Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Esfuerzo y progeso


El pez rojo


Érase una vez un pez rojo que vivía en un lindo lago, donde vivián también otros peces.

Un pequeño canal traía agua al lago constantemente.

Al otro lado, otro canal, también angosto, drenaba el exceso de agua y así el lago se mantenía siempre con la misma cantidad de agua renovada. Los peces vivían muy bien ahí. Sin esfuerzo, conseguían alimentarse de hojas, insectos y larvas. No necesitaban nadar mucho, ni esforzarse para nada. Algunos incluso vivían apoyados en el fondo o en la ribera del lago, perezosos.

Sin embargo, con el tiempo, las condiciones del lago fueron cambiando.

A veces, el flujo de agua, que llegaba al lago, se reducía bastante o incluso se detenía. A veces faltaba lluvia, otras veces algo bloqueaba el paso del agua. Cuando esto sucedía, los peces comenzaban a sentirse mal. El agua quedaba sucia, oscura, con poco oxígeno...

Pero los peces no hacían nada más que esperar a que se resolviera el problema. Cuando esto sucedía, se aliviaban y rápidamente se olvidaban del problema, que volvía cada vez con más frecuencia.

Solo un pez rojo, que era muy listo, se quedaba preocupado.

- ¿Y si pasa de nuevo? ¿Y si dura más tiempo? ¿Podremos sobrevivir? ¿Nuestro lago seguirá siendo el mejor lugar para nosotros? – pensaba.

Rojo intentaba conversar con los demás, pero nadie quería pensar en problemas.

Solo, comenzó a buscar una solución. Quería encontrar otro lugar más seguro para que todos vivieran.

Primero aprendió a saltar fuera del agua. Para intentar ver lo que había alrededor del lago. Tomaba impulso y con fuerza daba grandes saltos. Pero no veía ningún otro lago cercano.

Los otros peces se incomodaban por su comportamiento agitado y se quejaban, diciéndole que se detuviera.

El pez rojo entonces comenzó a observar cómo funcionaba el lago y se dio cuenta de que sería fácil seguir el agua que salía del lago, siguiendo la corriente. El agua tenía que ir a alguna parte y quería saber adónde.

Solo había un problema: el canal por donde el agua corría era pequeño y angosto para Rojo.

Pero no se dio por vencido. Decidió mantener su cuerpo más delgado, para poder pasar. Y así, comenzó a comer menos. Solo lo suficiente para no pasar hambre y mantener la salud.Un día se dio cuenta de que estaba lo suficientemente delgado como para caber en el canal. Y así, con un poco de esfuerzo y la ayuda del agua, comenzó a moverse saliendo del lago.

El pez rojo emprendió entonces un largo viaje. Pero, un viaje muy agradable. El canal estrecho pronto se fue ensanchando y también recibiendo agua de otros canales. Entonces este canal, ya mucho más grande, desembocó en un río. Y el río, que también era pequeño al principio, se hizo grande, con un caudal enorme de agua y animales de varias especies.

A lo largo del camino, el pez rojo fue conociendo paisajes, plantas y animales increíbles. Se maravilló de todo lo que vio.

El pez rojo comenzó a vivir en ese gran río. Allí aprendió cosas fantásticas, hizo buenos amigos y se sentía seguro y muy feliz.

Pero un pensamiento todavía lo incomodaba. ¿Cómo estarían sus antiguos compañeros? ¿Estarían bien?

Siempre pensando en ellos, y sintiendo el compromiso de ofrecerles su experiencia, el pez rojo decidió regresar.

Y, así, hizo el viaje de regreso, esta vez con mucho más esfuerzo, pues nadó contracorriente. Tuvo que escurrirse para pasar por el pequeño canal. Pero su voluntad fue grande y lo logró.

Llegó, cansado pero feliz, a su antiguo hogar.

Sin embargo, su felicidad duró poco. Los otros peces no le prestaron la mínima atención. Rojo les contó sobre el río y habló de las diferencias y las ventajas que encontró allá, pero los demás no parecían creerle o no les importaba.

El pez rojo trató de explicar los peligros que ellos corrían al continuar allí. Los animó a hacer dieta y esforzarse para pasar por el pequeño canal de salida del lago. Les aseguró a todos que valía mucho la pena.

Pero los peces del lago, como se sentían cómodos, se rieron como si Rojo estuviera proponiendo algo absurdo o imposible.

Decepcionado con la reacción de sus compañeros, el pez rojo decidió irse. No había nada más que pudiera hacer. Una vez más hizo el largo viaje.

Al llegar al río, encontró de nuevo a sus amigos y el bienestar.

Volvió a vivir feliz y en paz. El río era su hogar ahora.

De vez en cuando pensaba en los peces del lago.

Se preocupaba por ellos, especialmente cuando tenía noticias de que no había llovido por mucho tiempo.

Por eso, él rezaba, pidiendo a Dios por sus vidas y para que comprendieran a tiempo, que sin esfuerzo, nadie progresa.


(Adaptación de un cuento egipcio.)



 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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