Nacida
en Cachoeiro de Itapemirim (ES) y residente en
Niterói (RJ), graduada en Pedagogía, con
maestría en Educación, con Doctorado en
Psicología de la Educación y jubilada de la
Universidad Federal Fluminense, Lucia Maia
Moraes Moysés (foto) está vinculada a la
Casa de Batuíra, en São Gonçalo (RJ), como
colaboradora y forma parte de la Comisión de
Inclusión de AIJ de FEB.
En esta
entrevista nos cuenta su experiencia con la
evangelización infanto- juvenil, también
extensiva a personas autistas, sobre lo que
lanzó recientemente el libro La
evangelización de Puertas Abiertas para el
Autismo (editorial EME), cuya presentación
es de Carlos Campetti, también de la FEB y padre
de un joven autista:
¿Cómo llegó a ser espírita y cuándo?
Mi
bisabuelo, mi abuela y mi madre eran espíritas.
Crecí escuchando a mi madre hablar sobre el
Espiritismo y practicar la caridad, conforme lo
proclama nuestra doctrina. Sin embargo, mis
abuelos paternos, emigrantes libaneses, eran
católicos maronitas. Tenían miedo de ser
confundidos con los musulmanes, por lo que se
esforzaron por llevar a toda la familia a la
Iglesia Católica. En un gesto de profunda
tolerancia religiosa, y a petición de estos
abuelos, mi madre permitió que fuésemos
bautizados y, posteriormente, que siguiéramos
los rituales católicos. Pero todo lo que aprendí
con mi madre habló más alto y, alrededor de los
20 años, me convertí en espírita.
¿Que
es lo que más se destaca, a sus ojos, en la
grandeza de la Doctrina Espírita?
La
conciencia de que el Padre nos creó para
evolucionar a través del amor y que, con este
fin, nos ofrece innumerables oportunidades
reencarnatorias. Saber que Dios nos ama
incondicionalmente y que somos artífices de
nuestro propio destino siempre ha sido algo que
me encantó.
¿Y de
dónde vino su interés por la evangelización?
De
hecho, fue el querido Herminio Miranda quien me
orientó a seguir el camino de la evangelización.
Esto ocurrió cuando comencé a disminuir mis
actividades académicas y profesionales.
Frecuentaba una casa espírita que había sido
instalada recientemente en mi barrio y la
invitación surgió debido a mi formación en
educación. Desde entonces -y han pasado casi
treinta años- nunca he dejado de estar junto a
los evangelizadores.
¿Y más
específicamente dirigida al trastorno del
espectro autista, TEA?
Hace
muchos años llevo escribiendo libros sobre
educación espírita. Un día de 2018, en una
reunión mediúmnica en la cual participo en mi
institución, llegó un mensaje dirigido a mí,
pidiéndome que me dedicara a escribir sobre
personas autistas, añadiendo que ellos también
necesitaban conocer el Evangelio de Jesús. Era
de Anália Franco, un espíritu que me es muy
querido.
Considerando la inclusión y los diferentes
niveles con que se presenta el autismo, ¿en qué
medida es posible la interacción, en las tareas
de evangelización, entre los niños y también
entre los voluntarios de esta importante
actividad espírita?
Como
el trabajo de evangelización
se dirige a la educación del espíritu,
entendemos que todos los que están en el
espectro pueden participar en las reuniones de
evangelización. Dependiendo del grado de apoyo,
es posible que aquellos que tienen grado 3, es
decir, necesitan mucha ayuda, tengan que contar
con alguien que los ayude. Lo ideal es programar
actividades pensando en llegar a todos,
indistintamente. En algunos momentos, es natural
que el niño autista desee salir del ambiente,
levantarse, hacer movimientos que le ayuden a
autorregularse. Para que una casa espírita sea
inclusiva, debe contar con voluntarios
esclarecidos, si es posible preparados, para
hacer frente a las singularidades de quienes la
buscan.
¿Cómo
deben organizarse las instituciones y los
trabajadores con los avances en esta materia?
Yo
diría que las instituciones deben pensar en los
diferentes tipos de accesibilidad, adaptándose a
las necesidades de las personas con discapacidad
o trastornos y, siempre que sea posible,
considerar el tema de la inclusión en
conferencias, talleres, seminarios, para
capacitar a sus trabajadores voluntarios.
¿Algún consejo en particular?
Es muy
importante que el evangelizador que tenga en su
clase a un niño o un joven con autismo mantenga
un cuadro de rutinas en el que todas las
actividades estén expuestas, de forma
secuencial, para que él pueda acompañarlas,
evitando cualquier tipo de sorpresa. Igualmente
relevante es preparar a toda la clase para
recibir a los evangelizados con autismo o
incluso cualquier tipo de trastorno o
discapacidad.
Cuéntenos sobre su libro "La evangelización de
puertas abiertas para el autismo".
En él
traté de aportar conocimientos científicos
básicos sobre el TEA, conciliándolos con la
práctica de la acción evangelizadora. Traté de
enriquecer la lectura con ejemplos de la vida
cotidiana, así como testimonios de madres de
niños y jóvenes con autismo. Destaco un capítulo
en el que traigo la existencia de varios jóvenes
autistas no hablantes, que comenzaron a
comunicarse a través de diferentes recursos de
escritura, como teclados sonoros. También traté
de hacer un análisis del tema de este trastorno
a la luz de las enseñanzas espíritas. Vale la
pena recordar que no consideramos necesario
discutir las causas espirituales del autismo.
Nuestro papel como educadores es acoger con
mucho amor.
De sus
recuerdos, ¿qué le gustaría destacar?
Tan
pronto como recibí ese mensaje de Anália Franco,
comencé a buscar, en el Movimiento Espírita, a
alguien que entendiera el autismo y pudiera
ayudarme. Poco tiempo después, en un evento de
caridad, me presentaron a Berenice Piana (una
madre que da su nombre a la ley que protege los
derechos de las personas autistas). Allí estaba,
con su hijo, un joven autista, trabajando por la
causa del autismo. Para mi sorpresa, resultó ser
una devota espírita que, en esa misma ocasión,
se ofreció como voluntaria para ayudarme. A ella
le debo las innumerables puertas que se me
fueron abriendo para la realización del libro.
¿Algo
más que añadir?
Quisiera hacer un llamamiento a las familias
para que comprendan la importancia de la
evangelización espírita infantojuvenil. Hoy,
cuando estamos dejando atrás aquellos días
difíciles de la pandemia del Covid 19, muchas de
ellas no han regresado a las actividades de
evangelización. La convivencia fraterna, el
ambiente espiritualizado, las experiencias y los
saberes que se comparten allí son luces en las
almas, que podrán iluminar, desde temprana edad,
los caminos de aquellos que regresan a una nueva
jornada evolutiva.
Sus palabras finales.
Me
gustaría agradecerles la oportunidad de traer al
público en general que acompaña a esta
prestigiosa revista esta alerta para que estemos
de puertas abiertas a la inclusión.
|