Tema: Diferencias
Las opiniones del pato
Había un lugar muy bonito, donde vivían varios animales.
Ahí había un lago, donde el pato nadaba y pasaba la
mayor parte del tiempo.
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Mientras nadaba, el pato observaba las cosas y
los animales a su alrededor. Con el tiempo pasó
a conocer los
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hábitos de sus vecinos, y a juzgarlos. |
Como era un pato, no sabía nada de cómo era vivir con
otras condiciones. Aun así, pensaba que los otros
animales tenían ciertas costumbres que podían ser
mejoradas.
Un día, el pato vio a la gallina con sus pollitos.
Entonces salió del lago, sacudió el agua de sus plumas y
fue a hablar con ella:
- ¡Hola, gallina! ¿Cuándo van a comenzar a nadar tus
pollitos?
- ¡Buenos días, pato! Gracias por la invitación. Sé que
eres un excelente nadador, ¡pero la natación no es para
nosotros!
- ¿Por qué no? Nadar solo trae beneficios. Ellos
ejercitarían esas patitas delgadas y quedar más fuertes,
con más apetito.
A la gallina no le gustó que el pato hablara mal de las
patitas de sus pollitos. Ella explicó que ellas eran
diferentes de las suyas, porque no tenían membranas
entre los dedos, lo que lo ayudaba a nadar. Pero eran
perfectos para escarbar y para divertirse corriendo.
Ellos tampoco tenían las plumas impermeables como las
del pato. Para
ellos, el agua fría era incómoda.
Ella terminó la conversación y se fue con sus pollitos.
El pato no sabía aquellos detalles. Terminó estando de
acuerdo con la gallina y aceptando de que ellos estaban
bien viviendo como vivían.
Al día siguiente, el pato decidió conversar con el búho.
Fue hasta el árbol donde él estaba posado, tomando una
siesta, y gritó su nombre hasta que despertó y fue a
hablar con él.
- ¡Buenas tardes, búho! Disculpe que lo despierte. Es
que estoy preocupado por su salud. Usted cambia el día
por la noche. No aprovecha el sol de la mañana que hace
tanto bien. ¿No cree que sea mejor despertar más
temprano, conversar con sus vecinos, alimentarse en las
horas correctas?
El búho no creyó lo que estaba oyendo. Llegó a pensar
que era una broma de mal gusto. Pero percibiendo que el
pato, a pesar de inoportuno, tenía buenas intenciones,
le explicó que sus ojos eran muy sensibles a la claridad
y que no aguantaría estar expuesto a los rayos del sol.
Tranquilizó al pato explicándole que tenía otros amigos
búhos con quien conversaba y que lograba encontrar
alimento fácilmente, sin tener los ojos oscurecidos. El
pato finalmente entendió que él estaba bien, incluso
haciendo sus actividades de noche.
Algunos días Después, fue el turno del pavo real. La
exuberancia de sus colores y los dibujos de sus largas
plumas llamaban mucho la atención. Cuando abría su cola,
los niños del lugar venían corriendo para verlo. Hasta
los demás animales se detenían para mirar su belleza.
Al pato, entonces, le pareció mejor alertarlo para que
se cuidara de la vanidad, pues no servía de nada ser
bonito por fuera y orgulloso por dentro, creyéndose
mejor que los demás y exhibiéndose a cada rato.
- ¡Hola, pavo real! ¿Podemos conversar un minutito? –
dijo el pato.
- ¡Hola, amigo pato! ¡Claro, con mucho gusto! ¡Qué bueno
verlo! ¡Antes que nada, quiero decirte que soy un gran
fan tuyo! Me quedo aquí mirándote deslizar sobre el
agua. Nadas de una manera tan suave, tan natural, que
parece que ni te
esfuerzas. ¡Qué
belleza! ¡Mis felicitaciones!
El pato se sintió tan bien acogido y feliz con el elogio
del pavo real que le dio un abrazo, agradeciéndole.
Ellos conversaron un poco, pero al final, en vez de
aconsejar al pavo real, el pato acabó elogiándolo
también y hasta le pidió para ver su cola abierta de
cerca.
- ¡Pues claro! – dijo el pavo real, irguiendo sus plumas
y haciendo una bella pose que atrajo también a otros
animales para que vieran también.
El pato sonrió satisfecho y reforzó el comentario de
todos de cómo el pavo real era increíble. Después de
despedirse con otro caluroso abrazo, volvió a su lago.
“Qué simpático es el pavo real,” pensaba. “No tiene nada
de orgulloso. Yo estaba equivocado. Así como estaba
equivocado sobre el búho y la gallina también.”
Mientras el pato pensaba así, se posó en el borde del
lago una garza, un ave de pico alargado, cuerpo
encorvado y que gusta de comer peces.
Evaluando la apariencia del visitante, el pato pronto
pensó:
- ¡Oh! ¡Qué mala postura tiene! Antes de que comience a
sentir dolor, debería enderezar su espalda y mantener la
cabeza erguida.
Pero, en seguida, el pato se rio de sí mismo, pues se
dio cuenta de que ya estaba queriendo corregir a esa
ave, que él ni conocía. Entonces, simplemente se le
acercó sonriendo y dijo a la garza:
- ¡Bienvenido, amigo! ¡Soy el pato! Si necesitas algo,
mientras estés por aquí, será un placer ayudarte.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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