Especial

por Rogério Coelho

El “Camino de Damasco” de Eurípedes Barsanulfo

Parte 2 y final

Eurípedes vino a aliviar el dolor, donar su amor y vivir lo que el Evangelio dice


Horas después, Eurípedes procuró a la madrecita y la avisó de que pasaría la mañana, en lo alto de la ciudad, en el montículo “Bela Vista” — su retiro predilecto para las lecturas queridas...

La mañana se presentaba clara, una brisa amena jugaba en los árboles fructíferos de los patios.

Allá en la tranquilidad de la Naturaleza, Eurípedes se entregó a la lectura del libro, que lo impresionó profundamente, en la noche anterior.

El Cielo azul, el panel natural a extenderse alrededor, todo era una invitación a la comprensión más profunda del pensamiento del autor.  ¡Ah, como veneraba al Creador del Mundo y de los Seres!  Dios — he el tema emocional de Eurípedes, en todos los tiempos.  Le pronunciaba el Santo Nombre con sagrado temblor en los labios y divina marca de lágrimas en los ojos suaves.

Al contacto con la Naturaleza, el perfume del entendimiento le penetra las fibras más íntimas...  Releer las páginas portentosas.  ¡Le reecendió el entusiasmo, que transformó la noche anterior en la más bella noche de vigilia, que le fue dado experimentar, hasta entonces!...  Se le expandió la luz adormecida en la lámpada del corazón. Y, poco a poco le toma cuenta de los sentidos, del ser íntimo. Es un momento divino de integración espiritual con el Padre...  Comprende, entonces, que la humanidad siempre recibió el amparo divino.   En todas las épocas, en el curso de las civilizaciones, la Palabra Orientadora jamás dejó huérfano a la criatura terrena.  Desde los Vedas, en la India; Pitágoras, delante del espacio y de los mundos y la expansión de la vida universal; los Druidas, en la Galia, promoviendo el sublime trabajo de la espiritualización de las criaturas; Sócrates y Platón popularizando los principios de Pitágoras; el Cristianismo marcado por revelaciones sublimes...

Eurípedes acompaña el desvelar del misterioso pórtico, que apenas un reducido número de iniciados alcanzó.  El hermetismo orientalista abre finalmente las compuertas milenarias.  El Espiritismo — represa de luz — franquea los diques, abre las compuertas, a fin de que el entendimiento humano se entere, saciándose para siempre en las cataratas generosas.  Es el Consolador Prometido a esparcir bellezas eternas, sin simbolismos, ni alegorías, ni misterios sutiles.  Abiertamente...  ¡Cae, en fin, el velo de los templos y de los santuarios!

Las horas corren... Allá abajo, la ciudad ya se levantó, perezosa... El joven continua la lectura página a página. Las lecciones le caen en el Espíritu ávido con naturalidad. Sin los atropellos de la duda. La segunda parte del libro le arranca incontenidas lágrimas de emoción. Jamás sintió en autor alguno la alta significación del Amor y de la Sabiduría de Dios.

— “Jamás vi a alguien cantar las glorias de la Creación con tamaña profundidad y belleza.” Estas palabras de Eurípedes numerosas veces repetidas, le expresan el gran respeto dedicado a la obra de Léon Denis. 

En la Literatura Religiosa, que ojeaba frecuentemente, nunca, hasta entonces, encontró un cerebro que expresase la magnificencia de la Obra Divina, con el brillo y la profundidad de ese autor. Con la fuerza suave y bella de la Poesía, el filósofo estructura nuevo y racional sentido para los atributos de Dios.

Cuando descendió el cerro verdoso, Eurípedes revivía los primeros arrebatamientos, que la literatura espírita le proporcionaba y que se repetirían, en el futuro, por las manos fraternas de “tio Sinhô”.


LA CONVERSIÓN AL ESPIRITISMO- NUEVOS RUMBOS

Tio Sinhô hacía llegar a las manos de Eurípedes los escasos materiales de propaganda de la Doctrina Espírita entonces existente.

Profundamente conmovido en sus convicciones católicas y leal a la sinceridad de su Espíritu, restringió su presencia en la Iglesia a pocos oficios. Ya no era el mismo asiduo frecuentador de los cultos religiosos.  El hecho comezaba a despertar aprehensiones en el seno de la familia del joven y del clero...

En viernes de la pasión de 1904, Eurípedes, finalmente atendió la gentil invitación de Da. Emerenciana Mendonça, su querida madrina Sana, y, en la compañía de su amigo José Martins Borges va a asistir a una sesión espírita en la hacienda Santa Maria.  Allá llegó con el amigo con el objetivo de observar todo al vivo. Entraron en el recinto, respetuosos. Los trabajos ya habían iniciado.  Eurípedes acompañó – atento – la lectura del libro “El Evangelio Según el Espiritismo”.  ¡Todo le era nuevo y sorprendente! Se admiraba de ver hombres incultos asumir la gran responsabilidad de la difusión de los Evangelios del Señor. Allí se encontraba Aristides, por ejemplo, individuo tan conocido, cargando un corazón de oro, pero con un cerebro vacío.

Un pensamiento le vibra, entonces, en la mente... Resolví hacer su pedido y habló con unción: “Todo comprendí en la Biblia. Pero mi entendimiento está cerrado para las Bienaventuranzas.  Si es verdad que los Espíritus se comunican con los vivos, ruego a Juan Evangelista me aclare por el médium Aristides”.

Algunos minutos después, Eurípedes oía la más extraordinaria disertación filosófico-doctrinaria, que jamás conoció, en toda su vida, sobre el luminiscente discurso de Jesús, por intermedio del interprete solicitado... Imposible atribuir a Aristides, semianalfabeto, aquel lenguaje sublime, donde el magnetismo de poderosa elocuencia emocionaba hasta las lágrimas a los circunstantes. La alocución clara y persuasiva, esclareciendo los problemas del Espíritu – en el cuadro de las causas y efectos –; de la vida más allá de la tumba, resaltando la posibilidad del trabajo en las rutas del aprendizaje mayor, de la multiplicidad de las existencias en el inmenso panel del progreso espiritual, todo dejó a Eurípedes altamente impresionado.  Sabe ahora que el Sermón de la Montaña resume la Doctrina del Cristo. Pero, solamente la lógica del Espiritismo puede conducir el entendimiento humano a esa conclusión racional. Al final de la luminosa exposición, la Entidad firmaba su identidad con el sello vibrante de fraterno saludo: “¡Paz! Juan, el Evangelista”.

Eurípedes Barsanulfo se tropezaba con la tangente de oro por la cual le caían todas las dudas: la Comunicabilidad de los Espíritus es un hecho al cual no puede – absolutamente – oponer objecciones.  Él se sentía envuelto en una atmósfera desconocida, que le tocaba todo el ser de emoción sublime.  En aquella noche memorable Eurípedes Barsanulfo recorrió su “Camino de Damasco”.  ¡Le caían las escamas que le obnubilaban el raciocinio y surge, entonces, en el palco terrestre el más nuevo, el más dedicado, el más lúcido y el más fiel siervo de Jesús y discípulo de Allan Kardec!

En una segunda reunión en la hacienda Santa Maria, Eurípedes recibe el siguiente recado de S. Vicente de Paul, que, en verdad, sirve para todos nosotros: “abandona, sin pesar y sin amarguras tu cargo en la congregación.  Lo invitó a crear otra institución, cuya base será Jesús y cuyo director espiritual seré yo y tú el comandante material.  Apártate de una vez de la Iglesia.  Cuando tú oyeras el surgir de los fuegos, el replicar de las campanas o el sonido de las músicas sacras no te sientas amargado, ni nostalgico, porque el Señor nos ofrece un campo más amplio de servicio y nos conclama a la acción dinamizadora del Amor.

Mi hijo, las puertas de Sacramento van a cerrarse para ti...  Los amigos se apartarán.  La propia familia se revelará.  Pero, no te importe.  Proclama siempre la verdad, porque a partir de esta hora, las responsabilidades de tu Espíritu se ampliarán ilimitadamente.  Tú atravesarás la calle de la amargura, con los amigos a ridiculizar una actitud que no pueden comprender”.

Eurípedes vuelve a la ciudad...El corazón se le baña de claridades nuevas y sublimes resoluciones. ¡Transformándose en carta viva del Cristo en el suelo de la Tierra, alivia dolores, dono su amor incondicional, y vive, en fin, en la práctica, lo que el Evangelio dice!

Años más tarde, ya desencarnado, por la luminosa mediumnidad de Chico Xavier diría: “(...) sepamos poner el bien al mal, la blandura a la violencia, el amor al odio, el silencio al tumulto, con el perdón incondicional a los ataques de cualquier naturaleza, rogando la bendición de Dios, nuestro Padre de Infinita Bondad, para todos los cultivadores de la injuria, que no vacilan en desconsiderar la fe ajena, tirándote guijarros de ironía. Porque la Doctrina Espírita, lejos de ser motivo de burla, es la Doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, que estuvo también, con la reprobación de los principales de Su tiempo, entre perseguidores burlones, en los brazos fríos de la cruz”.

En la palabra vibrante, Eurípedes universaliza y eterniza la defensa de todos los Misioneros que, como él, volvieron sublime la práctica del verdadero mediumnato en la faz de la Tierra.

El día primero de mayo del año de 1880, surgía en Minas Gerais, en las tierras sacramentanas, una Gran Luz y sus resplandores jamás se apagarán, porque son eternos e inestinguibles. 
 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita