Tema: Juicio
Juicio apresurado
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Marcelo estaba volviendo de la casa de su amigo.
Habían jugado toda la tarde. Estaba contento,
caminando por la vereda de su calle.
Cuando llegó cerca del árbol que había frente a
su casa, levantó la cabeza tratando de ver el
nido de pajaritos que
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había ahí. |
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Días atrás había nacido un pajarito y a Marcelo le
gustaba quedarse observando a la mamá cuidando a su
polluelo. A veces, ella estaba en el nido con él y otras
veces el pajarito se quedaba solo, esperando que su mamá
volviera con alimento. A Marcelo le gustaba ver cómo el
pajarito hacía al ver a su mamá, piando y abriendo bien
grande el pico para pedir comida.
Marcelo ya tenía planes de ser amigo de ese pajarito.
Quería darle semillas en su mano, llamándolo con un
silbido y verlo llegar volando.
Pero, mirando al árbol ese día, Marcelo tuvo una enorme
y desagradable sorpresa. Alguien había colocado una
jaula allá encima de la rama y puesto el nido de su
“pajarito” dentro de ella.
- ¿Qué es eso? – pensó, nervioso. - ¿Qué absurdo es ese?
¡El polluelo no ha salido todavía del nido y ya quieren
acostumbrarlo a una jaula, pobrecito!
Una mezcla de sentimientos tomó cuenta de Marcelo en ese
momento: rabia, indignación, dolor por el pajarito y
miedo de perder a su futuro amiguito.
El árbol era alto y Marcelo no conseguía subir a él sin
ayuda. Por eso, entró a su casa decidido a buscar una
escalera, subir al árbol y sacar el nido de esa jaula.
Marcelo caminaba molesto, con el ceño fruncido, y
pensaba: “Voy a arrancar esa jaula de ahí, coger un
martillo y destruirlo por completo, para que nunca más
pueda atrapar a ningún pajarito.”
- Solo puede haber sido Juninho quien hizo eso – dijo el
niño. – A él también le gustan los pajaritos y también
viene aquí todo el tiempo para ver el nido. Él es mayor
que yo y debe haber podido subir al árbol. Que espere a
que el árbol de su casa también tenga un nido. No voy a
dejar que se lleve a mi pajarito. ¡De ninguna
manera!
Y continuó:
- De ahora em adelante, no voy más a la casa de nadie.
Cuando llegue del colegio voy a quedarme jugando solo
aquí frente a la casa. Así, voy a poder vigilar más el
nido. El pajarito ya ha crecido mucho y pronto va a
poder volar.
Marcelo no sabía si tenían una escalera en su casa, ni
dónde podía estar guardada. Entonces, fue a hablar con
su mamá:
- Mama, ¿tenemos una escalera?
- Sí tenemos, hijo, pero ¿por qué quieres saber?
- Porque el envidioso de Juninho tuvo el atrevimiento de
subir al árbol enfrente de nuestra casa, amarrar una
jaula ahí y colocar el nido dentro, para que el pajarito
ya se acostumbre a la jaula y después quedárselo solo
para él. Él va a ver lo que voy a hacer – respondió
Marcelo, molesto, hablando alto.
La mamá de Marcelo sonrió, le pidió que se calmara y
empezó a explicar lo que había pasado.
Mientras ella estaba barriendo el frente de la casa, se
dio cuenta de que el pajarito se había caído del nido.
Él ya había crecido, debió haber intentado volar, pero
todavía no estaba listo. Entonces, para proteger al
pajarito, para que no fuera presa de un gato o tuviera
otros problemas, ella tuvo la idea de la jaula. Así,
podría quedarse en el árbol por unos días más, donde su
mamá pudiera cuidar de él hasta que fuera lo
suficientemente fuerte para poder volar.
El papá de Marcelo había hecho un hueco en el techo de
la jaula para que la mamá pajarito entrara y saliera y,
con cuidado, había conseguido sujetar la jaula en lo
alto del árbol.
Marcelo, al escuchar todo eso, no sabía qué decir. Todos
esos sentimientos que habían surgido en su corazón en un
segundo se transformaron en otros: alivio, gratitud y
arrepentimiento.
Alivio, por saber que todo estaba bien, gratitud porque
sus padres habían protegido al pajarito y
arrepentimiento por haber tenido tanta rabia de Juninho,
que, en verdad, no había hecho nada.
- Increíble, ¡qué bueno que no encontré la escalera! Yo
iba a hacer una gran tontería, ¿verdad, mamá? En vez de
proteger el pajarito, yo soy quien lo estaría poniendo
en peligro – dijo Marcelo, en un arrebato.
- Pues sí, hijo mío. Vamos a tener cuidado con los
juicios apresurados. No es bueno tomar decisiones o
tener actitudes repentinas sin saber en verdad lo que
está sucediendo.
Marcelo abrazó a su mamá con alegría. Además de sentir
que todo estaba bien, había aprendido una importante
lección.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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