En el medio
espírita, es
común la
difusión de la
idea de que la
reencarnación
busca el pago de
deudas
contraídas en
vidas pasadas.
Tal idea, con
todo, suscita
engaños en lo
que atañe a la
comprensión del
funcionamiento
de la Ley de
Causa y Efecto y
de la propia
Justicia Divina,
así como del
entendimiento
sobre la
finalidad de la
reencarnación.
Según la Doctrina Espírita, el Espíritu que comete
infracciones a la Ley de Dios es castigado por los
sufrimientos físicos, en el mundo corporal, y por los
sufrimentos morales, en el mundo espiritual, de suerte
que sus aflicciones constituyen, al mismo tiempo, una
expiación de faltas cometidas en el presente o en el
pasado y una prueba para el futuro.1Así, el
sufrimiento deriva de nuestras propias acciones,
actuales o pasadas, desordenadas con la Ley Divina;
somos, por tanto, herederos de nuestras propias obras.
Por consiguiente, no es el Creador que nos castiga.
Nosotros mismos nos castigamos.
En ese contexto, el Instructor Druso (Espíritu), en
confabulación con André Luiz e Hilario, que se encuentra
en el capítulo XIX de la obra Acción y Reacción, al
disertar sobre la influencia decisiva de los estados
mentales sobre el equilibrio/desequilibrio orgánico,
refiere que:
“[...] la justicia,
siendo instituto fundamental de orden, en la Creación, comienza
invariablemente en nosotros mismos, en toda y
cualquier ocasión que le defraudemos los principios. La
evolución para Dios puede ser comparada a un viaje
divino. El bien constituye señal de pasaje libre para
las cimas de la Vida Superior, en cuanto [...] el
mal significa sentencia de prohibición, forzándonos la
paradas más o menos difíciles de reajuste.”2
Ahora, siendo el bien
todo lo que está acorde con la Ley de Dios y el mal todo
lo que de ella se aparta (pregunta 630 de El Libro de
los Espíritus), basta la trasgresión a la referida
Ley, de forma consciente, para que nuestra conciencia,
de algún modo, quede lesionada, “y toda lesión de esa
especie determina disturbio o mutilación en el organismo
que nos exterioriza el modo de ser”.3
LA FINALIDAD DE LA REENCARNACIÓN
Acerca de la finalidad de la reencarnación, el escritor
y conferenciante espírita Orson Peter Carrara esclarece
que:
“Solamente el desconocimiento de los principios
espíritas puede generar la idea de que tenemos que pagar
con sufrimientos, y para alguien, deudas de existencias
pasadas. He ahí el equívoco.
Lo que ocurre es que la existencia del espíritu es
única; las existencias corpóreas es que son múltiples,
pero el ser integral es siempre el mismo. Las múltiples
existencias corpóreas cumplen la finalidad de estados de
aprendizaje, en la verdad grados de perfeccionamiento.
Como estamos todos en aprendizajes, cometemos equívocos.
Tales equívocos generan consecuencias. Tales
consecuencias pueden redundar en perjuicios para
nosotros mismos o para terceros. Y tales perjuicios
deben ser reparados. Esto es de las Leyes Divinas.
Tales reparaciones
nosotros las debemos a nuestra propia conciencia, a la
vida. Y, en este proceso, podemos encontrarnos en
situaciones aflictivas, derivadas todas de los equívocos
en que nos envolvemos (sic).”4
Al respecto del asunto en estudio, citamos la pregunta
167 de El Libro de los Espíritus, según la cual:
“167. ¿Cuál es la finalidad de la reencarnación?
- Expiación, mejoramiento
progresivo de la Humanidad. Sin eso, ¿dónde estaría la
justicia?”5
Atendamos para el hecho
de que los Espíritus Superiores estaban respondiendo a
la pregunta formulada por un habitante de un mundo de
expiaciones y pruebas, o sea, Allan Kardec, de ahí que,
en la respuesta en estudio, aparece de inicio la palabra
“expiación” y, en secuencia, “mejoramiento progresivo de
la Humanidad”. De este modo, es evidente que, siendo la
Tierra habitada por Espíritus aun desajustados delante
de la Ley de Causa y Efecto, haya la Espiritualidad
Mayor iniciado la respuesta utilizando la palabra “expiación”,
a fin de acentuar que, para merecer “ascender a un
planeta más dichoso”, es necesario al Espíritu rebelde a
la Ley de Dios reencarnar en un mundo expiatorio, de
manera a reajustarse delante de la Ley, lo que se da por
medio de las expiaciones.6
Eso, sin embargo, no significa que la reencarnación
tenga por finalidad el “pago de deudas de vidas pasadas”.
El reajuste delante de la Ley de Causa y Efecto –
repetimos – es una necesidad para el Espíritu y, como
tal, es inherente a la encarnación en mundos expiatorios,
como la Tierra. Tales mundos ofrecen los medios
adecuados para que las reparaciones ocurran.7
De ese modo, no es posible, al Ser Integral, ascender
espiritualmente teniendo la conciencia intranquila. Por
tal motivo, nosotros mismos, los Espíritus aun
vinculados a la Tierra, solicitamos no raras veces,
antes de renacer, ciertos desafíos, limitaciones y
dificultades a ser enfrentadas durante la próxima
existencia corporal, para efectuar el reajuste y,
consecuentemente, obtener la paz con la propia
conciencia, donde se encuentra escrita la Ley de Dios
(pregunta 621 de El Libro de los Espíritus).
En la misma línea de entendimiento, Carrara prosigue
afirmando que:
“[...] la visión
distorcionada sobre los principios espíritas genera la
errónea idea de que estamos en el mundo para pagar...
Renacemos simplemente para dar continuidad al proceso
evolutivo. Pero, como ayer (aquí significando
existencias corpóreas) nos alimentamos en exceso, hoy (actualidad
que estamos viviendo de la presente encarnación)
podremos estar enfrentando un fuerte dolor de estomago o
hasta una incómoda diarrea, simplemente como
consecuencia inmediata de la gula. Ahora pido al lector
sustituir la exageración de la alimentación por las
diversas situaciones que pueden ser imaginadas, en otros
ejemplos. El ejemplo de la alimentación es apenas
comparativo” (sic).8
Para el Espiritismo, el progreso de la Humanidad ocurre
por medio de los individuos que se mejoran poco a poco y
se esclarecen. Mediante el esfuerzo de los hombres de
bien, las naciones avanzan moral e intelectualmente.9
El progreso de los pueblos hace resaltar la justicia de
la reencarnación, que no priva a los Espíritus de los
beneficios del avance de la civilización. De hecho, por
la pluralidad de las existencias, el derecho a la
felicidad es siempre el mismo para todos, pues que nadie
es desheredado por el progreso.10 Por
consecuencia, en razón del principio de la solidaridad
que mira en la obra divina, los trabajos realizados por
las generaciones anteriores son aprovechados por las
generaciones posteriores.
En ese sentido, comentando la “parábola de los
trabajadores de la última hora” (Mateo, 20: 1 al 16), el
Espíritu Henri Heine asevera que:
“El bello dogma de la reencarnación eterniza y precisa
la filiación espiritual. Llamado a prestar cuentas de su
mandato terreno, el Espíritu se percibe de la
continuidad de la tarea interrumpida, pero siempre
retomada. Él ve, siente que recogió, de pasada, el
pensamiento de los que lo precedieron. Entra de nuevo en
la plaza, madurado por la experiencia, para avanzar
más. Y todos, trabajadores de la primera y de la
última hora, con los ojos bien abiertos sobre la
profunda justicia de Dios, no más murmuran: adoran.
Tal uno de los verdaderos sentidos de esta parábola, que
encierra, como todas las que Jesús utilizó hablando al
pueblo, el gérmen del futuro y también, bajo todas las
formas, bajo todas las imágenes, la revelación de la
magnífica unidad que armoniza todas las cosas en el
Universo, de la solidaridad que une todos los seres
presentes al pasado y al futuro.”11
O sea, la evolución ocurre gradualmente mediante un
proceso acumulativo de perfeccionamiento intelecto-moral
de los Espíritus, los cuales, por medio de su acción
durante la existencia corporal, concurren igualmente
para el perfeccionamiento y expansión de la obra de
Dios.
De ese modo, la encarnación es necesaria, a fin de
colocarnos en condiciones de soportar la parte que nos
toca en la obra de la Creación. Es de esta forma que,
concurriendo para la obra general, progresamos
espiritualmente (pregunta 132 de El Libro de los
Espíritus).
En ese contexto, cada existencia corporal representa,
por tanto, una inversión realizada por la Conciencia
Cósmica en nosotros, cuya meta es nuestro propio
mejoramiento y, por cuadro, el mejoramiento del mundo
que habitamos y la expansión de Su propia obra.
Así, recordando la “parábola de los talentos”, narrada
por Jesús, tendremos que prestar cuentas de la
aplicación por nosotros dada de los recursos – tanto los
materiales como los espirituales – que com nosotros
trajimos para el estado terreno.
Por otro lado, discurriendo sobre la negligencia en el
cumplimiento de la tarea, Carrara amplia la reflexión,
afirmando que de la negligencia naturalmente resultan
consecuencias:
“Negligencia en el pasado
o incluso en el presente. Tareas aplazadas, despreciadas,
abandonadas... Todo trae reflejos. Al final cogemos hoy
las acciones de ayer y estamos continuamente sembrando
para el mañana.”12
En efecto, tareas interrumpidas, no cumplidas, cumplidas
parcialmente, etc., constituyen dependecias que
adquirimos, dependencias esas que cargaremos para la
próxima existencia.
A semejanza de los alumnos, no podemos obrar con mala
voluntad, pero sí con disciplina, a fin de no precisar
repetir la lección. En este sentido, al respecto de la
reparación, enseña el Codificador que ella:
“[...] consiste en hacer
el bien a aquellos a quien se había hecho el mal. Quien
no repara sus errores en una existencia, por flaqueza o
mala voluntad, se encontrará en una existencia ulterior
en contacto con las mismas personas que de sí tuvieron
quejas, y en condiciones voluntariamente escogidas, de
modo a demostrarles reconocimiento y hacerles tanto
bien como mal les haya hecho. No todas las
faltas acarrean perjuicio directo y efectivo; en tales
casos la reparación se opera, haciendose lo que se
debería hacer y fue descuidado; cumpliendo los deberes
despreciados, las misiones no completadas; practicando
el bien en compensación al mal practicado, esto es,
volviéndose humilde si fue orgulloso, amable si fue
austero, caritativo si fue egoísta, benigno si fue
perverso, laborioso si fue ocioso, útil si fue inútil,
frugal si fue disoluto, cambiando en suma por buenos los
malos ejemplos perpetrados. Y de ese modo progresa el
Espíritu, aprovechándose del propio pasado.”13
(Continúa em la próxima
edición de esta revista.)
CARRARA,
Orson Peter. Pagar o quê? Para quem? Disponível
em: LINK-1 Acesso
em: 3 mar. 2023.