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Gandhi y los compañeros animales |
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Hay en todas partes y en todos los tiempos, registros
importantes de grandes personajes de la historia humana
sobre la relación hombre-animales. Uno de ellos, del
hindú Mohandas Gandhi (1869-1948), defensor influyente
del principio de la no-agresión, de la no-violencia,
dice: “Siento
que el progreso espiritual requiere, en una determinada
etapa, que paremos de matar a nuestros compañeros, los
animales, para la satisfacción de nuestros deseos
corpóreos”. *
Es sabido que la tecnología industrial puede hoy,
perfectamente, crear substitutos a la mayor parte de
aquello que los animales pueden ofrecer, inclusive el
alimento, y que satisfaría plenamente “nuestros deseos
corpóreos”.
Entendiendo que el pensamiento de Gandhi une la
dependencia del sacrificio de los animales para atender
los deseos del cuerpo a la distancia que nos separa de
la buena condición espiritual.
En otras palabras: alcanzando cierto estado de progreso
espiritual, conservar hábitos milenarios de agresividad
es contrasentido; significa apenas condicionamiento
psíquico la que el hombre se sujeta por acomodación, y
que puede abandonar, si quisiera. Aun más cuando se
reconoce, cada vez con más claridad, que los animales
son almas en evolución, seres que hacen parte de la
estructura de la vida en el planeta, por tanto
imprescindibles al equilibrio general, que solo será
mantenido con actitud de respeto y preservación a todas
las formas de vida.
Pero, ¿y el hambre en el mundo, cómo queda?
Hay quien discrepe de Gandhi, diciendo: “¿Cómo
preocuparse con sentimentalismos en cuanto el hambre y
la miseria se arrastran por el mundo? ¡Es preciso manter
funcionando y hasta ampliar la red económica que genera
empleos y alimenta al mundo! Y concluyen: ¿Para que
discutir esa cuestión, cuando hay tantas cosas más
importantes?”
Cabe una pregunta: ¿El hombre abate animales para
atender al hambre de la humanidad o prioritariamente
para atender a un mercado consumidor? ¿Por qué inmensas
poblaciones no tienen acesso a la carne? ¿Por qué el
aumento constante de la creación y de la muerte de
animales no hace disminuir el hambre creciente?
Las cuestiones envueltas son complejas y se entrelazan,
es bien verdad. Pero es necesario decir que el principal
objetivo de esa “industria” es financiero y que la mayor
parte de los beneficios es usufructuar por unas
pocas personas y grupos.
Es preciso considerar, en esa discusión, la diferencia
entre la producción animal de las sociedades
industrializadas y de las tradicionales. En las
sociedades tradicionales de las regiones menos
desarrolladas del planeta la creación animal tiene el
valor económico de subsistencia, asociado también a
identidades sociales y cultural. Bien diferente de la
producción en las sociedades industrializadas, cuyo
principal objetivo es el beneficio.
Por eso, cualquier mudanza que el sector venga a adoptar
en el sentido de humanización de esa costumbre
alimentaria, debe comenzar por la alteración de
mentalidad de los “grandes señores” productores de
carne, así como iniciativas individuales crecientes
están cambiando hábitos, pretendiendo dejar a los
animales vivir su vida en paz.
A título de información
El relato de Estado de la Seguridad Alimentaria y
Nutrición en el Mundo 2022, lanzado por la ONU (ONU
News y CNN Brasil) apunta que el número de personas
afectadas por el hambre en todo el mundo subió para 828
millones en 2021, un alta de cerca de 46 millones desde
2020 y 150 millones desde el inicio de la pandemia de
Covid-19.
“Según la Organización
de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre afecta
a una de cada nueve personas en el mundo. Son más de 800
millones de personas desnutridas”, dice un artículo a la
periodista Aline Baroni, de la Mercy For Animals,
organización internacional de defensa animal sin fines
lucrativos.
A título de informação, yo diría de denuncia, el
artículo citado dice que “La mitad de toda proteina
producida en el mundo es usada
como porción.
En Brasil, ese número es aun más alarmante. Por aquí, el
79% es transformada en porción para animales, mientras
apenas el 16% es destinada a la alimentación humana. El
75% de las tierras de agriculturas del planeta son usadas
para pasto y producción de porción para
animales. No
hay tierra, agua y empleos suficientes para producir la
carne necesaria para alimentar a la población mundial
siempre creciente”.
Por tanto, hay una descompensación entre las necesidades
de alimento de las poblaciones más pobres del mundo y la
producción global de carne, que atiende más el interés
económicos que a cualquier otra demanda.
Hay una infinidad de estudios y estadísticas que
comprueban esa descompensación degradante, lo que
muestra la necesidad urgente de incrementarse nuevas
soluciones (que ya existen) para alimentar a la
humanidad, con menos devastación, hipocresia e impiedad.
En mi punto de vista, los argumentos contrarios a la
posición de Gandhi están con la validad vencida. No
pueden, hoy en día, tener prevalencia sobre el derecho a
la vida; no pueden estar indefinidamente en el tiempo,
arriba del sentimiento de piedad y de los apelos de la
razón; no pueden sobrepujar la prioridad número uno del
hombre, que es su desarrollo espiritual (relea la frase
de Gandhi).
Sin prohibición, más concienciación
El hombre es la síntesis evolutiva (aun parcial) de un
proceso que pasó antes por el reino animal. ¿Da para
imaginar la vida humana en la Tierra sin la contribución
del animal vivo? Los espíritas saben que en mundos más
adelantados los animales son piadosamente respetados y
tienen mucha importancia en las tareas junto a aquellas
humanidades. Aquí también ellos ayudan al hombre, además
de ser fundamentales en el equilibrio de la vida
planetaria. Se trata, entonces, de iniciar un proceso de
ablandamiento de las costumbres humanas en relación a
ellos. Nada de prohibiciones, pero más concienciación;
una mirada más comprensiva a todo género de vida.
Con el conocimiento que tenemos hoy, es posible la
construcción de una nueva relación con el mundo animal,
así como han sido propuestos nuevos modelos de
comportamiento con referencia al medio ambiente, a la
salud mental, a la convivencia social, al entendimiento
de espiritualidad... Es ese raciocinio que se me ocurre
cuando leo esa frase del “Mahatma” (en sánscrito, “gran
alma”).
Hay mudanzas en nuestro mundo que demoran décadas,
siglos y hata a veces milenios para consolidarse. Pero,
“en una determinada etapa” de nuestro progreso
espiritual, la idea de Gandhi en relación a nuestros compañeros animales
precisa salir del simples concepto filosófico para salir
la realidad. ¿No estaremos ya entrando en ese periodo
civilizado donde rutinas, usos y prácticas precisan ser
modificadas? El planeta y sus habitantes parecen estar
pidiendo esa transición.
Del menor para el mayor, de los más para los menos
Por tanto, en cuanto a las ideas nuevas que obran el
espíritu humano y piden solución, somos todos llamados a
contribuir. Quien no se siente fuerte para enfrentar los
males mayores, comience por atacar los menores. Pequeños
desafíos pueden ser intentados, como por ejemplo, dejar
de fumar; dejar o disminuir la ingestión de alcohol;
comer menos carne o eliminar la carne roja para comenzar
un proceso de cambio. Disminuir el consumo de todo.
Reciclar. Reaprovechar. Consertar lo que da consierto. Y
muchas otras cosas. Los beneficios serán de todos. Y por
encima de todo, asumir mentalidad amorosa, fraterna, que
es lo que verdaderamente transforma. La adopción de
pequeñas actitudes comportamentales tendrá reflejos en
el campo moral.
El hecho es que llegamos a la penosa constatación de
cuanto aun la humanidad precisa avanzar en la dirección
de las leyes de amor vividas por Jesús de Nazarét y tan
bien disertadas en los apelos morales de la rica
bibliografía espírita. Tenemos que comenzar, de una vez
por todas.
Todo a su tiempo, pero según los Espíritus, “Los tiempos
ya llegaron”.
*www.pensador.com