Pobres y ricos son Espíritus en prueba, siendo que la
indigencia es una prueba dura y la riqueza es una prueba
peligrosa y muy arriesgada, más peligrosa que la
miseria, por los deslices a que da causa, por las
tentaciones que genera y por la fascinación que ejerce.
La prueba de la riqueza no es fácil de ser vencida, pues
ella puede estimular la exacerbación de las malas
tendencias y el predominio de las pasiones inferiores.
El hecho de la riqueza volverse difícil la prueba de
quien la recibe no quiere decir que será imposible
superarla, pues puede servir como medio de salvación a
aquel que supo de ella dar utilidad edificante.
Por las consecuencias que ella provoca, la prueba de la
riqueza es un medio concedido por Dios para evaluar la
sabiduría y la bondad del ser humano: una forma de
probarle la capacidad moral mediante el uso correcto de
la riqueza en la práctica del bien y de la caridad. En
ese sentido, ella sirve de instrumento para impulsar el
progreso espiritual, como tantos otros disponibles por
Dios.
En El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec,
tenemos algunos esclarecimientos al respecto de la
prueba de la riqueza en algunas preguntas:
“261. ¿En las pruebas que le cumple pasar para alcanzar
la perfección, tiene el Espíritu que sufrir tentaciones
de todas las naturalezas? ¿Tiene que encontrarse en
todas las circunstancias que puedan ejercitarle el
orgullo, la envidia, la avaricia, la sensualidad, etc.?
‘Cierto que no, pues bien sabéis que existen Espíritus
que desde el comienzo toman un camino que los exime de
muchas pruebas. Aquel, sin embargo, que se deja arrastar
para el mal camino, corre todos los peligros que lo
desenvuelven. Puede un Espíritu, por ejemplo, pedir la
riqueza y serle esta concedida. Entonces, conforme su
carácter, podrá volverse avaro o pródigo, egoísta o
generoso, o aun lanzarse a todos los goces de la
sensualidad. De ahí no se sigue, entre tanto, que haya
de forzosamente pasar por todas estas tendencias’.”
“264. ¿Qué es lo que dirige al Espíritu en la escogida
de las pruebas que quiera sufrir?
‘El escoge, de acuerdo con la naturaleza de sus faltas,
las que lo lleven a la expiación de estas y a progresar
más deprisa. Unos, por tanto, imponen a sí mismos una
vida de miserias y privaciones, buscando soportarlas con
coraje; otros prefieren experimentar las tentaciones de
la riqueza y del poder, mucho más peligrosas, por los
abusos y mala aplicación a que pueden dar lugar, por las
pasiones inferiores que una y otros desenvuelven;
muchos, finalmente, se deciden a experimentar sus
fuerzas en las luchas que tendrán que sustentar en
contacto con el vicio’.”
“814. ¿Por qué Dios a unos concedió las riquezas y el
poder, y a otros, la miseria?
‘Para experimentarlos de modos diferentes. Además de
eso, como sabéis, esas pruebas fueron escogidas por los
propios Espíritus, que en ellas, entre tanto, sucumben
con frecuencia’.”
“815. ¿Cuál de las dos pruebas es más terrible para el
hombre, la de la desgracia o la de la riqueza?
‘Son no tanto una como otra. La miseria provoca las
quejas contra la Providencia, la riqueza incita a todos
los excesos’.”
En la pregunta 816, Kardec comenta: “La riqueza y el
poder hacen nacer todas las pasiones que nos prenden a
la materia y nos apartan de la perfección espiritual.
Por eso fue que Jesús dice: ‘En verdad os digo que más
fácil es pasar un camello por un agujero de aguja que
entrar un rico en el reino de los cielos’.”
El apego a los bienes materiales
Muchos depositan todo en la posesión de bienes
materiales, apoderándose de ellos como si fuesen
perennes, dejandose llevar por la ambición, por el deseo
insaciable de acumular bienes de fortuna, sin edificar
la futura morada por los verdaderos valores de la vida
eterna. Cuando menos esperar, en medio a los ambiciosos
planes, serán arrebatados para prestar cuentas de la
utilización de los bienes concedidos por el Padre.
El vínculo que prende al ser humano fuertemente a los
bienes terrenos desviándole los pensamientos del cielo.
El avariento será esposado a las riquezas que amontonó.
Como depositario de esos bienes, el ser humano no tiene
el derecho de los disipadores y ni confiscar en su
provecho.
“El amor a los bienes terrenos constituye uno de los más
fuertes óbices a vuestro adelantamiento moral y
espiritual. Por el apego a la posesión de tales bienes,
destruís vuestras facultades de amar, con las que
aplicar todas las cosas materiales. (...)
Nada os pertenece en la Tierra, ni siquiera vuestro
pobre cuerpo: la muerte os despoja de el, como de todos
los bienes materiales. Sois depositarios y no
propietarios, no os eludáis. Dios os los prestó, tenéis
que restituirlo; y Él presta bajo la condición de que lo
superfluo, por lo menos, quepa a los que carecen de lo
necesario. (Espíritu
Lacordaire. Allan Kardec. El Evangelio Según
el Espiritismo. Capítulo XVI. Desprendimiento de los
bienes terrenos.)
“Los bienes de la Tierra pertenecen a Dios, que los
distribuye a su grado, no siendo el hombre sino el
usufructuario, el administrador más o menos íntegro e
inteligente de esos bienes.” (M.,
Espírito protector. Allan Kardec. El Evangelio Según
el Espiritismo. Capítulo XVI. La verdadera
propiedad.)
“Si Dios le otorgó el poder y la riqueza, considera esas
cosas como UN DEPÓSITO, de que le cumple usar para el
bien. De ellas no envanecerse, por saber que Dios, que
las dio, también las puede retirar.” (Allan
Kardec. El Libro de los Espíritus. Comentario a
la pregunta 918.)
El desapego a los bienes terrenos
“El desapego a los bienes terrenos consiste en
apreciarlos en su justo valor, en saber servirse de
ellos en beneficio de los otros y no apenas en beneficio
propio, en no sacrificar por ellos los intereses de la
vida futura, en pedirlos sin murmurar, caso plazca a
Dios retirarlos.” (Espíritu
Lacordaire. Allan Kardec. El Evangelio Según el
Espiritismo. Capítulo XVI. No se puede servir a Dios
y a Mamón: desprendimiento de los bienes terrenos.)
Se debe pensar que hay bienes infinitamente más
preciosos que los de la Tierra y esa idea ayudará a
desprenderse de ellos.
Los bienes celestiales
Poseer riquezas terrenas no son condiciones esenciales
para la búsqueda de la felicidad.
Debemos acumular los tesoros celestiales y aprovechar
las oportunidades que Dios nos ofrece para hacer buen
uso de los bienes materiales concedidos temporalmente
como medios de impulsar nuestra evolución intelectual,
moral y espiritual.
Jesús nos advierte de que la verdadera finalidad de la
vida terrena es obtener la riqueza espiritual. Tan
pronto llegamos a comprender que la real felicidad no
consiste en la posesión transitoria de las cosas del
mundo, de buen grado pasaremos a trabajar activamente
para entrar en la posesión de los bienes espirituales.
Allan Kardec esclarece: “Si la riqueza es causa de
muchos males, si exacerba tanto las malas pasiones, si
provoca incluso tantos crimenes, no es a ella que
debemos inculpar, sino al hombre, que de ella abusa,
como de todos los dones de Dios. Por el abuso, él vuelve
pernicioso lo que le podría ser de mayor utilidad. Es la
consecuencia del estado de inferioridad del mundo
terrestre. Si la riqueza solamente males hubiese de
producir, Dios no la habría puesto en la Tierra. Compete
al hombre hacerla producir el bien. Si no es un elemento
directo de progreso moral, es, sin contestación,
poderoso elemento de progreso intelectual.” (El
Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo XVI.
Utilidad providencial de la riqueza: pruebas de la
riqueza y de la miseria.)
Empleo de la riqueza
“Siendo el hombre el depositario, el administrador de
los bienes que Dios le puso en las manos, cuentas
severas le serán pedidas del emplego que les haya Él
dado, en virtud de su libre-albedrío. El mal uso
consiste en aplicarlos exclusivamente en su satisfacción
personal; bueno es el uso, al contrario, todas las veces
que de ellos resulta un bien cualquiera para otros. El
merecimiento de cada uno está en la proporción del
sacrificio que se impone a sí mismo. La beneficencia es
apenas un modo de emplearse la riqueza; ella da alivio a
la miseria presente; aplaca el hambre, preserva del frío
y proporciona cobijo al que no lo tiene. Deber, sin
embargo, igualmente imperioso es meritorio es el de
prevenir la miseria.” (Fenelon.
Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo.
Capítulo XVI. No se puede servir a Dios y a Mamón:
empleo de la riqueza.)
Consecuencias del mal uso de la riqueza
“Los sufrimientos debidos a causas anteriores a la
existencia presente, como los que se originan de culpas
actuales, son muchas veces la consecuencia de la falta
cometida, esto es, el hombre, por la acción de una
rigurosa justicia distributiva, sufre lo que hizo sufrir
a los otros. Si fue duro y deshumano, podrá ser a su vez
tratado duramente y con deshumanidad; si fue orgulloso,
podrá nacer en humillante condición; si fue avaro,
egoísta, o si hizo mal uso de sus riquezas, podrá verse
privado de lo necesario; si fue mal hijo, podrá sufrir
por el procedimiento de sus hijos etc.” (Allan
Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo.
Capítulo V. Bienaventurados los afligidos: causas
anteriores de las afliciones.)
La prueba de la riqueza de Antonio Luiz Sayão, por el
discípulo Max
“Antonio Luiz Sayão pidió a nuestro Creador la mayor y
la más peligrosa de las pruebas que puede un Espíritu
pedir: la riqueza material, comprometiéndose, sin
embargo, a adquirila a costa de mucho trabajo y a
hacerse espírita, para predicar la Doctrina de Jesús,
por los ejemplos de todo orden, notadamente por el
desprendimiento de los bienes terrestres, que le fuesen
proporcionados por la riqueza adquirida. Y, de hecho, es
la riqueza la prueba más peligrosa y el compromiso más
serio que puede un Espíritu tomar, por los obstáculos
crueles que le oponen los dos grandes enemigos del alma:
¡el orgullo y la vanidad, además de las exigencias en
que todo instante nos obliga una sociedad, como la
nuestra, sin creencias y sin moral!” (Antônio
Luiz Sayão. Elucidaciones evangélicas. El autor
de la obra. Discípulo de Max.)
Mensaje final
El Espíritu Joanna de Ângelis, en Vida feliz,
psicografia de Divaldo Pereira Franco, en el capítulo
LXI, enseña:
“Tú posesión en relación a los bienes terrestres es
relativa.
En un mundo transitorio, en el cual todo pasa, lo que
ahora te pertenece mañana hadrá cambiado de manos.
Usa, pero no abuses de los recursos de que dispongas.
No te esclavices a lo que detentas por momentos,
evitándote sufrimientos cuando se transfieran para otros.
Los únicos bienes de duración permanente son los tesoros
de los sentimientos, de la cultura y de las virtudes.
Acumula tesoros en el cielo, enseña el Evangelio."
Bibliografia:
ÂNGELIS, Joanna de (Espírito); na
psicografia de Divaldo Pereira Franco. Vida feliz.
18ª Edição. Salvador/BA: LEAL, 2020.
KARDEC, Allan; tradução de Guillon
Ribeiro. O Evangelho Segundo o Espiritismo. 1ª
Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira,
2019.
KARDEC, Allan; tradução de Guillon
Ribeiro. O Livro dos Espíritos. 1ª Edição.
Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.
SAYÃO, Antônio Luiz. Elucidações
evangélicas à luz da Doutrina Espírita. 16ª Edição.
Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.