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Reforma íntima y la evolución
espiritual |
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Aspecto altamente desafiador enfocado por el Consolador
prometido por Jesús, el Espiritismo, reserva sagrada de
sabiduría y esclarecimientos a la humanidad dado por
eminentes y amorosas entidades espirituales, es la
necesidad de iniciar nuestra reforma íntima. Se trata de
una iniciativa absolutamente vital a los que aspiran a
algo más de lo que las efímeras glorias o infantiles
distracciones típicas de la vida corpórea. Considerando
los ingentes e intransferibles esfuerzos que abarca, es
comprensible que la idea de reforma íntima geralmente
evoque algún tipo de malestar a la mayoría de las
personas. Al final, su propuesta es la de promover
cambio, transformación o alteracción en la manera de ser
de los individuos, emprendimiento que suena como
desagradable o innecesario para
muchos. Convengamos que la necesidad de ceder a ciertos
deseos puramente materiales o hábitos perniciosos puede
ser encarada como inaceptable en ciertos circulos
humanos.
Entre tanto, a medida que la criatura va madurando
psicológicamente su pensamiento comienza a razonar
aspectos metafísicos y, por extensión, su manera de
observar las cosas, así como su patrón de juzgamientos y
prioridades, también va perfeccionándose. O sea, un
nuevo cuadro existencial pasa a ser divisado. Por
consiguiente, lo que era relevante hasta recientemente
pasa a no ser más. En el plano práctico, la reforma
íntima del individuo no es raro se inicia a partir de
cierta exhaustación con lo que lo cerca, esto es, cuando
las cosas del mundo pasan a no llenar más o distrair.
En otras ocasiones, el proceso de reforma íntima deriva
de situaciones por él (a) protagonizadas en las cuales
no se conduce apropiadamente, y produciéndole amargo
sentimiento de decepción. En suma, en un momento dado,
la criatura se siente forzada a cambiar su conducta para
mejor y, tomada tal decisión, aumentándole los deseos de
desprendimiento y autocrítica. De forma similar, el
Espíritu Joanna de Ângelis, en el libro Ofrenda (psicografia
de Divaldo Pereira Franco), nos recomienda asumir el
compromiso de autoperfeccionamiento espiritual, así como
a no tergiversarnos delante del desafío.
Como afirmé arriba, el Espiritismo tiene el compromiso
de ayudar a las criaturas humanas en ese particular. En
ese sentido, Joanna de Ângelis observa, en la obra Dimensiones
de la Verdad (psicografia de Divaldo Pereira
Franco), que “Con el Espiritismo, recién-llegado al
discernimiento humano, en hora crucial de sozobras
morales y delincuencias sociales, resurgen las luminosas
oportunidades de ejercitar al Cristo íntimo, en el
trabajo de renovación personal intransferible e
improrrogable”. Puesto esto, la verdadera reforma
interior está completamente vinculada a la idea de
internalizarnos el ideal cristiano en nuestras vidas.
Cabe destacar que Jesús nos legó lecciones inmortales a
la ejecución de nuestra evolución espiritual. Y
asimilandolas podremos, en fin, promover la autorreforma
– ejercicio imprescindible a nuestra victoria en la
esfera corporal.
El Espíritu Emmanuel, a su turno, en la obra Fuente
Viva (psicografia de Francisco Cândido Xavier),
resalta que “La vida es proceso renovador, en todas
partes [...]”. En efecto, todo se modifica
incesantemente en nuestra dimensión. A guisa de ejemplo,
si quedamos sin visitar cierto lugar por determinado
tiempo, es altamente probable que la sorpresa nos
aguarde. El mismo razonamiento es válido para cuando nos
encontramos con una persona específica que hace mucho no
vemos. El tiempo, por regla, tiende a obrar
implacablemente en nuestra epidermis, y las marcas de su
acción transformadora van aumentando al punto de cambiar
nuestra apariencia.
Conviene recordar que la propia naturaleza se transforma
todos los días. Las estaciones del año guardan
características únicas modificando los paisajes
radicalmente. Las instituciones y la vida en sociedad
pasan por visibles mudanzas y alteraciones fácilmente
observables.
Además, también “[...] la individualidad imperecible se
reforma, incesantemente”, conforme pondera Emmanuel.
Nuestra identidad permanece, más el “templo interior” es
frecuentemente alcanzado por eventos y experiencias sin
cuenta que representan el tejido de fondo de nuestras
vidas. Y por el meticuloso análisis y reflexión de ellos
tenemos la oportunidad de incorporar nuevos valores y
elementos a nuestro background. Más allá de eso, cumple
admitir que no somos seres emocional y espiritualmente
perfectos, lo que presupone la necesidad de constantes
aprendizajes y perfeccionamientos (reformas).
En la esencia, aun bajo el inspirado pensamiento de
Emmanuel expuesto en la obra Fuente Viva (también
psicografiado por el médium Francisco Cândido Xavier),
“El único proceso, por tanto, de reformar edificando es
aceptar las sugestiones del bien y practicarlas
intensivamente, por intermedio de nuestras acciones”.
Reiterando: la génesis de los cambios/reformas del
individuo nace necesariamente de sus profundas
reflexiones. De ese modo, el ejercicio de sopesar,
examinar, observar, comparar, perfeccionar y absorver
deben ser continuos.
Por tanto, como enseña Emmanuel, “Pensamiento es
fermentación espiritual. En primer lugar establece
actitudes, en segundo genera hábitos y, después,
gobierna expresiones y palabras, a través de las cuales
la individualidad influencia en la vida y en el mundo.
Regenerado, pues, el pensamiento de un hombre, el camino
que lo conduce al Señor se le revela recto y limpio”.
Por fin, escogido el desafiador camino de reformarse
para Dios, será preciso mirar con mucho coraje moral
para dentro de sí mismo, y estar preparado para aceptar
el eventual diagnóstico de que hay mucha sombra en su
personalidad y pantalla mental careciendo de reparo.
Dicho esto, vale también recordar que Jesús nos indicó
dos mandamientos básicos: amar a Dios y al prójimo.
Comencemos, entonces, por averiguar nuestra capacidad de
amar a Dios. ¿Él realmente forma parte de nuestra vida?
¿O sólo nos acordamos de él en la hora da necesidad y
del apuro? Infelizmente, no pocos hablan de Dios apenas
de la boca para fuera. ¿Amamos apenas a los que están
próximos de nosotros o ya conseguimos expandir ese noble
sentimiento para otros que no comparten de nuestro
círculo familiar?
Considerando nuestros eventuales deslices relacionados
por los caminos de la vida, es preciso preguntar si no
hay algo que recomponer en cuanto estamos viviendo en la
materia. Si perjudicamos o tratamos mal a alguien, sería
oportuno, entonces, intentar recomponer los lazos
volviéndolos por lo menos fraternales (no olvidemos, en
ese sentido, de que de aquí no llevaremos siquiera un
pendrive). En fin, sea cual fuera nuestra mayor
dificultad o deficiencia, el hecho es que la reforma
íntima es esencial a nuestra evolución espiritual, pues
nos infunde nuevos propósitos y significado a nuestras
vidas. Siendo así, no pierda más tiempo – la vida es
corta. Sea su propio y sincero juez, admita dónde usted
no va bien y, fundamentalmente, corrijase.
Sólo los espíritus realmente fuertes tienen fuerza moral
y dignidad para realizar ese ejercicio. Comience ahora,
mi querido (a) amigo (a), su proceso de reforma interior
para no lamentarse despues...