Tema: Reforma íntima
La mariquita y la mariposa
Érase una vez una mariquita y una mariposa que vivían en
un gran jardín.
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Ellas eran vecinas y tenían costumbres muy
parecidas, pero eran muy diferentes en su forma
de ser. |
La mariquita era feliz. Siempre estaba con una sonrisa
en el rostro. Era gentil con los demás. ¡La mariposa no!
Era hosca, le parecía todo mal y discutía por cualquier
motivo.
A los otros animalitos del jardín les gustaba
encontrarse con la mariquita y conversar con ella. Con
la mariposa era lo contrario. Ellos incluso la evitaban.
A veces fingían que no la habían visto pasar, para no
tener que lidiar con su mal humor o escucharla quejarse
de algo.
La mariposa se daba cuenta de la situación y eso también
era motivo para enojarse y pensar que todo el mundo era
horrible. Por eso, un día, cuando encontró a la
mariquita, le habló en tono serio:
- Mariquita, te quería encontrar para preguntarte una
cosa. Siempre estás ahí con esa sonrisita. ¿No te pasa
nada malo? ¿Solo a mí? ¿Acaso no te sientes cansada? ¿No
te molestas con unos y otros que solo hacen tonterías?
Tu vida debe ser mucho más tranquila que la mía, pues
prácticamente todos los días suceden cosas que me
enojan.
La mariquita, aun conociendo la forma de ser de la
mariposa, no se esperaba esas preguntas, entonces pensó
un poco y después respondió:
- Buenos días, mariposa. Claro que yo también tengo
problemas, como todo el mundo. Hoy mismo me golpeé mi
alita con un palo y me está doliendo mucho. Por no poder
volar mucho, todavía no he comido y tengo hambre. Pedí
ayuda a la hormiga, pero ella no puede detener su
trabajo para ayudarme. Pero… a pesar de eso – continuó
ella – sé que todo eso pasará. Y que, si suceden cosas
desagradables, también suceden cosas buenas. Tengo
confianza en Dios, que sabe todo sobre mí y me cuida de
cerca. Pronto las cosas van a mejorar. Entonces, no
pierdo el tiempo derrumbándome. ¡Todo
está bien!
- Pero, mientras las cosas no mejoran, ¿no tienes ganas
de protestar? – preguntó la mariposa.
- A veces sí tengo – respondió la mariquita. – Pero la
mayoría de las veces logro controlarme y no me quejo,
pues ya aprendí que eso no me ayuda en nada, por el
contrario, solo empeora las cosas.
- Entonces, creo que necesito aprender a controlarme
más, también. Porque cualquier cosa que me incomoda la
boto afuera, protesto, me pongo nerviosa, acabo molesta
o hasta ofendiendo a los demás.
La mariquita, que tenía mucho conocimiento sobre las
cosas de la vida, también le explicó a la mariposa que
los únicos problemas verdaderos que nosotros tenemos no
son las cosas que nos pasan, sino nuestras actitudes.
- Cuando la gente perjudica a alguien – dijo ella –
agrede, ofende, no es honesta. Ahí sí, tenemos un
problema. Pero si no hacemos nada mal, nuestra
conciencia tranquila ya es un buen motivo para estar en
paz, para sentirnos bien, ¿no crees?
La mariposa pensó un poco y acabó estando de acuerdo.
Después de la conversación, ayudó a la mariquita,
trayéndole agua y comida. Al final, la mariquita le
había enseñado cosas muy importantes.
Desde ese día, la mariposa se esforzó y consiguió
mejorar bastante. Pasó a convivir bien con los demás y
con las cositas que le pasaban en el día a día. Con el
tiempo, ella se fue sintiendo mucho más feliz y se
volvió, además de una linda vecina, una amiga sonriente
y servicial con todos los animalitos del jardín.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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