Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Gratitud


Bolita, el pollito fugitivo

 

Bolita era un pollito amarillito y gordito. Se parecía mucho una bolita. Bolita estaba muy triste en el gallinero.

- Me voy de aquí, dijo él. Mi casa es fea. Quiero una casa bonita, piu… piu… piu…

Bolita se fue y nadie lo vio. D. Pintada que era su madre, quedó desesperada. Quería a su hijito de vuelta, y gritaba: - ¡Bolita, Bolita! Dónde estás, coc… coc… coc...

Bolita caminó... caminó... caminó... y vio un pajarito en pajarito en un árbol. El pajarito cantaba alegre.

Bolita preguntó:

- Pajarito, ¿puedo vivir contigo?

- Sí puedes, sube hasta aquí, respondió el pajarito.

- ¿Subir hasta ahí?, dijo Bolita, asustado. – Ahí es muy alto, y puedo caer y lastimarme… No, pajarito, no me gusta tu casa. Me voy. Piu... piu... piu..

Bolita caminó... caminó... caminó... y llegó a la ribera de un río. Vio un pececito nadando muy contento.

Bolita preguntó:

- Pececito, ¿puedo vivir contigo?

- Sí puedes, lánzate aquí dentro del agua, respondió el pececito.

- ¿Lanzarme ahí dentro?, preguntó Bolita, sorprendido. – No, no, pececito, no me gusta tu casa, y me voy. Piu… piu… piu...

Bolita caminó... caminó... caminó... y se encontró con un armadillo que estaba cavando la tierra, muy satisfecho.

Bolita preguntó:

- Armadillo, ¿puedo vivir contigo?

- Sí puedes, Bolita, entra en este agujero, respondió el armadillo. – Ven a ver mi casa.

- ¿Entrar en ese agujero profundo y oscuro?, preguntó Bolita, muy asustado. Tengo miedo. Armadillo, no me gusta tu casa.

Y se fue. Piu... piu… piu…

Bolita caminó... caminó... caminó... hasta que comenzó a oscurecer. Bolita estaba cansado, tenía hambre. Sentía miedo y frío, y comenzó a llorar.

En eso, Bolita escuchó a lo lejos D. Pintada, que gritaba:

- ¡Bolita, Bolita! ¿Dónde estás?

Bolita comenzó a recordar: - ¡Qué buena es mi mamá! ¡Ella me quiere mucho! Que calientitas son sus alas. ¡Qué comidita tan deliciosa me da mamá!

Bolita entonces corrió disparado. Corrió, corrió hasta encontrar las alas cariñosas de D. Pintada. Y, muy contento, escondido en su mamá, comenzó a decir:

- ¡Qué buena eres, mamá! ¡Qué contento estoy! Y mirando al gallinero, continuó: ¡Mamá, no hay una casa más bonita como la mía!


Historia extraída de la página web Pelos caminhos da evangelização



 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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