunto. En cuanto se ensayan para la vida,
antes que tengan plena conciencia de sus actos y esten
en el goce pleno del libre-albedrío, actúan en ciertos
fenómenos, de que inconscientemente se constituyen los
agentes. Primeramente, ejecutan. Más tarde, cuando sus
inteligencias ya huvieran alcanzado un cierto
desenvolvimiento, ordenarán y dirigirán las cosas del
mundo material. Después, podrán dirigir las del mundo
moral. Es así que todo sirve, que todo se encadena en la
Naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel,
que también comenzó por ser átomo. ¡Admirable ley de
armonía, que vuestro limitado espíritu aun no puede
aprender en su conjunto!”
He ahí el punto esencial de nuestra reflexión. Entonces
el trabajo inició para nosotros hace millones de años
cuando experimentábamos las primeras manifestaciones de
nuestro vivir y de ahí avanzamos, inmediatamente,
incluso sin saber el existir que nos volvería humanos.
En allí llegando el trabajo fue ampliando y
perfeccionando. Dice Joanna de Ângelis que la
inteligencia se adquire a través de las experiencias
vividas y el presentimiento de las mismas. El trabajo
es, pues, el motor propulsor de nuestros avances
espirituales y que nos vuelve un ser psicológico con
propensiones a la angelitud.
Y es importante conocer los pasos humanos desde que se
levantó volviéndose bípedo. Fue un largo tiempo de
ajustes de los órganos a la nueva posición. Aquello fue
un gran trabajo. Después el desenvolvimiento de las
habilidades, la formación de las tribus primitivas y sus
avances. La investigación del entorno el intentar
entenderlo. Más tarde la búsqueda de la vida nómada y
los asentamientos en busca de mejores condiciones de
vida y aun más tarde la fundación de las
ciudades-estados, la mineralización, los principios de
la industrialización, sin contar la agricultura y la
ganadería que nos enriqueció sobremodo. Es importante
saber y considerar que todos participamos de esos
eventos y los traemos inherentes en nuestros
inconscientes como arquetipos que nos ayudan a realizar
en el presente. Nada puede ser hecho hoy si no
hubiésemos experimentado ayer. Dios creó un mundo lleno
de posibilidades para que nosotros, sus hijos, al
buscarlas y descubrirlas nosotros avancemos intelectual
y espiritualmente.
Muchas personas atribuyen los avances humanos apenas por
los avances intelectuales. Con todo, lo espiritual
también está presente. Cada acción realizada y
concretada hace a la mónada divina que somos crecer y
cada crecimiento que realizamos se traduce en nuevas
oportunidades. Esto es notorio, pues que a cada acción
que realizamos estamos preparando la próxima acción, así
como un vehículo que, rompiendo los kilómetros,
encuentran otros a ser vencidos hasta llegar a un lugar
para las acciones que llevó sus pasajeros. Eso es de tal
grandeza que nunca vamos a quedar estacionados en un
punto de llegada. Siempre buscaremos otro y otros, con
todo a cada llegada, el Espíritu expande por el
conocimiento del punto alcanzado. Eso es trabajo
continuo.
En la pregunta 674 de El Libro de los Espíritus encontramos
que: “El trabajo es una Ley de la Naturaleza, y por eso
mismo es una necesidad. La civilización obliga al hombre
a trabajar más, porque aumenta sus necesidades y sus
placeres”. Ahí está el motor propulsor de los avances.
Cuanto más aprendemos, más necesidades tenemos que
aprender porque nuestras premisas superiores aumentan.
Así, el trabajo, por largo tiempo considerado como un
castigo, es, en verdad un salvo conducto que nos
posibilitará adquirir el pasaporte para el conocimiento
del Universo.
Veamos la pregunta 675 del mismo libro: “¿Sólo debemos
entender por trabajo las ocupaciones materiales?” “No.
El Espíritu también trabaja, como el cuerpo. Toda
ocupación útil es trabajo.” A partir de esta información
podemos todos entender mejor lo que sea el trabajo. Hay
la acción del Espíritu sobre la materia que la vitaliza
y la transforma dentro de contextos que nos huyen aun a
una apreciación más profunda y detallada. Una acción del
Espíritu que genere una energía cualquiera, esa puede
realizar hechos que están más allá de aquillo que
podemos catalogar distintamente. Lo que se sabe es que
todo ocurre dentro de un orden, muchas veces llevados
como acaso o reacciones continuas y lógicas. Sin
embargo, ¿dónde queda la justicia de aquella acción?
Todo en la creación obedece al factor lógico, pero
también justo y todo tiene un origen y ese origen es una
suprema frecuencia que denominamos como amor. Entonces
fuimos creados por el amor y transitamos en él todo el
tiempo, jurando que no. Sólo en esos entendimientos es
que podemos percibir la real necesidad y causa del
trabajo.
Como es citado en la pregunta 540 de El Libro de los
Espíritus, miríadas de animales trabajan
incesantemente, cumpliendo una determinación, que sólo
ellos pueden realizar. Dentro del computo del Universo,
los humanos realizan tareas que sólo los humanos pueden
realizar. Sólo los humanos consiguen la fuerza para
lidiar con la materia bruta, moldeándola y ajustándola
dentro de las necesidades. Romper la presión de la
energía tan condensada necesita brazos fuertes e
interpretadas comunes a los hombres. Esa materia se
libera y eteriza, creando estancias menos densas. Y
nosotros, humanos, poseemos el don de esa liberación. He
ahí porque el trabalho nos hace crecer. El nos gratifica
por la acción realizada en pro del Universo. Y así,
también nos vamos eterizando en un continuo justo y
lógico que nos hará liberar de la materia, nuestro
cuerpo y templo, desde pronto en nuestras vidas,
conforme la pregunta 678 de El Libro de los Espíritus.
Ahora estamos siendo invitados a trabajar con Jesús en
Su inmensa Obra. Casi nada entendemos de eso. Somos aun
pequeños reclutas intentando adaptarnos. Vemos de lejos
y cada cual cuenta su historia. Incluso individuales,
necesitamos de una adaptación a las nuevas actividades.
Pues, no será de mucha valia entrar en ese trabajo
trayendo también nuestras desventuras y posicionamientos
personales. Una vez recluta, siempre un soldado
respetando a su superior, una vez que él llegó primero y
sabe más. He ahí el principio del trabajo con Jesús. Y,
a partir de ahí, cada cual será utilizado dentro de
aquello que le constituye un talento adquirido por sus
esfuerzos anteriores. Es una etapa nueva y lo nuevo
precisa ser querido, presenciado y adaptado. Los
trabajadores de Jesús son aquellos que ya vencieron las
primeras etapas del trabajo y agora se preparan para
mejorías en terrenos desconocidos, pero que tienen como
marco principal la búsqueda del camino para Dios.
Hay trabajadores de Jesús que impone reglas para sus
actividades. Estos están aun en los pórticos. A ellos
son dadas tareas menores que casi siempre adulteran
teniendo en cuenta sus propuestas pequeñas. Hay
trabajadores conscientes, hay los omisos, los
fanfarrones, los esclavos de las ideologías, los que
luchan por causas perdidas, los esclavos de las
falsedades humanas, los mandones y así va, en un
abultamiento constante de desequilibrios. Con todo, El
Señor los invitó y dará a esos trabajadores un tiempo de
ajuste. Es un ciclo, acabado el cual será evaluado,
admitido o no. Aquí citamos la Parábola del Festín de
las Bodas y la enigmática Túnica Nupcial, necesaria para
proseguir con el Señor.
Una vez trabajador de Jesús ya no se puede más
establecer sobre fundamentos personales y dictar las
normas de su acción. El trabajador de Jesús debe tener
todo su tiempo a Él dedicado porque sabe que el Señor lo
llamará apenas dentro de su tiempo y de sus
posibilidades. El Maestro no pedirá al bebé que dicte
una fórmula de la matemática avanzada, por cuanto este
bebé duerme y se alimenta de acuerdo con sus necesidades
infantiles. Cuanto más crece el bebé, más le será
pedido. Sí, somos bien pequeños en las tareas cristianas
y el que no lo entiende así, pasa hecho un bólido sin
dejar marcas. Deseando volverse un amigo de Jesús, pues
es así que Él considera a sus auxiliares, es preciso
gustarse a sí mismo, amarse a sí mismo, amar a Dios y al
prójimo. Dedicar todas las horas al trabajo del bien,
donde estuviera y con quien estuviera. Es preciso saber
renunciar para vencer los vicios, creando virtudes. Es
preciso entender que el tiempo de la infancia pasó y que
nuestros sofismas no siempre traducen las verdades
divinas. Es preciso saber cual es la voluntad del Padre
para cada uno. Es preciso ser fiel a esta voluntad.
Es preciso dejar allá a lo lejos los estandartes
acabados y entender que todo está definido de antemano y
que realizamos siempre dentro de esas definiciones
superiores. ¿Puedo transformar algo? Sí, cuando sé leer
los parámetros de la vida y coloco en los carriles
aquello que está fuera. Ahora, si insisto en caminar a
lo largo de los carriles, no seré un trabajador de
Jesús. Apenas un admirador de la Obra. Eso es muy poco.
He que debemos saber. He ahí lo que debemos transformar
para realizar una vez que antes cumpliamos rigurosamente
los dictamenes divinos de manera instintiva y ahora
tendrá que ser de manera racional. Todo en la naturaleza
se encadena desde el átomo primitivo. Es preciso pensar
en el Arcángele que comenzó por el átomo.