Especial

por Cláudio Bueno da Silva

Gandhi y los compañeros animales

Hay en todas partes y en todos los tiempos, registros importantes de grandes personajes de la historia humana sobre la relación hombre-animales. Uno de ellos, del hindú Mohandas Gandhi (1869-1948), defensor influyente del principio de la no-agresión, de la no-violencia, dice: “Siento que el progreso espiritual requiere, en una determinada etapa, que paremos de matar a nuestros compañeros, los animales, para la satisfacción de nuestros deseos corpóreos”. *

Es sabido que la tecnología industrial puede hoy, perfectamente, crear substitutos a la mayor parte de aquello que los animales pueden ofrecer, inclusive el alimento, y que satisfaría plenamente  “nuestros deseos corpóreos”.

Entendiendo que el pensamiento de Gandhi une la dependencia del sacrificio de los animales para atender los deseos del cuerpo a la distancia que nos separa de la buena condición espiritual. 

En otras palabras: alcanzando cierto estado de progreso espiritual, conservar hábitos milenarios de agresividad es contrasentido; significa apenas condicionamiento psíquico la que el hombre se sujeta por acomodación, y que puede abandonar, si quisiera. Aun más cuando se reconoce, cada vez con más claridad, que los animales son almas en evolución, seres que hacen parte de la estructura de la vida en el planeta, por tanto imprescindibles al equilibrio general, que solo será mantenido con actitud de respeto y preservación a todas las formas de vida.

Pero, ¿y el hambre en el mundo, cómo queda?

Hay quien discrepe de Gandhi, diciendo: “¿Cómo preocuparse con sentimentalismos en cuanto el hambre y la miseria se arrastran por el mundo? ¡Es preciso manter funcionando y hasta ampliar la red económica que genera empleos y alimenta al mundo! Y concluyen: ¿Para que discutir esa cuestión, cuando hay tantas cosas más importantes?”

Cabe una pregunta: ¿El hombre abate animales para atender al hambre de la humanidad o prioritariamente para atender a un mercado consumidor? ¿Por qué inmensas poblaciones no tienen acesso a la carne? ¿Por qué el aumento constante de la creación y de la muerte de animales no hace disminuir el hambre creciente?

Las cuestiones envueltas son complejas y se entrelazan, es bien verdad. Pero es necesario decir que el principal objetivo de esa “industria” es financiero y que la mayor parte de los beneficios es usufructuar por unas pocas personas y grupos.

Es preciso considerar, en esa discusión, la diferencia entre la producción animal de las sociedades industrializadas y de las tradicionales. En las sociedades tradicionales de las regiones menos desarrolladas del planeta la creación animal tiene el valor económico de subsistencia, asociado también a identidades sociales y cultural. Bien diferente de la producción en las sociedades industrializadas, cuyo principal objetivo es el beneficio.

Por eso, cualquier mudanza que el sector venga a adoptar en el sentido de humanización de esa costumbre alimentaria, debe comenzar por la alteración de mentalidad de los “grandes señores” productores de carne, así como iniciativas individuales crecientes están cambiando hábitos, pretendiendo dejar a los animales vivir su vida en paz.

A título de información

El relato de Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo 2022, lanzado por la ONU (ONU News y CNN Brasil) apunta que el número de personas afectadas por el hambre en todo el mundo subió para 828 millones en 2021, un alta de cerca de 46 millones desde 2020 y 150 millones desde el inicio de la pandemia de Covid-19.

“Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre afecta a una de cada nueve personas en el mundo. Son más de 800 millones de personas desnutridas”, dice un artículo a la periodista Aline Baroni, de la Mercy For Animals, organización internacional de defensa animal sin fines lucrativos.

A título de informação, yo diría de denuncia, el artículo citado dice que “La mitad de toda proteina producida en el mundo es usada como porción. En Brasil, ese número es aun más alarmante. Por aquí, el 79% es transformada en porción para animales, mientras apenas el 16% es destinada a la alimentación humana. El 75% de las tierras de agriculturas del planeta son usadas para pasto y producción de porción para animales. No hay tierra, agua y empleos suficientes para producir la carne necesaria para alimentar a la población mundial siempre creciente”.

Por tanto, hay una descompensación entre las necesidades de alimento de las poblaciones más pobres del mundo y la producción global de carne, que atiende más el interés económicos que a cualquier otra demanda.

Hay una infinidad de estudios y estadísticas que comprueban esa descompensación degradante, lo que muestra la necesidad urgente de incrementarse nuevas soluciones (que ya existen) para alimentar a la humanidad, con menos devastación, hipocresia e impiedad.

En mi punto de vista, los argumentos contrarios a la posición de Gandhi están con la validad vencida. No pueden, hoy en día, tener prevalencia sobre el derecho a la vida; no pueden estar indefinidamente en el tiempo, arriba del sentimiento de piedad y de los apelos de la razón; no pueden sobrepujar la prioridad número uno del hombre, que es su desarrollo espiritual (relea la frase de Gandhi).

Sin prohibición, más concienciación

El hombre es la síntesis evolutiva (aun parcial) de un proceso que pasó antes por el reino animal. ¿Da para imaginar la vida humana en la Tierra sin la contribución del animal vivo? Los espíritas saben que en mundos más adelantados los animales son piadosamente respetados y tienen mucha importancia en las tareas junto a aquellas humanidades. Aquí también ellos ayudan al hombre, además de ser fundamentales en el equilibrio de la vida planetaria. Se trata, entonces, de iniciar un proceso de ablandamiento de las costumbres humanas en relación a ellos. Nada de prohibiciones, pero más concienciación; una mirada más comprensiva a todo género de vida.

Con el conocimiento que tenemos hoy, es posible la construcción de una nueva relación con el mundo animal, así como han sido propuestos nuevos modelos de comportamiento con referencia al medio ambiente, a la salud mental, a la convivencia social, al entendimiento de espiritualidad... Es ese raciocinio que se me ocurre cuando leo esa frase del “Mahatma” (en sánscrito, “gran alma”).

Hay mudanzas en nuestro mundo que demoran décadas, siglos y hata a veces milenios para consolidarse. Pero, “en una determinada etapa” de nuestro progreso espiritual, la idea de Gandhi en relación a nuestros compañeros animales precisa salir del simples concepto filosófico para salir la realidad. ¿No estaremos ya entrando en ese periodo civilizado donde rutinas, usos y prácticas precisan ser modificadas? El planeta y sus habitantes parecen estar pidiendo esa transición.

Del menor para el mayor, de los más para los menos

Por tanto, en cuanto a las ideas nuevas que obran el espíritu humano y piden solución, somos todos llamados a contribuir. Quien no se siente fuerte para enfrentar los males mayores, comience por atacar los menores. Pequeños desafíos pueden ser intentados, como por ejemplo, dejar de fumar; dejar o disminuir la ingestión de alcohol; comer menos carne o eliminar la carne roja para comenzar un proceso de cambio. Disminuir el consumo de todo. Reciclar. Reaprovechar. Consertar lo que da consierto. Y muchas otras cosas. Los beneficios serán de todos. Y por encima de todo, asumir mentalidad amorosa, fraterna, que es lo que verdaderamente transforma. La adopción de pequeñas actitudes comportamentales tendrá reflejos en el campo moral.

El hecho es que llegamos a la penosa constatación de cuanto aun la humanidad precisa avanzar en la dirección de las leyes de amor vividas por Jesús de Nazarét y tan bien disertadas en los apelos morales de la rica bibliografía espírita. Tenemos que comenzar, de una vez por todas.

Todo a su tiempo, pero según los Espíritus, “Los tiempos ya llegaron”.


*www.pensador.com 


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita