“Jamás
encontraremos la
verdad, si nos
contentamos con
lo que ya fue
descubierto.
Aquellos que
escribieron
antes de
nosotros no son
señores, sino
guías. La verdad
está abierta a
todos, ella no
fue aun poseída
integralmente.”
(GILBERTO
TOURNAI, Séc.
XIII)
Si nos propusieramos la investigación en las obras de la
Codificación publicadas por Allan Kardec (1804-1869),
ciertamente, no encontraremos el vocablo “ectoplasma”.
Entre tanto, hasta hoy no identificamos ningún adepto
del Espiritismo, estudioso o investigador, que afirme
que “eso no está
en Kardec”; invariablemente, todos lo aceptan como algo
proveniente
del Codificador.
En
enero de 1868, el Maestro de Lyon dejó bien clara su
posición en relación a los principios doctrinarios,
conforme podemos desprender de varias de sus palabras
registradas en la Revista Espírita. Entre ellas,
destacamos esta que encontramos en la Revista
Espírita 1868:
[…] el
Espiritismo jamás dijo que no tenía nada más que enseñar.
El posee una clave de la cual está aun lejos de
conocer todas las aplicaciones; es al estudiarlas
que el se aplica, a fin de llegar a un conocimiento
tan completo como posible de las fuerzas naturales y del
mundo invisible, en medio del cual vivimos, mundo
que nos interesa a todos, porque todos, sin excepción,
deberán en él entrar pronto o tarde, y vemos todos los
días, por el ejemplo de aquellos que parten la ventaja
que hay en conocerlo antes. (i) (negrita
nuestra)
El
Codificador, sensatamente, no cerró la puerta para
nuevos conocimientos, sin embargo estableció las
condiciones para que eso ocurra al exponer sobre el
Control Universal de la Enseñanza de los Espíritus.
El
término “ectoplasma”, por lo que sabemos, surge en 1894.
Su creador fue el médico fisiólogo Charles Richet
(1850-1935), premio Nobel de Fisiología o Medicina en
1913. Consultamos el Diccionario de Filosofía
Espírita, en el cual L. Palhano Jr. (1946-2000)
dice:
ECTOPLASMA. (Del griego: ektos =
indica movimiento para fuera; plasma = obra modelable,
sustancia plástica). (Metapsíquica). Palabra utilizada
por Charles Richet para definir una sustancia
caracterizada como una especie de plasma, flexible,
viscosa, incolora e inodora, sensible al pensamiento,
que escapa del organismo de ciertos individuos a través
de los poros y de los orificios del cuerpo. […]. (ii)
Es
hecho bien curioso ver que
alguien que, en Tratado de Metapsíquica – Tomo I,
dice esto del Codificador…
Es necesario admirar sin reserva la
energía intelectual de Allan Kardec. No obstante su
credulidad exagerada, tiene fe en la
experimentación. Es siempre en la experimentación que se
apoya, de manera que su obra no es apenas una teoría
grandiosa y homogénea, sino
también un imponente recopilatorio de hechos.
Esa teoría tiene, entre tanto, un
lado débil, dolorosamente débil. Toda la construcción
del sistema filosófico de Allan Kardec (que es
aquella misma del espiritismo) tiene por base esta
brillante hipótesis de que los médiuns, en los cuales se
dice que los espíritus están incorporados, no se engañan
nunca, y que las escrituras automáticas nos revelan
verdades que es necesario aceptar, a no ser que esté
influenciado por malos espíritus. En estas
condiciones, si acompañamos la teoría de Allan Kardec,
seremos también llevados a aceptar como dinero contado
todas las divagaciones del inconsciente, las cuales,
salvo excepciones, dan siempre muestra de una muy
primitiva y pueril inteligencia. Es un error bien
grave construir una doctrina con las palabras de los
dichos espíritus, que son pobres espíritus. (iii)
(negrita nuestra)
...haya creado un término que se popularizó en el medio
espírita a tal punto que nadie más cuestiona su origen.
Tal vez, buena parte de los adeptos de la doctrina
espírita cree haber sido el propio Allan Kardec.
De
la misma forma que la palabra reencarnación no está en
la Bíblia, pero su idea podemos encontrar en ella, el
término ectoplasma no consta en ninguna obra de Allan
Kardec, entre tanto, la idea de él es clara. Podemos
verificar que, delante de cierto contexto, las
expresiones “fluido vital”, “fluido nervioso”, “fluido
periespiritual” y fluido magnético animal”, en ciertas
situaciones, nada más
hacen que designarlo.
Hasta incluso confundiéndolo como siendo el
periespíritu, podemos ver en El Libro de los
Médiuns, 2ª parte, cap. IV – Teoría de las
manifestaciones físicas, ítem 74, pregunta 9, donde
leemos:
“[…] Cuando una mesa se mueve bajo
vuestras manos, el Espíritu evocado va a extraer del
fluido universal lo que es necesario para darle una vida
artificial. Así preparada, el Espíritu atrae la
mesa y a mover bajo la influencia del fluido que de sí
mismo desprende, por efecto de su voluntad. Cuando
la masa que desea mover es mucho pesada para él, llama
en su auxilio a
otros Espíritus, cuyas condiciones
sean idénticas a las suyas. En virtud de su naturaleza
etérea, el Espíritu, propiamente dicho, no puede actuar
sobre la materia grosera, sin intermediario, esto es,
sin el elemento que lo liga a la materia. Ese
elemento, que constituye lo que llamáis periespíritu,
os faculta la clave de todos los fenómenos espíritas de
orden material. Creo que me expliqué con bastante
claridad, para ser comprendido.” (iv)
(negrita nuestra)
Que
el
Espíritu
necesita del
periespíritu
para actuar
sobre la
materia
y algo
ya bien
definido, sin embargo,
en
las manifestaciones
de efectos
físicos el precisará del
ectoplasma para producirlas.
Esa materia
es inherente
a los
individuos
designados médiuns de efectos
físicos, en
los cuales
los
Espíritus
consiguen,
y no
sabemos como, hacer
que el
ectoplasma presente en
su cuerpo
físico, pueda
exteriorizarse,
sea en
la forma invisible
o visible,
proporcionando la
producción
del
fenómeno.
Pero
al frente en los ítems 77, tema “Movimientos y
suspensiones”, leemos:
77. Así,
cuando
un
objeto es
puesto
en
movimiento,
levantado o echado
para el
aire,
no es
que el
Espíritu lo
agarre, empuje
y
suspenda, como haríamos con
nuestra
mano.
El
Espíritu lo
satura, por así
decir,
con su
fluido, combinado con el
fluido del
médium,
y el objeto,
momentáneamente
vivificado de esta
manera, obra
como lo
haría
un ser
vivo, con la
diferencia
apenas de que, no teniendo
voluntad
propia,
sigue
el
impulso que le da la
voluntad
del
Espíritu.
Considerándose
que el
fluido vital, que de cierto
modo el
Espíritu
emite, da
una
vida artificial y
momentánea
a los
cuerpos
inertes, y
teniéndose en
cuenta
que el
periespíritu
nada más
es que
ese mismo
fluido vital,
se concluye
que es el
propio
Espíritu,
cuando
está encarnado, quien
da
vida a su cuerpo,
por medio
de su
periespíritu,
conservándose
unido a ese cuerpo,
en cuanto
la
organización
de este
lo
permita;
cuando
se retira, el
cuerpo
muere.
Si, ahora,
en vez
de una
mesa, esculpimos una
estatua
de madera y
sobre ella
actuamos,
tendremos
una
estatua
que se moverá, que golpeará,
que responderá con
sus movimientos
y golpes.
Tendremos,
en
suma, una
estatua
animada momentáneamente
de una
vida artificial. En
lugar de mesas hablantes,
vamos a
tener
estatuas
hablantes.
[…]. (v)
(negrita nuestra)
Más
adelante
aun tenemos
el ítem
98, tema
“Fenómenos
de transporte”, en
el cual
el Espíritu
Erasto hace
algunas
consideraciones,
de las
cuales
destacamos el
4º parráfo:
“En
general,
los
fenómenos
de transporte son y
continuarán
a ser extremamente raros. No preciso demostrar porque ellos
son y
serán
menos frecuentes
que los
otros hechos
de tangibilidad; vosotros
mismos
podéis
deducirlo,
con
base en
lo que afirmo. Además,
esos
fenómenos
son de
tal naturaleza
que no
todos los
médiuns son
capaces
de producirlos;
diré más:
no
todos los
Espíritus
están
aptos para
realizarlos.
En efecto,
es
preciso que exista cierta
afinidad, cierta
analogía,
cierta
semejanza
entre el
Espíritu y el
médium influenciado, capaz de
permitir que la
parte expansiva del
fluido periespiritual
(vi)
del
encarnado se mezcle,
se una, se combine con el
fluido del
Espíritu
que quiera
hacer
un
transporte. Esta fusión
debe
ser tal que la
fuerza
resultante de ella
se vuelva,
por así
decir,
una, del
mismo
modo que, obrando
sobre el
carbón,
la
corriente
eléctrica
produce
un sólo
foco, una
sola
claridad. ¿Por
qué
esa unión,
esa fusión?
– preguntaréis.
Es
que, para la
producción
de tal
fenómenos,
se hace
necesario
que las
propiedades esenciales
del
Espíritu
motor sean
aumentadas con
algunas
de las
propiedades del
médium; es
que el
fluido vital,
indispensable a la
producción
de todos los
fenómenos
mediúmnicos,
es
atributo exclusivo del
encarnado
y que, por
consiguiente,
el
Espíritu
operador queda
obligado
a impregnarse
de el.
Sólo
entonces
el puede,
por medio
de algunas
propiedades de
vuestro
ambiente, desconocidas
para vosotros,
aislada,
se vuelve
invisible
y hacer
que se muevan
algunos
objetos materiales
e incluso los
encarnados.” (vii)
(cursiva
del
original, negrita
nuestra).
Entendemos que, por esas tres
transcripciones,
se tiene
que el
periespíritu
es lo mismo
que fluido vital, lo
que queda
más fuerte
en
la siguiente
pregunta
de El
Libro
de los
Espíritus:
65. ¿El principio vital reside en uno de los
cuerpos que conocemos?
“El tiene
su fuente
en
el fluido universal.
Es lo que
llamáis
fluido magnético, o fluido eléctrico
animalizado. Es el
intermediario,
el lazo
entre el
espíritu y la
materia.”
(viii)
(cursiva del
original negrita
nuestra)
Aquí el
fluido vital es
designado como
principio
vital. Ahora,
ese primer elemento es
que da la
vida a los
seres orgánicos
– nada tiene
que ver con
el periespírito,
por pertenecer
a la
materia
del cuerpo
físico, no es
como dicho
“el lazo
entre el
espíritu y la
materia”
que es la
función
exclusiva del
periespíritu
y no del
fluido vital propiamente dicho.
En
verdad, es el
ectoplasma que se tiene
presente en
los más
variados fenómenos
de efectos
físicos, como el “salía”
del
médium, tal vez se pensó
tratarse
del
fluido vital, sin embargo,
según
lo que
podemos entender, son
cosas bien
distintas.
En
La Génesis, cap. X – La génesis orgánica,
tema “Principio vital”, ítem 16, leemos:
[…] Sin hablar
del
principio
inteligente, que es
una
cuestión
a parte, hay
en la
materia
orgánica
un
principio
especial, inaprensible,
y que
aun no
puede
ser definido: el
principio
vital. Activo
en
el ser vivo, ese principio
se encuentra
extinguido
en el
ser muerto;
pero no
por eso
deja
de dar a la
sustancia
propiedades características que la
distinguen
de las
sustancias
inorgánicas.
[…]. (ix)
(negrita nuestra)
Aquí
tenemos
lo que
debemos
entender por fluido o principio
vital, o sea, un
principio
especial existente en
la materia
orgánica.
Por el
fenómeno
de materialización,
se
constató
salir
del
médium o ser de él
expelido, tanto hace,
para formar la
apariencia
del
Espíritu
manifestante y
darle
una cierta
consistencia
al punto
de volverse
palpable.
Así,
debemos
tener
el mayor
cuidado en
los estudios
de las
obras de la
Codificación
para no tener
confusión
con ciertos
términos
empleados
por Allan Kardec o por
los propios
Espíritus
tomando unos
por
los otros.