|
Familia, escuela
y educación |
|
|
|
Muchos padres, perturbados por la conducta de sus hijos,
no siempre obedientes, están literalmente internando a
sus niños y adolescentes en las escuelas de tiempo
integral, y cuando eso no es posible hacen matriculas en
curso de lenguas, aulas de tecnología de la información,
inscripción en prácticas deportivas, todo para ocupar lo
máximo posible a los hijos y tener algunas horas de
sosiego en el hogar, con la creencia de que escuelas,
cursos, clubes van a poner a los hijos en la “línea”,
van a hacer con que gasten las energías y se
disciplinen.
Muchos padres, en verdad, demuestran que en casa no
tienen paciencia, tolerancia y mucho menos autoridad
moral con los hijos. No realizan la educación de sus
hijos y transfieren para la escuela y otras
instituciones ese deber que les compete.
Precisamos aprender a educar para la autonomía, para la
solidariedad, para la bondad, pero para eso tenemos
primero que educarnos, o sea, tenemos que combatir en
nosotros la indolencia, el comodismo, la hipocresia, el
individualismo, cosas de que nuestra sociedad está
harta, acarreando consecuencias malas, como hemos
asistido todos los días.
¿Cómo exigir obediencia y buen comportamiento de
nuestros hijos, si confundimos eso con respeto total y
exagerado a nosotros, cercenando la libertad de ellos? Y
peor, dando malos ejemplos, pues de nuestra parte no
somos obedientes y no siempre mantenemos buen
comportamiento. Es como aquella madre viciada en dulces
y chocolates, un tanto obesa, colesterol alto,
sedentaria, y que exige que su hija, en la escuela, solo
coma cosas saludables y participe de actividades que
tengan ejercicios físicos. Sin dar el propio ejemplo,
esa es una educación sin efecto, y si la hija comienza a
su vez a comer dulces y chocolates, por cierto será
castigada y, por no ser obediente, acabará matriculada
en todos los cursos posibles más allá de la escuela.
¿Será incluso que existen hijos difíciles, hijos
problemáticos? Creemos que existan hijos-desafío, y que
solamente una buena educación, perseverante, puede
darles autocontrol, sin amarras, sin exageraciones, pero
con mucho diálogo, buenos ejemplos y autoridad moral, lo
que debe comenzar incluso antes del nacimiento, pues en
la barriga de la madre la criatura ya oye y siente todo
lo que le transmitimos.
Debemos hacer esfuerzos en el sentido de unir la familia
con la escuela y vice-versa. Que tenemos de tener una
nueva escuela, nuevas metodologías, no pongo en duda,
pero de ahí a correr para "novedades" sin fundamento
pedagógico, va una gran distancia.
Recordando que somos espíritus inmortales y que, por
tanto, los hijos traen un bagage de experiencias,
aprender y conquistas, no podemos transferir la
educación para el ambiente exclusivo de la escuela, o
incluso de otras instituciones sociales, divorciando la
familia de ese proceso. Padres y profesores deben darse
las manos, así como en el ámbito del Centro Espírita,
cuando los padres y otros responsables no pueden y no
debenn entregar a los hijos para la Evangelización, y
volver para casa. Precisan formar parte del Grupo de la
Familia, que debe ocurrir al mismo tiempo de la
evangelización infantojuvenil.
Y en el ámbito doméstico, el llamado Evangelio en el
Hogar debe envolver a todos los componentes de la
familia, inclusive las criaturas, los adolescentes y los
jóvenes, y no apenas los llamados adultos.
Familia, escuela, centro espírita y otras instituciones
de carácter educativo deben unirse para la buena
formación de las nuevas generaciones. El distanciamiento
entre ellas trae consecuencias funestas para la
sociedad, como hemos visto. Y que se procuren, en todas
las instancias, la moralización y espiritualización de
las nuevas generaciones, si queremos un mundo en paz,
más justo y equilibrado.
Que los padres sean más fáciles, para que los hijos sean
menos difíciles. Que los profesores sean más humanos,
para que los alumnos sean más sensibles. Es en el amor
que familia y escuela deben encontrarse. Es en el amor
que conseguiremos transformar a los individuos para
asistir paulatinamente a la transformación para mejor de
toda la sociedad.
Responsabilidad de los padres
Estamos asistiendo a criaturas extremamente rebeldes,
autoritarias y egoístas; jóvenes que no respetan ningún
tipo de autoridad; adultos exhibicionistas, sensuales y
violentos. Se habla entonces del fallo de la educación,
apuntándose la escuela como gran culpable, la villana
del caos social que estamos viviendo. No podemos dejar
de concordar que la escuela hace mucho tiempo se perdió
de la educación, pero no podemos culparla por todos los
males sociales, pues otro instituto básico ha fallado
gravemente en la educación de las nuevas generaciones y
en la reeducación de los adultos: la familia.
Es de la responsabilidad de los padres la educación de
los hijos a través de los buenos ejemplos, de los buenos
consejos, de las orientaciones útiles, de la corrección
de las malas tendencias del carácter, del preparar para
la vida en sociedad. Es en la familia que se educa para
los deberes, las responsabilidades, el respeto al otro,
para el vivir ético. Cuando los padres, y también otros
responsables, fallan en esa educación, la sociedad
sufre, pues la escuela, que también debe trabajar la
educación moral, no puede y no debe sustituir la
familia. Por mayor que sea el amor y la dedicación de un
profesor, él no puede sustituir ni al padre, ni a la
madre de aquel niño o joven que está su alumno.
La tarea educacional de los padres es tan importante que
los Espíritus Superiores dejan claro en la pregunta 582
de El Libro de los Espíritus, que, si fallaran,
responderán delante de la ley divina por los desvios de
los hijos, pues ellos fueron confiados por Dios a los
padres terrenos, que aceptaron esa misión durante la
realización del planeamiento reencarnatorio, o sea, aun
en el mundo espiritual.
No estamos diciendo que sea fácil educar a un hijo
rebelde, indolente o perezoso, pero recordemos que ellos
son hijos-desafío, requiriendo dosis mayores de amor,
paciencia, perseverancia y autoridad moral. Y cuanto más
los padres se esforzaran en poner en práctica esas
cuatro herramientas, más crecerán en moralidad y
espiritualidad, o sea, en el esfuerzo de educar al hijo,
educarse a sí mismo.
Enseñar a respetar al otro, a comprenderlo; a colaborar
en las tareas domésticas; a saber lidiar con el no; a
desenvolver virtudes; a tener límites, son tareas que
competen a los padres en el seno de la familia. Si eso
no fuera hecho, continuaremos viendo alumnos golpear a
los profesores, jóvenes acabando en discotecas regadas
de bebidas alcohólicas, drogas y sexo desequilibrado.
Continuaremos a asistir a adultos corrompiéndose por
dinero y poder y la violencia tomando cuenta de la
sociedad.
La familia debe ser institución social de educación de
las nuevas generaciones, preparando también a los
futuros padres. Y no se olviden los padres de unir esas
almas reencarnantes con el Evangelio, brújula de luz de
la vida, pues está faltando el Cristo en los corazones,
está faltando sensibilizar los sentimientos, tocar las
almas, y ese trabajo debe ser hecho en el hogar, en la
familia.
La escuela irá a asociarse al trabajo de la familia, no
quedando apenas en el compromiso formal de la enseñanza
de contenidos curriculares, pero, repetimos, la escuela
no tiene cómo sustituir la familia, así como no puede
corregir totalmente la falta de educación que las niños
y los jóvenes cargan de casa. Ahora, si la familia se
uniera a la escuela, y la escuela recibiera
generosamente a la familia, entonces tendremos luz al
final del túnel. Por eso está surgiendo el trabajo de
las comunidades de aprendizaje, que envuelven escuela,
familia y comunidad. Todos juntos, dandose las manos,
trabajando en conjunto, uniendo experiencias y esfuerzos
en la educación.
No olviden los padres que la misión de educar les
pertenece, y que la clave del progreso moral y de la
felicidad del hombre y de la humanidad está en la
educación moral de los hijos.
Marcus De Mario es educador, escritor y
conferenciante; coordinador de Siembra de Luz, grupo de
estudio espírita; editor del canal Orientación Espírita
en YouTube; director del Ibem Educa, organización
educacional no gubernamental.