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El “Camino de Damasco” de
Eurípedes Barsanulfo
Parte 2 y final |
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Eurípedes vino a aliviar el dolor, donar su amor y vivir
lo que el Evangelio dice
Horas después, Eurípedes procuró a la madrecita y la
avisó de que pasaría la mañana, en lo alto de la ciudad,
en el montículo “Bela Vista” — su retiro
predilecto para las lecturas queridas...
La mañana se presentaba clara, una brisa amena jugaba en
los árboles fructíferos de los patios.
Allá en la tranquilidad de la Naturaleza, Eurípedes se
entregó a la lectura del libro, que lo impresionó
profundamente, en la noche anterior.
El Cielo azul, el panel natural a extenderse alrededor,
todo era una invitación a la comprensión más profunda
del pensamiento del autor. ¡Ah, como veneraba al
Creador del Mundo y de los Seres! Dios — he el tema
emocional de Eurípedes, en todos los tiempos. Le
pronunciaba el Santo Nombre con sagrado temblor en los
labios y divina marca de lágrimas en los ojos suaves.
Al contacto con la Naturaleza, el perfume del
entendimiento le penetra las fibras más íntimas...
Releer las páginas portentosas. ¡Le reecendió el
entusiasmo, que transformó la noche anterior en la más
bella noche de vigilia, que le fue dado experimentar,
hasta entonces!... Se le expandió la luz adormecida en
la lámpada del corazón. Y, poco a poco le toma cuenta de
los sentidos, del ser íntimo. Es un momento divino de
integración espiritual con el Padre... Comprende,
entonces, que la humanidad siempre recibió el amparo
divino. En todas las épocas, en el curso de las
civilizaciones, la Palabra Orientadora jamás dejó
huérfano a la criatura terrena. Desde los Vedas, en la
India; Pitágoras, delante del espacio y de los mundos y
la expansión de la vida universal; los Druidas, en la
Galia, promoviendo el sublime trabajo de la
espiritualización de las criaturas; Sócrates y Platón
popularizando los principios de Pitágoras; el
Cristianismo marcado por revelaciones sublimes...
Eurípedes acompaña el desvelar del misterioso pórtico,
que apenas un reducido número de iniciados alcanzó. El
hermetismo orientalista abre finalmente las compuertas
milenarias. El Espiritismo — represa de luz — franquea
los diques, abre las compuertas, a fin de que el
entendimiento humano se entere, saciándose para siempre
en las cataratas generosas. Es el Consolador Prometido
a esparcir bellezas eternas, sin simbolismos, ni
alegorías, ni misterios sutiles. Abiertamente... ¡Cae,
en fin, el velo de los templos y de los santuarios!
Las horas corren... Allá abajo, la ciudad ya se levantó,
perezosa... El joven continua la lectura página a
página. Las lecciones le caen en el Espíritu ávido con
naturalidad. Sin los atropellos de la duda. La segunda
parte del libro le arranca incontenidas lágrimas de
emoción. Jamás sintió en autor alguno la alta
significación del Amor y de la Sabiduría de Dios.
— “Jamás vi a alguien cantar las glorias de la Creación
con tamaña profundidad y belleza.” Estas
palabras de Eurípedes numerosas veces repetidas, le
expresan el gran respeto dedicado a la obra de Léon
Denis.
En la Literatura Religiosa, que ojeaba frecuentemente,
nunca, hasta entonces, encontró un cerebro que expresase
la magnificencia de la Obra Divina, con el brillo y la
profundidad de ese autor. Con la fuerza suave y bella de
la Poesía, el filósofo estructura nuevo y racional
sentido para los atributos de Dios.
Cuando descendió el cerro verdoso, Eurípedes revivía los
primeros arrebatamientos, que la literatura espírita le
proporcionaba y que se repetirían, en el futuro, por las
manos fraternas de “tio Sinhô”.
LA CONVERSIÓN AL ESPIRITISMO- NUEVOS RUMBOS
Tio Sinhô hacía llegar a las manos de Eurípedes los
escasos materiales de propaganda de la Doctrina Espírita
entonces existente.
Profundamente conmovido en sus convicciones católicas y
leal a la sinceridad de su Espíritu, restringió su
presencia en la Iglesia a pocos oficios. Ya no era el
mismo asiduo frecuentador de los cultos religiosos. El
hecho comezaba a despertar aprehensiones en el seno de
la familia del joven y del clero...
En viernes de la pasión de 1904, Eurípedes, finalmente
atendió la gentil invitación de Da. Emerenciana
Mendonça, su querida madrina Sana, y, en la compañía de
su amigo José Martins Borges va a asistir a una sesión
espírita en la hacienda Santa Maria. Allá llegó con el
amigo con el objetivo de observar todo al vivo. Entraron
en el recinto, respetuosos. Los trabajos ya habían
iniciado. Eurípedes acompañó – atento – la lectura del
libro “El Evangelio Según el Espiritismo”. ¡Todo
le era nuevo y sorprendente! Se admiraba de ver hombres
incultos asumir la gran responsabilidad de la difusión
de los Evangelios del Señor. Allí se encontraba
Aristides, por ejemplo, individuo tan conocido, cargando
un corazón de oro, pero con un cerebro vacío.
Un pensamiento le vibra, entonces, en la mente...
Resolví hacer su pedido y habló con unción: “Todo
comprendí en la Biblia. Pero mi entendimiento está
cerrado para las Bienaventuranzas. Si es verdad que los
Espíritus se comunican con los vivos, ruego a Juan
Evangelista me aclare por el médium Aristides”.
Algunos minutos después,
Eurípedes oía la más extraordinaria disertación
filosófico-doctrinaria, que jamás conoció, en toda su
vida, sobre el luminiscente discurso de Jesús, por
intermedio del interprete solicitado... Imposible
atribuir a Aristides, semianalfabeto, aquel lenguaje
sublime, donde el magnetismo de poderosa elocuencia
emocionaba hasta las lágrimas a los circunstantes. La
alocución clara y persuasiva, esclareciendo los
problemas del Espíritu – en el cuadro de las causas y
efectos –; de la vida más allá de la tumba, resaltando
la posibilidad del trabajo en las rutas del aprendizaje
mayor, de la multiplicidad de las existencias en el
inmenso panel del progreso espiritual, todo dejó a
Eurípedes altamente impresionado. Sabe ahora que el
Sermón de la Montaña resume la Doctrina del Cristo.
Pero, solamente la lógica del Espiritismo puede conducir
el entendimiento humano a esa conclusión racional. Al
final de la luminosa exposición, la Entidad firmaba su
identidad con el sello vibrante de fraterno saludo: “¡Paz!
Juan, el Evangelista”.
Eurípedes Barsanulfo se tropezaba con la tangente de oro
por la cual le caían todas las dudas: la Comunicabilidad
de los Espíritus es un hecho al cual no puede –
absolutamente – oponer objecciones. Él se sentía
envuelto en una atmósfera desconocida, que le tocaba
todo el ser de emoción sublime. En aquella noche
memorable Eurípedes Barsanulfo recorrió su “Camino de
Damasco”. ¡Le caían las escamas que le obnubilaban
el raciocinio y surge, entonces, en el palco terrestre
el más nuevo, el más dedicado, el más lúcido y el más
fiel siervo de Jesús y discípulo de Allan Kardec!
En una segunda reunión en la hacienda Santa Maria,
Eurípedes recibe el siguiente recado de S. Vicente de
Paul, que, en verdad, sirve para todos nosotros:
“abandona, sin pesar y sin amarguras tu cargo en la
congregación. Lo invitó a crear otra institución, cuya
base será Jesús y cuyo director espiritual seré yo y tú
el comandante material. Apártate de una vez de la
Iglesia. Cuando tú oyeras el surgir de los fuegos, el
replicar de las campanas o el sonido de las músicas
sacras no te sientas amargado, ni nostalgico, porque el
Señor nos ofrece un campo más amplio de servicio y nos
conclama a la acción dinamizadora del Amor.
Mi hijo, las puertas de Sacramento van a cerrarse para
ti... Los amigos se apartarán. La propia familia se
revelará. Pero, no te importe. Proclama siempre la
verdad, porque a partir de esta hora, las
responsabilidades de tu Espíritu se ampliarán
ilimitadamente. Tú atravesarás la calle de la amargura,
con los amigos a ridiculizar una actitud que no pueden
comprender”.
Eurípedes vuelve a la ciudad...El corazón se le baña de
claridades nuevas y sublimes resoluciones. ¡Transformándose
en carta viva del Cristo en el suelo de la Tierra,
alivia dolores, dono su amor incondicional, y vive, en
fin, en la práctica, lo que el Evangelio dice!
Años más tarde, ya desencarnado, por la luminosa
mediumnidad de Chico Xavier diría: “(...) sepamos poner
el bien al mal, la blandura a la violencia, el amor al
odio, el silencio al tumulto, con el perdón
incondicional a los ataques de cualquier naturaleza,
rogando la bendición de Dios, nuestro Padre de Infinita
Bondad, para todos los cultivadores de la injuria, que
no vacilan en desconsiderar la fe ajena, tirándote
guijarros de ironía. Porque la Doctrina Espírita, lejos
de ser motivo de burla, es la Doctrina de Nuestro Señor
Jesucristo, que estuvo también, con la reprobación de
los principales de Su tiempo, entre perseguidores
burlones, en los brazos fríos de la cruz”.
En la palabra vibrante, Eurípedes universaliza y
eterniza la defensa de todos los Misioneros que, como
él, volvieron sublime la práctica del verdadero
mediumnato en la faz de la Tierra.
El día primero de mayo del año de 1880, surgía en Minas
Gerais, en las tierras sacramentanas, una Gran Luz y sus
resplandores jamás se apagarán, porque son eternos e
inestinguibles.