Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada
 

 

Tema: Paz


La paz en el mundo


Gabriel y Gustavo eran hermanos y siempre estaban juntos. Iban a la misma escuela todos los días. Tenían los mismos amigos, eran invitados a las mismas fiestas y, si había un paseo, el hermano siempre estaba presente.

Ellos compartían mucho, pero lamentablemente esa convivencia no era tranquila. Ellos discutían por cualquier cosa. No prestaban nada el uno al otro ni se ayudaban.

Doña Margarida, su madre, se ponía muy triste con esta situación. Llamaba la atención a los niños y buscaba todas las formas de educarlos para que se respetasen.

Un día, los niños se pelearon a la hora del refrigerio. Gabriel se molestó, pues Gustavo se había comido todo el pastel de chocolate.

- Yo no me lo comí todo. ¡Tú ya habías comido en la mañana! – dijo Gustavo.

- ¿Ah sí? ¡Tú También comiste en la mañana! Y ahora te devoraste la mitad del pastel solo – respondió Gabriel.

- ¡Pero tú ya habías comido mucho más que yo! – se quejó Gustavo, molesto.

- ¡Claro que no! ¡Eres un goloso! – gritó Gabriel.

- ¡Tú lo eres! – gritó en retorno Gustavo.

Doña Margarida llegó e interrumpió la pelea. Gabriel se fue a su cuarto, cerró su puerta y empezó a jugar su videojuego. Gustavo fue a la sala y comenzó a ver una película.

La película que Gustavo escogió era sobre una invasión de extraterrestres. A él le gustaban ese tipo de películas, de ficción y aventura, y adoró esa película. Se quedó tan cautivado con la historia que ni vio el tiempo pasar.

Cuando la película terminó, estaba entusiasmado. Corrió a contárselo a su mamá.

- Mamá, ¡vi una película increíble! Los ET estaban invadiendo la Tierra porque identificaron que la especie humana estaba en guerra entre sí y merecía ser exterminada. Pero, entonces, llamaron a un pacificador, que era un hombre común, pero que podía hacer que las personas entendieran lo que estaba sucediendo – dijo Gustavo, animado. – El pacificador logró que los conflictos entre los pueblos de la Tierra acabaran y después, todos juntos, convencieron a los ET para que los respetaran. Al final, ¡todo salió bien y él salvó al mundo!

- Hijo, ¡te gustó mucho el pacificador!

- ¡Me encantó! Quiero ser igual a él cuando crezca. Y un día, quién sabe… ¡salvar a la humanidad!

- ¡Qué bueno, Gustavo! Estoy muy feliz de escucharte hablar así, con buenos ideales. Si está en los planes de Dios que ayudes a las naciones un día, estoy segura de que harás un buen trabajo. Pero ¿sabes una cosa, querido? Si quieres, ¡puedes comenzar a salvar a la humanidad desde ya!

- ¿Lo juras? ¿Puedo? ¿Pero cómo? – preguntó el niño, confundido.

- La humanidad que Dios te está invitando a salvar hoy vive en aquel cuarto – dijo Doña Margarida, apuntando a la puerta del cuarto de Gabriel. Gustavo se dio cuenta de lo que su mamá quería decir y perdió un poco su disposición.

Pero ella continuó:

- La paz del mundo entero depende de cada persona. Podemos colaborar con la paz conviviendo bien con quién está a nuestro alrededor. Eso es todo lo que podemos hacer. No parece la gran cosa, pero es importante porque todo lo que es grande está hecho de pequeñas partes. Para que haya paz en el mundo, tiene que haber paz entre las personas que conviven.

- Pero convivir con Gabriel es difícil, mamá – dijo el niño ya desanimado.

- Hijo, un buen pacificador tiene que hallar una forma. ¿No fue eso lo que el pacificador de la película hizo? Jesús nos dejó buenas orientaciones para convivir con nuestro prójimo. ¿Qué tal si las usas con tu hermano?

Doña Margarida terminó la conversación y dejó a Gustavo pensando. A él no le gustó mucho, pero después tuvo que admitir que ella tenía razón.

Gustavo, entonces, tomó la decisión de tener más paciencia con Gabriel y estar siempre atento para evitar las peleas. Gabriel, día a día, fue notando que Gustavo estaba cambiando y comenzó a retribuir el buen comportamiento de su hermano.

De vez en cuando sucedía algo desagradable, pero cada vez más ellos fueron aprendiendo a superar los desafíos y a respetarse.

Con el tiempo, ellos lo consiguieron: crecieron en paz, como verdaderos hermanos. El mundo todavía no está totalmente en paz, falta que otras personas también actúen como pacificadores, pero la parte que correspondía a los niños, la hicieron muy bien.


Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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