Tema: Orgullo y humildad
El árbol de mango orgulloso
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Había un gran y orgulloso árbol de mango, que
acostumbraba a menospreciar a los demás árboles
pequeños y
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burlarse de las plantas a su alrededor. |
Cerca de él había nacido un crisantemo, delicado y de
flores bonitas, que sin grandes pretensiones vivía
alegremente su vida.
Un día, el árbol de mango orgulloso le dijo al gentil
crisantemo:
- ¡Qué triste tu vida, pequeña flor! Eres tan bajita,
vives tan cerca del suelo que sólo puedes ver insectos y
gusanos. Desde aquí arriba yo puedo ver el cielo azul,
sentir el viento, recibir la luz del sol. Además, en mis
fuertes ramas se refugian los animales. Con mi tamaño y
fuerza, me enfrento a la furia de los vientos. Siento
mucha pena por ti, que eres tan frágil.
El delicado crisantemo no respondió nada. Simplemente
miró hacia arriba y consideró que el árbol de mango era
realmente majestuoso. Pero no sintió envidia de ese
árbol, ni se avergonzaba de ser como era. El crisantemo
se sentía bien, hacía lo mejor que podía con las
condiciones que tenía y eso para él era suficiente.
Llegó la noche y con ella empezó a soplar un fuerte
viento que trajo mucha lluvia. Rápidamente se formó una
violenta tormenta, con truenos aterradores y rayos que
cortaban el cielo.
El humilde crisantemo se inclinaba hacia un lado y luego
hacia el otro, esquivando el fuerte viento que lo
atravesaba.
Sin embargo, no ocurrió lo mismo con el árbol de mango.
Orgulloso como era, no admitía tener que inclinarse.
Luego, sintiendo la fuerza del viento, se enderezó y
levantó sus ramas en alto, como si quisiera mostrar su
poder y aceptar la lucha. Pero aquella tormenta era
realmente fuerte y un golpe de viento más intenso, sobre
la rigidez del árbol de mango, hizo que éste cayera y
fuera arrancado del suelo, dejando al descubierto sus
enormes raíces.
Al día siguiente, cuando los primeros rayos de sol
iluminaron las plantas, se pudo ver al árbol de mango en
esa triste situación, derribado y vencido.
El crisantemo lamentó el triste final del árbol de
mango. Aunque estaba cansado, levantó sus tallos y, con
la misma serenidad de siempre, estaba listo para un
nuevo día.
Pero esta historia no termina con un final triste. Dios
siempre da nuevas oportunidades a quienes cometen
errores. Y
lo mismo ocurrió con el árbol de mango.
Con el tiempo, las ramas del árbol de mango que yacían
en el suelo se pudrieron y se deshicieron. Pero algunos
nuevos brotes aparecieron finamente. El árbol de mango
volvió a brotar gracias a unas cuantas raíces que
quedaron enterradas.
Las demás plantas, al darse cuenta de que el árbol de
mango estaba renaciendo, se alegraron y le dijeron
palabras de ánimo para que luche por su vida.
El árbol de mango sintió el apoyo de sus compañeros y
esto le ayudó mucho a volver a ponerse de pie.
No creció tanto como antes, pero mejoró mucho. Se volvió
más humilde y amable. Nunca más volvió a decir cosas
desagradables al crisantemo ni a nadie más. Volvió a
convertirse en un gran árbol de mango. No por su tamaño
esta vez sino por ser un gran amigo para todos.
(Adaptación del texto del libro Cuenta
Más, vol. 4.)
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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