Tema: Respeto, trabajo
La hormiga y la cigarra
Érase una vez una hormiga muy trabajadora. Por la mañana
salía de casa, caminaba mucho en búsqueda de alimento y
cargaba hojas y granos pesados, a veces más grandes que
ella. Todos los días hacía eso y todo iba bien así.
En un árbol, cerca de la casa de la hormiga, vivía una
cigarra. Su modo de vida era totalmente diferente al de
su vecina. Ella buscaba comida solo cuando tenía hambre.
No se quedaba buscando y almacenando comida a toda
hora. Lo
más importante para ella era cantar.
La cigarra pasaba el día con sus canciones. Tenía una
voz potente y afinada que podían escuchar todos los
animales de los alrededores.
Desde pequeña la familia de la cigarra le había enseñado
a cantar. Era una buena cantante y sentía que esto era a
lo que la vida la había encaminado y lo que debía hacer.
Pero a la hormiga le parecía extraña la manera de ser de
la cigarra. La
veía desprevenida e incluso perezosa.
Ellas se encontraban con frecuencia y cada vez que
conversaban, la cigarra se sentía menospreciada, se daba
cuenta de que la hormiga pensaba que era mejor que ella
y se quedaba muy molesta. Hasta que un día la hormiga
dijo:
- ¡Buenos días, cigarra! ¿Y entonces? ¿Vas a cantar de
nuevo? Qué vida tan tranquila, ¿no? ¡Cómo me gustaría
tenerla!
Fue la gota de agua que colmó el vaso para la cigarra. Nerviosa,
ella respondió:
– ¡Mira hormiga! Sé que piensas que es fácil ser
cantante. Entonces, ¿qué tal si cambiamos? Yo voy a
buscar comida todo el día para nosotras y tú tendrás que
cantar por todo el vecindario. ¿Qué te parece? Es tu
oportunidad de tener la vida fácil que crees que tengo.
Sintiéndose provocada, la hormiga respondió sin pensar:
- Vaya, por supuesto que lo haré. Me voy a tomar unas
merecidas vacaciones.
Entonces una le explicó rápidamente a la otra lo que
debía hacer.
Las tareas no parecían difíciles de realizar y las dos
acordaron comenzar ese mismo día.
La cigarra solo necesitaba caminar, caminar mucho. Y
cargar peso, mucho peso. Pero, como quería demostrar que
era trabajadora, empezó con toda la energía.
Para la hormiga, empezar fue más difícil. No
podía tocar ningún instrumento, ni leer
partituras. Solo podía recordar los coros de las
canciones.
Pero ella quería demostrar que el canto de la cigarra no
era para tanto. Entonces, hizo un esfuerzo y logró,
leyendo las letras, cantar, incluso con voz aguda, dos
canciones enteras que estuvo repitiendo todo el día.
Al final de la tarde, la cigarra regresó a casa y
encontró allí a la hormiga. Ninguna de las dos quería
hablar de las dificultades que tuvieron, al contrario.
– Hoy encontré algo de comida, pero este fue mi primer
día. Estoy segura de que cada día ganaré más experiencia
y mi rendimiento va a mejorar – dijo la cigarra.
– Todo salió bien para mí también, y ciertamente voy a
cantar cada vez mejor. ¡Buenas noches! ¡Hasta mañana! -
dijo la hormiga.
Al llegar a sus casas, los dos se fueron corriendo a
descansar. La cigarra, exhausta, con todo el cuerpo
adolorido. La hormiga ronca, casi sin voz, molesta por
saber que nada le había ido bien y sin el menor deseo de
estudiar nuevas canciones.
Ya el primer día vieron que ese intercambio, realizado
en un momento de irritación, no había sido una buena
idea.
Al día siguiente, el desempeño de las dos fue aún peor.
Cada día estaban más arrepentidas. Trabajaban un poco,
como podían, pero con la convicción de que eso no era
para ellas. A la cigarra no le parecía tan importante
vivir solo para almacenar comida. La hormiga no hallaba
motivación para dedicarse tanto, con ensayos y más
ensayos, aprendiendo notas y acordes, tocando
instrumentos, solo para presentarse por el vecindario.
Pero no sabían qué hacer. ¿Cómo podrían darse por
vencidos? Sería una humillación asumir que no podían
hacer el trabajo de la otra.
Así, pasaron unos días hasta que los habitantes del
vecindario comenzaron a comentar que extrañaban la voz
de la cigarra. Querían que volviera. Un día, fueron a
hablar con ellas.
– Amigas, ¿qué les parece volver a hacer lo que hacían
antes tan bien? ¡La cigarra animaba a todos con su
alegría, con la emoción con que cantaba! Incluso desde
lejos podíamos oírla. ¡Era tan bonito! Y tú, hormiga,
eras un ejemplo de fuerza de trabajo. ¡Una inspiración
para que todos nosotros también hagamos nuestras tareas
con empeño!
Ah... fue un alivio para las dos escuchar eso. Fue una
gran razón para que deshicieran inmediatamente el
intercambio. Y quedaron tan aliviadas que incluso se
abrazaron como amigas.
Al día siguiente todo volvió a la normalidad. Pero
volvió aún mejor porque la hormiga había comprendido que
la tarea de la cigarra era un servicio especializado e
importante. Incluso terminó admitiendo que también le
gustaba trabajar escuchando el canto de la cigarra. Y la
cigarra también llegó a respetar el trabajo duro de su
vecina, que exigía, además de mucha fuerza física, mucha
determinación y carácter.
Las dos entendieron que cada uno tiene su papel que
cumplir y debe aprovechar la oportunidad que Dios le ha
dado, respetando su propio trabajo, pero también el de
los demás.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
Material de apoio para evangelizadores:
Clique para baixar:
Atividades
marcelapradacontato@gmail.com