Tema: Mentira
El niño y el lobo
Érase una vez un hombre que tenía un rebaño de ovejas y
todos los días las llevaba a pastar.
Una vez, necesitó salir de viaje por unos días. Por
ello, decidió encomendar a su hijo, que ya era un niño
grande, la tarea de pastorear las ovejas.
El hombre le explicó a su hijo lo que debía hacer. Todos
los días tendría que llevar las ovejas a los campos de
hierba para que comieran en abundancia y se convirtieran
en ovejas fuertes y con buena lana. El niño tendría que
cuidarlas para que ninguna se perdiera y debía vigilar
los alrededores. Si algún lobo se acercara queriendo
atacarlas, debía gritar fuerte para pedir ayuda.
El niño prestó atención y al día siguiente inició su
nueva actividad, llevando las ovejas a pastar. Todo iba
bien, pero el chico quiso probar si lo escucharían en el
caso que lo necesitase, y así, sin que hiciera falta,
comenzó a gritar:
- ¡Lobo! ¡Lobo!
Sus gritos pronto se escucharon y varios hombres del
pueblo llegaron corriendo con armas y piedras para
ahuyentar al lobo antes de que se comiera alguna oveja.
Cuando se dieron cuenta de que no había lobo, se
enojaron y regresaron al pueblo refunfuñando, porque el
niño les había dado un buen susto.
Al chico, sin embargo, ni siquiera le importó las
quejas. Incluso le pareció muy divertido ver sus
reacciones. Por eso, al día siguiente, el niño llevó las
ovejas a pastar, esperó un rato y comenzó a gritar
fuerte otra vez:
- ¡Lobo! ¡Lobo!
No tomó casi nada de tiempo y allí estaban los aldeanos
otra vez. Vinieron corriendo, alarmados, pero no
encontraron ningún lobo.
El niño trató de disimular, diciendo que el lobo se
había ido solo. Pero estaba tan tranquilo, riéndose del
revuelo causado, que nadie le creyó, ya que el lobo
nunca se habría ido antes de comerse al menos una oveja.
Al tercer día, el muchacho volvió a salir con sus
ovejas. De repente, mientras subía una pequeña colina,
vislumbró a un lobo.
Gritó tan fuerte como pudo:
- ¡Lobo! ¡Lobo! ¡Lobo!
El niño estaba asustado y más aún cuando se dio cuenta
de que nadie venía a ayudarlo. Temiendo no solo por la
vida de sus ovejas, sino también por la suya, se dio
cuenta de lo tonto que había sido al haber mentido y
disfrutado al engañar a las personas que estaban
dispuestas a protegerlo.
Los aldeanos, aun escuchando su llamada, pensaron que
estaba mintiendo de nuevo y por eso esta vez no fueron a
ayudar. Solo cuando el niño entró corriendo al pueblo,
con una mirada aterrorizada, creyeron que esta vez no
estaba mintiendo.
Los hombres corrieron al campo para tratar de salvar a
las ovejas, pero cuando llegaron allá, encontraron a los
animales pastando tranquilamente y ningún rastro de un
lobo.
De repente, en una ráfaga de viento, uno de ellos vio
algo que se movía a cierta distancia. Le pareció extraño
y se acercó. El viento seguía meciendo el objeto y el
hombre se dio cuenta de que era una capa, de color
oscuro y material liviano. Uno de los aldeanos debía
haberla perdido el día anterior cuando corrieron hacia
allí a toda prisa.
Pronto comprendieron que el chico se había confundido.
Trajeron a las ovejas de regreso y todo terminó bien, no
solo para las ovejas, que no sufrieron daño, sino
también para el niño, que aprendió una buena lección.
Nunca más volvió a mentir, ni le hizo gracia divertirse
a costa de los demás. Creció para ser una persona en la
que todos podían confiar.
Adaptación de la historia del sitio web
Mãe Pop
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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