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El suicidio según
los suicidas |
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El título de este texto, para muchos, podría indicar una
aberración, al final, ¿¡ como un muerto podría volver y
prestar una declaración sobre su propio suicidio!?
Para los incredulos en Dios, en la inmortalidad y
continuidad de la vida, la propuesta sugiere una
fantasía, casi delirante, en razón de no aceptar la vida
después de la muerte, creen ser literalmente imposible a
un suicida comentar su propio acto desvariado y las
repercusiones, pues, según ellos, la nada lo aguarda.
Para algunos religiosos, el objetivo del escrito también
es sin propósito, ya que quien se suicida va para el
llamado infierno, lugar de donde jamás saldrá.
La mayor parte de la humanidad, es cierto, no reconoce
la posibilidad de un suicida volver del reino de los
muertos y conversar con los aun vivos, con el propósito
de describir las circunstancias enfrentadas, cuando aun
estaban encarnados, que los llevaron a la falta de
respeto a la mayor dádiva concedida por el Creador: la
vida.
Para esclarecer a unos, enseñando a otros, Jesús -
nuestro Gobernador -, aun durante su estancia en la
Tierra, deliberó que hubiese una etapa más de
revelaciones al pueblo sediento de esperanza en el
futuro, más allá de las que Él mismo nos trajo,
traducidas por el advenimiento de otro Consolador. Esta
profecia se materializó por medio de la obra granítica
de Allan Kardec estructurada en el siglo XIX – el
Espiritismo.
A partir de entonces, cualquier persona – creyente o
incrédula -, si así lo deseara, puede tomar conocimiento
de relatos de antiguos suicidas, abordando
particularidades sobre la vida de cada uno, incluyendo
las motivaciones y medios empleados para el cometimiento
de lo que supongan ser el acto final de sus existencias.
Con todo, así creemos, la parte más importante de las
informaciones traidas por los suicidas se prende a las
consecuencias de lo que hicieron, así como el que les
reserva el futuro en sus nuevas reencarnaciones,
contrariando sus expectativas de que con el suicidio
estarían libres de las cuestiones que los incomodaban
cuando aun estaban encarnados.
Algunos dirán: ¡imposible! ¡Otros exclamarían: ¡absurdo!
Engañados están todos los que niegan esa realidad,
presentada claramente a partir de la publicación de la
cuarta obra fundamental de la Doctrina de los
Inmortales: El Cielo y el Infierno, o La Justicia
divina según el Espiritismo.1
Sí, por medio del uso correcto de la mediumnidad,
Espíritus que echaron mano de esa engañosa providencia, para
verse libres de situaciones indeseadas, volvieron del
más allá para instruirnos y, principalmente, alertar
sobre las implicaciones del uso de esa falsa puerta de
escape de la vida.
Esta obra contempla en su segunda parte varios ejemplos,
o mejor, narraciones de muertos en variadas situaciones
y, en particular, en referencia al tema en análisis, un
conjunto de relatos describiendo la situación de algunos
suicidas, todos evocados por Allan Kardec. Sigue resumen
de los relatos para ilustrarnos sobre la continuidad de
la vida:
Motivaciones
Una de las razones que lleva al suicidio es el
sentimiento de abandono que experimenta el individuo,
provocando sufrimiento y tortura íntima. En el momento
del suicidio, deseado por la muerte, pues, finalmente,
espera reposar. Como no creen en el futuro, juzgan ser
mejor retirarse, anticipadamente, del ingrato presente.
Hay situaciones singulares, cuando un padre se mata -
guiado por el amor paterno -, al tener conocimiento de
la convocación de su hijo para el servicio militar,
seguro de que él sería muerto en batalla. Obrando así,
pretendia no obligarlo a presentarse, bajo la alegación
de que, a partir de su muerte, sería hijo único de una
viuda.
El hambre en la vejez desamparada es otra fuerte
motivación – la prueba de la miseria -, aun más cuando
el desafortunado opta por beber para olvidar las
afliciones de la existencia.
El amor maternal, cuando es descontrolado, puede también
provocar el suicidio, como fue el caso de una madre que,
después de la muerte de su hijo en función de una
dolencia grave, interrumpió su propia vida en la
esperanza de reencontrarlo en el más allá.
Aun citando el amor, hay el caso de dos amantes que se
mataron para no cometer indecencias, pues ambos estaban
casados.
Peleas y desentendimientos entre enamorados, a veces,
también terminan en suicidio, como fue el caso de los
novios que se enfadaron y tuvieron el compromiso roto.
Él optó por el suicidio en función de ella no
perdonarlo.
El materialismo ofreció su contribución. Hay relato de
un ateo que se mató bajo el imperio del tedio y de la
falta de horizonte para el futuro.
Cuestiones ligadas a bienes materiales y fortunas
también desequilibran a las personas llevándolas a
actitudes inesperadas. Uno de los suicidas tuvo sus
bienes comprometidos y, no siendo posible repararlos en
virtud de la edad, cedió al desánimo y se mató.
Lugares y medios
La lesión a la propia garganta fue uno de los recursos
utilizados. Fue el caso del suicida de la Samaritana. Él
se mató dentro de una conocida tienda de departamentos
situada a la bera del río Sena en París.
Tirarse de lugares altos sobre piedras fue otra forma de
abreviar la dádiva de la vida.
El ahorcamiento y el ahogamiento provocaron las muertes
en otros casos.
La asfixia fue la modalidad usada por los dos amantes.
Ellos dejaron una carta explicando el motivo y pidiendo
para ser enterrados juntos en la misma sepultura.
Consecuencias
Los que se lanzan de las alturas rumbo a la muerte
biológica experimentan un contínuo vacío bajo de sí
mismos, cuando se sorprenden vivos del lado de allá.
Ellos se ven siempre cayendo, en un proceso repetitivo
aparentemente sin fin.
Uno de ellos, después de ser evocado seis días después
del suicidio, aun se juzgaba vivo, sin saber donde
estaba, deseando el anonimato, pero sabía que estaba
prisionero del ataúd. Su alma aun estaba unida al
cuerpo, sintiendo los gusanos corroyéndolo. Este estado
es consecuencia del acto, y el Espíritu permanecerá
unido por el tiempo equivalente de vida abreviada. Con
todo, esta condición varia en duración e intensidad
conforme las circunstancias envueltas en la falta. La
sensación de los gusanos destruyendo el cuerpo no es
exclusiva de los suicidas, sino común en aquellos que
vivieron más de la vida material que de la vida
espiritual.
En esos procesos hay agravantes y atenuantes, como fue
el caso del padre que se mató para librar al hijo de la
muerte cierta - según su entendimiento -, cuando este
tuviese que actuar como militar. Su motivo fue noble, un
típico atenuante, pero no lo exime totalmente de la
responsabilidad. Al final, el padre no podría tener
certeza de la muerte del hijo y, más allá de eso, la
carrera militar podría ser útil al hijo.
Otro factor atenuante es no premeditar el suicidio, caso
del novio que, en desesperación y por amor, se mata por
entender que no sería posible reconciliarse con su
novia. La pena en estos casos es atenuada, no habiendo
puniciones uniformes y constantes para las faltas del
mismo género. Por otro lado, el verdadero mérito habría
sido vencer el desafío.
Es de notar que cuando alguien rebelde se mata, para
reunirse al ente amado en el espacio, provoca un efecto
opuesto al deseado, pues del lado de allá no es
permitido que se vean, por cuenta de las leyes que
gobiernan el Universo y se mantendrá apartados por mucho
tiempo, lo contrario de lo que esperaban, inclusive
durante otras reencarnaciones, en una búsqueda
infructífera. La situación inesperada es la primera
punición al infractor. Siendo esta también la pena de
los amantes que creían poder reencontrarse después del
suicidio, pero experimentaron una especie de noche donde
tampoco no se veían y, en aquella ocasión, creían sería
imposible el reencuentro.
Situación inesperada para muchos suicidas es la
responsabilización por el mal que provocaron en los que
quedan. Por ejemplo, cuando los hijos se pierden en
función de la ausencia de la madre o del padre, o de
ambos, por cuenta del suicidio, los engaños y
desventuras de los hijos en la conducción de sus
existencias, como consecuencia de la falta de
orientación de los padres, serán parcialmente imputados
a los padres.
Una de las graves repercusiones en la jornada evolutiva
de los suicidas es que en futuras existencias, cuando se
encontrarán en situaciones semejantes a las que tendrían
que haber enfrentado en el pasado, y ellas verán -
compromiso demorado no es compromiso quitado -, tendrá
la tendencia de matarse, mas una vez, pues desenvolverán
inclinación para tanto.
En algunos casos relatados, para aquellos que podrían
entender el sorprendente deshecho, pedirán a los
encarnados – parientes y amigos - oraciones por ellos,
uno, principalmente, para librarse de horribles
compañeros que, junto a él, lo obsesaban con gritos,
sonrisas y escarnios infernales. Providencia siempre muy
oportuna para los que están en sufrimiento en el lado de
allá, la oración es de extremo valor, aun más cuando
provocaron la propia muerte.
En varios de ellos faltaron resignación, coraje,
humildad, paciencia, virtudes necesarias para enfrentar
las dificultades de la vida, comunes a todos, sin
excepción, en los mundos de pruebas y expiaciones.
De modo alguno resolvieron sus problemas y dificultades
abreviando la vida, complicando sus trayectorias
evolutivas para el futuro, pues en las próximas
reencarnaciones tendrán que nuevamente estar cara a cara
con las antiguas cuestiones, con todo, con agravantes.
En estos relatos, ninguno de ellos había aun entendido
que el método usado para intentar escapar de la vida
repercutió en sus periespíritus, y causaron lesiones y
limitaciones de nacimiento futuros que no encontraran
solución por la medicina oficial, tampoco por
tratamientos espirituales.
Las terapias podrán minimizar los efectos, pero no será
posible reparar el periespíritu en la próxima
existencia. Así, tendrá que enfrentar las pruebas y
expiaciones antiguas – no cumplidas -, junto con las
nuevas expiaciones surgidas por cuenta del suicidio
cometido. Más allá de eso, enfatizamos, todos tendrán
latente la inclinación de destruir el cuerpo físico,
caso juzguen nuevamente insoportables los desafíos de la
jornada actual.
El arrepentimiento es el primer paso para la
rehabilitación del suicida. A partir del surgiminto de
este sentimiento será posible iniciar el proceso de
reconstrucción personal, bajo duras penas, es hecho,
pues después de cometer este crimen es preciso, más allá
de arrepentirse, expiar y reparar, para solo entonces
tranquilizar la propia conciencia.
Tengamos en mente de que todo lo que se hace para
abreviar la vida representa intentos de suicidio, pero
no es suicidio exponerse a una muerte inminente para
salvar al semejante.
Y, como mensaje final, dice la Ley Mayor: saldrás de
la muerte, tantas veces cuantas fueran necesarias, pero
de la vida jamás.2
Referências:
1 KARDEC,
Allan. O Céu e o Inferno, ou A Justiça divina segundo
o Espiritismo. Tradução Evandro Noleto Bezerra. ed.
2. imp. 1. Brasília/DF: FEB, 2013. parte 2. Exemplos. cap.
V Suicidas.
2 XAVIER,
Francisco C. Recados do além. Pelo Espírito
Emmanuel. ed.1. IDEAL. 2021. Imortalidade.