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¿Qué niños son estos? Nuevas
inteligencias y nuevos valores |
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¿Qué niños son estos que nos llegan todos los días a
nuestras escuelas?
En mi ya lejana experiencia de trabajo educacional con
niños, durante 38 años de actividad profesional, no
puedo dejar de notar y admitir que los niños de hoy no
son nada como los niños del inicio de mi carrera. Esta
mi observación es común y constantemente repetida por
mis compañeros de profesión y, ciertamente también común
a otros educadores de otras áreas geográficas y hasta
diferentes países.
Innegablemente, el tiempo no para y no podríamos estar a
la espera de que los avances no se hiciesen y no
alcanzaran a nuestros niños, diferenciándolos de las
generaciones que los antecedieron. No obstante, es con
alguna sorpresa que aun vemos cuan rápidamente la
evolución se viene haciendo, en los últimos tiempos,
pareciendo no darnos tiempo de adaptación a los
constantes cambios que desfilan delante de nuestra
mirada perpleja. Todo pasa en modo de aceleración y, en
lo que alcanza a la inteligencia humana, a las
costumbres, a las ideas y alteración de valores, no es
menos verdad de lo que en el campo de las tecnologías,
de la ciencia y del saber intelectual.
Todo eso es fácilmente constatable y exige de nosotros,
generación más mayor, un enorme esfuerzo y capacidad de
adaptación y de actualización, que, es bien de ver, no
era necesario en el tiempo de nuestros abuelos, ni
siquiera de nuestros padres. Esto bajo pena de ser
vistos y hasta incluso sentirnos desencuadrados de los
objetivos de nuestros jóvenes y niños y, con eso, dejar
de ser capaces de cumplir nuestro papel de padres,
profesores, educadores, orientadores en la caminata de
la vida, y de bien cumplirnos el gran deber de conducir
la actual generación de espíritus reencarnados en la
Tierra para Dios. Espíritus esos que nos fueron
confiados y de los cuales habremos de dar cuentas a las
Potencias Superiores.
Pero, ¿qué espíritus serán estos, al final? ¿Habrá así
tantas diferencias entre ellos y nosotros, que aquí
llegámos hace algunos años? ¿Serían sus objetivos y los
nuestros, cuando decidimos, o fuimos aconsejados, a
reencarnar, así tan diferentes? Si los consideramos bajo
un punto de vista más general, o sea, del porqué de la
reencarnación, con seguridad que no. Todos reencarnamos
por los mismos motivos. Queremos evolucionar, aprender
en contacto con la materia, renovar sentimientos,
adquirir valores, redimir errores, compensar
injusticias, limar defectos y adquirir nuevas virtudes.
Tenemos caminos de expiación y pruebas a recorrer,
progreso a adquirir, del punto de vista moral,
espiritual, intelectual. Son objetivos comunes, aunque
diferenciados, que tienen que ver con las opciones y
necesidades de cada uno de nosotros.
Pero, si miramos estas diferencias entre los niños de
hoy y los de ayer de un punto de vista más específico,
que envuelve las capacidades y objetivos evolutivos
individuales, somos llevados a admitir que esas
diferencias son más significativas. Se hace evidente que
los niños que hoy nos llegan a las escuelas, y que son
los mismos que nos llegan al ambiente familiar por la
vía de las reencarnaciones, se presentan con dotes de
inteligencia más elevados. A eso juntamos un poder de
observación y discernimiento más apurado, mayor
capacidad de argumentación, como si supiesen, desde más
pronto lo que quieren y para dónde deben conducir la
voluntad y el pensamiento, convicciones fuertes,
personalidad fuerte y más dirigidas, una mayor a la
voluntad delante de los adultos, y tantos otros aspectos
que los diferencian de los niños que fuimos. También los
valores que evidencian nos parecen algo diferentes de
los que estábamos habituados a encontrar en niños de la
misma edad. Se nota cada vez una mayor sensibilidad
delante de cuestiones humanitarias y ambientales,
mostrando intereses y preocupaciones que estaban muy
lejos de las nuestras, en el tiempo en que teníamos la
misma edad. Es cierto que, en nuestras escuelas, han
habido cada vez una mayor preocupación en insuflar en
los alumnos valores de ciudadanía y
corresponsabilización en relación a los destinos de
nuestro planeta y de sus habitantes. Pero, ¿será la
sensibilidad de que nuestros niños dan muestras apenas
una consecuencia positiva de nuestros esfuerzos
educativos? ¿No habríamos usado ya esas mismas
estrategias, sin resultados tan evidentes? Estoy en
creer que sí.
¿Por qué ahora? ¿Por qué estos niños? El mundo comenta y
busca explicaciones. Oímos hablar de “niños índigo”,
“niños cristal”, y otras más, cada grupo con sus
características y especifidades. No vamos a entrar por
las definiciones de cada una de esas categorías, que tal
análisis no cabe en este trabajo. Pero vamos a procurar
reflexionar un poco, a partir de los conocimientos que
la Doctrina Espírita nos proporciona. Dicen los
Espíritus que este nuestro mundo está ya pasando por una
fase de transición y que se va aproximando cada vez mais
el tiempo de ascender a la categoría que sigue a la de
Expiación y Pruebas, y que nos permitirá vivir la
posibilidad de ser un mundo de Regeneración. Esta es una
fase de transición difícil, demorada, porque exige una
gran preparación y cambio de actitudes y valores. Exige
también una gradual alteración del clima espiritual en
el planeta, incluyendo las fajas menos materiales,
habitadas por los seres desencarnados, pero aun ligados
a la Tierra. Es fácil de percibir que no es trabajo a
ser hecho de una hora para otra. No estamos solos, en
este propósito de ascensión. Tenemos el concurso
fraterno de muchos amigos de los Planos más elevados,
que miran por nosotros y cumplen amorosamente la tarea
de aconsejarnos, intuir en el bien, ayudándonos a, de
escalón en escalón, a subir en la escala evolutiva, de
modo a volvernos merecedores de vivir tiempos mejores y
más felices. Inclusive, nos dicen los amigos
espirituales, entidades de todo orden están para
reencarnar en la Tierra, con el objetivo de hacernos
progresar. Cada uno trae su tarea específica. Si unos se
dedican a la ciencia, a la tecnología, al progreso
material, al saber e inteligencia, otros nos ayudarán en
el progreso moral, a adquirir nuevos valores, a cambiar
de actitudes, a soltar tradiciones y costumbres
perniciosas, otros trabajan en el campo de las artes, de
las religiones, de los derechos cívicos, de las leyes y
de la justicia. Mucho más aquí podríamos apuntar porque
de todo un poco se hace el progreso espiritual y es muy
vasto el campo de trabajo a realizar.
Serán muchos los Espíritus que estarán para reencarnar
actualmente, con las más variadas tareas, en esa inmensa
siembra de Jesús, que es nuestro mundo terrestre. Si
pensamos en eso, no será así tanto de admirar que
diferentes niños, con capacidades e inteligencias
diversas se presenten delante de nosotros, en estos
tiempos actuales.
¿Se deduce, de toda esta constatación, que apenas Seres
Superiores estarán reencarnado actualmente? ¿Serán
Espíritus de Élite, aquellos que bajo la forma de niños,
están entrando en nuestro seno familiar, en nuestras
escuelas y sociedad? Sobre esta cuestión, iremos a
continuar a reflexionar en próximos artículos, que darán
continuidad a este, porque, siempre fundamentados en el
estudio del Espiritismo, son diversas las cuestiones que
nos deben preocupar al abordar un tema que nos parece de
gran importancia en la comprensión de la actualidad.
Iremos también a intentar abordar, de maneira más
profunda, la importancia de la educación espírita en la
conduccion de estos niños.
María de Lurdes Duarte es profesora en la
ciudad de Arouca, Portugal