Tema: Amistad
El ciempiés y la mariposa
Vivían en el bosque, al pie de un gran árbol, una oruga
y un ciempiés muy amigos. Ellos habían crecido juntas y
les gustaba pasear al sol, comer hojas verdes y jugar
juntas.
El tempo pasó y llegó el momento de la oruga de hacer un
capullo.
El ciempiés extrañaba pasear con su amiga, pero
sabía que pronto ella saldría de ahí y ellas podrían
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jugar juntas de nuevo. |
El ciempiés estaba pensando en eso cuando la mariquita
se le acercó al pasar.
- ¡Buenos días, ciempiés! ¿A la oruga y a ti les
gustaría ver conmigo las flores que han nacido? – dijo
la mariquita.
- ¡Buenos días! Creo que la oruga todavía va a quedarse
unos días más en su capullo, ¡pero me gustaría ir
contigo!
- Pobrecita... Debe estar muy apretada ahí adentro.
Espero que esté bien – dijo la mariquita pensativa.
Pasaron unos días, y todos los animalitos del bosque
estaban esperando a la oruga salir de su capullo. Todos
se reunieron alrededor del capullo para recibir a la
oruga apenas saliera.
- Ella debe tener hambre después de quedarse en su
capullo tanto tiempo – dijo el caracol. – Traje algunas
hojas para ella, por si quisiera tomar una merienda.
- ¡Vean esto, el capullo se está abriendo! – dijo el
ciempiés animado. - ¡Vamos a darle la bienvenida a la
oruga!
Pero todos se llevaron una gran sorpresa cuando vieron
dos lindas alas azules saliendo del capullo. ¡La oruga
se había transformado en una mariposa!
- Qué maravilla... ¡Quiero decir, mariposa! – se rio el
ciempiés. – Ahora que ya puedes pasear de nuevo,
¿quieres jugar con nosotros en las raíces del mango?
- Estoy muy cansada de tanto hacer esfuerzo para salir
del capullo – dijo la mariposa. ¿Por qué no te
adelantas? Voy a estirar mis alas y, cuando esté mejor,
los encuentro.
El ciempiés estuvo de acuerdo, pensando que al día
siguiente podría pasear con su amiga, como lo hacían
antes. Pero, a la mañana siguiente, la mariposa también
rechazó la invitación.
- Ahora que tengo alas, no sé si es una buena idea
pasear juntas.
- Qué tontería – dijo el ciempiés. – La abeja también
tiene alas, y acostumbrábamos a ir juntas a la ribera
del río a ver las flores que nacían ahí. No
hay problema con ser diferentes.
Incluso así, la mariposa rechazó la invitación. El
ciempiés salió a buscar hojas para comer y mientras
tanto la mariposa voló hasta el río.
- ¡Qué rápido puedo volar! ¡Mis alas son en verdad
maravillosas! – se jactaba ella.
La mariposa voló hasta la ribera del río y se posó en
una flor que caía sobre el agua, y se quedó admirando el
reflejo de sus alas.
De repente, un fuerte viento balanceó la flor en la que
estaba la mariposa y ella cayó al río. Por suerte, la
mariposa logró agarrarse de una rama que flotaba. Con
sus alas mojadas, ya no podía volver a la orilla.
- ¡Socorro! ¡Por favor, que alguien me ayude! – gritaba
la mariposa.
La mariposa quedó muy sorprendida cuando vio al ciempiés
llamando a sus amigos para ayudar. La hormiga, que era
la más fuerte, pudo sujetar un palo para que la mariposa
se apoyara. Con la ayuda de todos, logró salir del río a
salvo.
- ¡Me salvaron! Ciempiés, por favor perdóname. Siempre
fuiste mi amigo y, solo por mis alas, me creí más
importante. Pero cuando más te necesité estuviste a mi
lado. ¡Muchas gracias a todos! Ustedes son muy
importantes para mí. Son mis amigos y no quiero alejarme
nunca de ustedes.
Ese día, la mariposa aprendió que la amistad verdadera
es preciosa, y las apariencias no deben ser más
importantes que el afecto.
(Texto de Lívia Seneda.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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