Tema: Apego y renovación
El vestido perfecto
Raquel era una niña bonita y vanidosa. Ella era feliz
cuando tenía alguna fiesta, pues podía arreglarse aún
más y usar vestidos bonitos.
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Tenía un vestido que era su favorito. Era
amarillo, casi dorado, con bordados brillantes.
Lo había usado en la boda de su tía y después en
la fiesta de su
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cumpleaños. Y también se lo ponía de vez en
cuando en casa, pues se sentía una princesa con
él. |
Pero el tempo fue pasando y Raquel creció. Un día se dio
cuenta de que el vestido ya no le estaba quedando. Si lo
forzaba podría romper la costura.
Ella se quedó muy triste.
- Aunque ya no me sirva, no voy a dárselo a nadie. ¡Ni
venderlo, ni prestarlo! Ese
es el mejor vestido de todos. ¡Es el vestido de mi vida!
– decía ella.
Su mamá a veces intentaba conversar con la niña. Le
decía que de la misma forma que el vestido había sido
bueno para ella, ahora podría alegrar a alguna niña
también. Pero
Raquel no se convencía con ningún argumento.
Un día, revisando su guardarropa vio el vestido
amarillo, lo saco del colgador y se dio cuenta de que
tenía un olor feo, de ropa guardada hacía mucho tiempo.
Raquel tomó el vestido, se sentó en su cama y se quedó
pensando. Sentía mucha pena por no poder usarlo más. Un
vestido tan lindo como ese se había vuelto inútil y
ahora solo se quedaba escondido, guardado todo el
tiempo. Un día se volvería más viejo y tendría que ser
botado.
Ella sabía que era un traje, un pedazo de tela cosido,
pero aun así le era difícil desapegarse de él.
Raquel entonces lloró cuando se dio cuenta de que lo
correcto era dejar que otra niña lo use. Conversó
con su mamá y decidieron dárselo a la primita de Raquel,
Renata. Ella todavía era pequeña y podría aprovecharlo
mucho.
Cuando Renata vio el vestido saltó de alegría. Tía
Juliana, su mamá, agradeció mucho a Raquel, y le dijo
que ayudaría a cuidar bien de él para que continuara
bonito por mucho tiempo.
Raquel se sintió muy feliz con la alegría de su prima.
La mamá de Raquel también quedó muy contenta con la
actitud de su hija y elogió su coraje, por haber hecho
lo que ella sabía que era correcto, incluso sin ganas de
hacerlo.
El tiempo pasó y Raquel fue volviéndose una joven.
Cuando cumplió quince años, su mamá mandó hacer un
vestido para su cumpleaños. Raquel escogió el modelo y
la tela, que era rojo satinado. La costurera lo hizo
exactamente como ella quería y, cuando quedó listo, la
llamó para la prueba.
Raquel se probó el vestido y se sintió linda. Con una
enorme sonrisa fue a mostrárselo a su mamá.
- Mira, mamá, ¡qué lindo quedó! ¡Lo amo! ¡Es perfecto! –
dijo entusiasmada. - ¡Este es el vestido de mi vida!
Su mamá, riendo, le dijo:
- ¡Ah no! ¡No
vamos a volver a comenzar! ¡Si Dios quiere, vas a tener
muchos vestidos perfectos en tu vida! Cada uno va a
cumplir su papel y solo eso.
Raquel, que estaba súper feliz, abrazó a su mamá, y
dijo:
- ¡Está bien! ¡De acuerdo, entonces! Voy a tener muchos
vestidos perfectos.
Desprendernos de las cosas que nos gustan no es fácil,
pero es necesario, pues la vida siempre está en
movimiento. Todo pasa, pero también todo se renueva, y
el tiempo se encarga de traernos siempre nuevas e
increíbles oportunidades.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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