Especial

por Andres Gustavo Arruda

La reencarnación y el funcionamiento de la ley de causa y efecto Parte 2 e final

La reparación, por tanto, puede efectuarse por medio de la práctica del bien, lo que abarca el perdon, la gratitud, la dedicación a las personas o a causas. Corroborando este punto de vista, Carrara finaliza su artículo, aseverando que:

“Por otro lado, a título de ilustración del asunto, solicito al lector considere también que no todo equívoco pasado puede presentarse actualmente a través de dificultades. Muchas veces, equívocos pueden ser reparados a través de trabajo y dedicación a causas y personas. Esto es todo porque, conforme ya sabemos, "el amor cubre la multitud de pecados"1.

EL FUNCIONAMIENTO DE LA LEY DE CAUSA Y EFECTO: ESTUDIO DEL CASO

Delante de lo que fue hasta aquí expuesto, es preciso hacer la siguiente pregunta: ¿A quién debemos? ¿A la Ley o al ofendido?

Estudiando un caso denominado de “rescate interrumpido”, que se encuentra en el capítulo XIV de la obra Acción y Reacción,2 André Luiz e Hilário pasaron a cooperar en la rearmonización de una pequeña familia domiciliada en el suburbio de una popular capital.

Ildeu, hombre de un poco más de treinta y cinco años de edad, estaba casado con Marcela, esposa abnegada y madre de sus tres hijitos: Roberto, Sonia y Marcia; todavía, seducido por los encantos de la joven Mara, muchacha liviana e inconsecuente, todo hacía para que la esposa lo abandonase. 

No obstante el esfuerzo del Asistente Silas, de André Luiz y de Hilário, que diariamente realizaban tareas asistenciales en el atormentado hogar, Ildeu se mostraba, cada día, más indiferente y distante.

Irascible y molesto, ni siquiera saludaba a la esposa, la cual pasó a odiar, en virtud de la fascinación por Mara. Pretendía divorciarse de Marcela y trillar nuevo camino. De ese modo, anteviendo el placer y la libertad de que podría disfrutar en la convivencia con la amante, nació en el cerebro del jefe del hogar la idea de asesinar a la esposa, escondiendo el propio crimen, para que la muerte de ella a los ojos del mundo pasase como siendo auténtico suicidio.

Para tanto, procuraría dejar de lado la irritación y fingiría ternura para ganar confianza. Después de algunos días, cuando Marcela durmiese, despreocupada, le dispararía una bala en el corazón, despistando a la propia policía.

Naturalmente, percibiendo los pensamientos expresados por Ildeu, homicidas desencarnados comenzaron a influenciarlo. Así, en determinada noche, el jefe de la familia intentaría aniquilar a la compañera.

Por tal motivo, el Asistente Silas no vaciló, razón por la cual los tres trabajadores del Bien demandaron la casa sencilla.

Revistiendo todo el cerebro de Ildeu, le surgía la escena del asesinato, calculadamente previsto, moviéndose en sorprendente sucesión de imágenes.

El irreflexibo padre pensaba en demandar el aposento de los hijos, para encerrarlos, de manera que no testimoniasen el hecho, cuando Silas, de improviso, avanzó para la cama de las niñas y, utilizando los recursos magnéticos de que disponía, llamó a la pequeña Márcia, en cuerpo espiritual, a fin de contemplar los pensamientos paternos.

La niña, en comunión con el cuadro terrible, experimentó tremendo choque y volvió, rápidamente, al cuerpo físico, gritando, desvariada, como quien se hurtase al dominio de asfixiante pesadilla:

“- ¡Papá!...¡Papaíto! ¡No la mates! ¡No la mates!...”

Ildeu, en ese momento, ya se encontraba en la puerta, asegurando el arma con la mano derecha e intentando abrir la cerradura con la mano libre.

Los gritos de la niña sonaron en toda la casa, provocando un alarido. Marcela, entonces, se puso de pie, incapaz de sospechar las intenciones del esposo, recogió cautelosamente el arma y, creyendo que él pretendía suicidarse, imploró en llanto:

“- ¡Oh! Ildeu, ¡não te mates! Jesús es testigo de que he cumplido rectamente todos mis deberes... ¡No quiero el remordimiento de haber cooperado para semejante desatino, que te lanzaría entre los réprobos de las leyes de Dios!... Procede como quieras, pero no te despeñes en el suicidio. Si es de tu voluntad, monta nueva casa en que vivas con la mujer que te haga feliz... Consagraré mi existencia a  nuestros hijos. Trabajaré, conquistando el pan de nuestra casa con el sudor de mi rostro...entre tanto, suplico, ¡no te mates!...”

Fue así que, en efecto, Ildeu se apartó del hogar. Delante de tal escenario, el Asistente Silas, respondiendo a la pregunta formulada por Hilário, aseveró que Marcela, con la deserción del esposo, fue llamada a encargos dobles:

“Deseamos sinceramente que ella sea fuerte y se sobreponga a las vicisitudes de la existencia, pero si resbalara para delictuosos desequilibrios, que le comprometan la estabilidad doméstica, en la cual los hijos deben crecer para el bien, más complicado y más extenso se hará el débito de Ildeu, por cuanto los fallos que ella venga a cometer serán atenuados por el injustificable abandono en que la lanzó el marido. Quien se hace responsable por nuestras caídas, experimenta en sí mismo la ampliación de los propios crímenes.”3

Delante de la respuesta, Hilário meditó y dijo, enseguida:

“Imaginemos, sin embargo, que Marcela y los hijitos consigan vencer la crisis, agotando con el tiempo las necesidades de que son ahora víctimas... Figurémoslos terminando la actual reencarnación con plena victoria moral en enfrentamiento con Ildeu, retardado, impenitente, deudor... Si la esposa y los hijos, entonces definitivamente erguidos a la luz, dispensaran cualquier contacto con la sombra, en franca ascensión a las líneas superiores de la vida, ¿a quién pagará Ildeu el montante de las deudas en que se agrava?”4

Estampando significativo gesto facial, Silas explicó:

“Aunque estemos todos, unos delante de los otros, en proceso reparador de culpas recíprocas, en verdad, antes de todo, somos deudores de la Ley en nuestras conciencias. Haciendo el mal a los otros, practicamos el mal contra nosotros mismos. Caso Marcela y los hijitos se eleven, un día, a plenos cielos, y en la hipótesis de guardarse nuestro amigo sumergido en la Tierra, los verá Ildeu en la propia conciencia, sufridores y tristes, como los volvió, atormentado por los recuerdos que trazó para sí mismo y pagará en servicio a otras almas de la senda evolutiva el débito que le vejará el Espíritu, en vez que, hiriendo a los otros, en la esencia estamos hiriendo la obra de Dios, de cuyas leyes soberanas nos hacemos reos infelices, reclamando exoneración y reajuste.”5

Es de esa forma, por tanto, que funciona la Ley de Causa y Efecto. Perjudicando a otros o a nosotros mismos, tendremos que dar cuenta, más pronto o más tarde, de las consecuencias de las conductas equivocadas. Y si por ventura alguien con bastante amor edificado en el interior venga a perdonarnos, no por eso dejaremos de estar en desajuste con la Ley. Nos cumple, pues, lo más rápido posible, reparar el mal practicado, a fin de estar en armonía con la Ley y con la propia conciencia.

Entre tanto, si permanecemos atrasados en la evolución, no podremos quejarnos sino de nosotros mismos. En ese sentido, Kardec alude que:

“[...] En cuanto unos avanzan rápidamente, otros se arrastan por largos siglos en los lugares inferiores. Ellos son, por tanto, los propios artífices de su situación feliz o desgraciada, según estas palabras del Cristo: A cada uno según sus obras. Cada Espíritu que queda atrasado sólo puede lamentarse a sí mismo, como aquel que avanza tiene todo el mérito de su progreso.” 6

Por fin, al finalizar el estudio del caso Ildeu (“rescate interrumpido”), el Asistente Silas afirma que los que se retardan por gusto no pueden quejarse de quien avanza.

Por otro lado, como ya fue referido, las disputas que por ventura adquirimos en la actualidad llevaremos para la próxima existencia. No es por otro motivo que el Espíritu Emmanuel, en el prefacio de la obra Acción y Reacción, acentua que la reencarnación “es un estado sagrado de recapitulaciones de nuestras experiencias”. Recapitulación es, según el Minidicionario Silveira Bueno, sinónimo de repetición.7

De ese modo, traemos las tendencias – buenas y malas – de las existencias anteriores para la actual. En relación a las malas tendencias, existe la posibilidad de incidir ellas nuevamente en nuestra conducta. Por consiguiente, podremos venir a repetir, en la presente existencia, los errores de existencias pasadas. Por tal razón, el Espiritismo enseña que debemos trabajar por mejorarnos moralmente, siendo hoy mejores de lo que ayer, y mañana mejores de lo que hoy. Tal mejora se funda en el autoconocimiento. Al final, precisamos conocernos, porque quien no se conoce no sabe lo que, dentro de sí, precisa ser modificado.

Comentando la importancia de la Doctrina de los Espíritus en nuestra existencia, Emmanuel puntua que “la Doctrina Espírita, reviviendo el Evangelio del Señor, es foco resplandeciente en el camino evolutivo, ayudándonos a regenerar el propio destino, para la edificación de la felicidad real”,8 la cual es reflejo de la felicidad que producimos en el otro; recibimos el amor en la proporción que amamos, ya que nadie recibe lo que no da. Es de la Ley.  

CONCLUSIONES

A la vista de todo lo expuesto, extraemos las siguientes conclusiones:

a)     la reencarnación no tiene por finalidad el pago de deudas contraídas en existencias pasadas, pues ella busca el perfeccionamiento intelecto-moral de los Espíritus y su consecuente mejoramiento progresivo;

b)      cada existencia corporal representa una inversión realizada por la Conciencia Cósmica en nosotros, por eso tendremos que prestar cuentas de la aplicación por nosotros dada de los recursos – tanto los materiales como los espirituales – que con nosotros trajimos para el estado terreno;

c)     la necesidad de reajuste delante de la Ley de Causa y Efecto es inherente a la existencia en mundos expiatorios, de ahí es porque en la Tierra enfrentamos con tantos dolores y miserias;

d)     la “deuda” (para quien prefiera) es contraída delante de la Ley y no delante del ofendido;

e)     nadie avanza espiritualmente teniendo la conciencia intranquila;

f)      la reparación puede efectuarse por medio de la práctica del bien, porque “el amor cubre la multitud de pecados”.

Por fin, destacamos que la única deuda que tenemos unos con los otros es el amor. Con todo, no se trata de cualquier amor. En efecto, la enseñanza de Jesús es: “Un mandamiento os doy: Que os ameis unos a los otros, como Yo os amé. En esto todos conoceran que sois mis discípulos, si os amarais unos a los otros” (Juan, 13:31-35, destaque).

Y para que consigamos alcanzar ese punto máximo del sentimiento: el amor, precisaremos nacer de nuevo, tantas veces cuantas fueran necesarias.


 

[1] CARRARA, Orson Peter. Pagar o quê? Para quem? Disponível em: Link-1 . Acesso em: 3 mar. 2023, destaquei.

[2] Texto adaptado.

[3] XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação [ditado pelo Espírito André Luiz] 2. ed. especial. Rio de Janeiro: FEB, 2007.p. 214.

[4] XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação [ditado pelo Espírito André Luiz] 2. ed. especial. Rio de Janeiro: FEB, 2007.p. 214.

[5] XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação [ditado pelo Espírito André Luiz] 2. ed. especial. Rio de Janeiro: FEB, 2007.pp. 214-215, destaquei.

[6] KARDEC, Allan. O Céu e o Inferno, ou, a Justiça Divina segundo o Espiritismo. Tradução de Manuel Justiniano Quintão. 61. ed. 1. imp. (Edição Histórica). Brasília: FEB, 2013. p. 35.

[7] BUENO, Francisco da Silveira. Minidicionário da língua portuguesa. Ed. rev. e atual. por Helena Bonito C. Pereira, Rena Signer. São Paulo: FTD: LISA, 1996.

[8] XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação [ditado pelo Espírito André Luiz] 2. ed. especial. Rio de Janeiro: FEB, 2007.p. 9 – Ante o Centenário (prefácio de Emmanuel).


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita