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Demencia
infantil
y palingenesia |
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Leemos en la BBC News, a
través de internet, un reportaje sobre la Dolencia de
Niemann-Pick tipo C (NPC), clasificada por la ciencia
como una dolencia rara, de origen hereditario,
neurologicamente progresiva y terminal, llevando a su
portador, normalmente niño en la pre-infancia, a tener
la expectativa media de vida de nueve años. La NPC,
según investigaciones, es resultado de la transmisión de
dos copias de un gen defectuoso de ambos padres para el
niño, que tiene una oportunidad en cuatro de desenvolver
la dolencia, siendo que una de cada ciento cincuenta mil
niños tienen la dolencia, pero esos datos aun son
preliminares, pues carecen de mayor amplitud en el
universo investigado. La NPC afecta el cerebro y el
sistema nervioso del niño con la deterioración
progresiva de la memoria, pérdida de equilibrio,
insuficiencia pulmonar y hepática, retraso en el
desenvolvimiento motor, pérdida del habla y
convulsiones. No existe medicación o tratamiento, siendo
que los científicos están estudiando la posibilidad de
una terapia genética, pero los test aun no son
conclusivos sobre su eficacia. La NPC, junto con otras
dolencias semejantes, es clasificada como demencia
infantil.
Ilustrando el reportaje,
tenemos el caso de Renee Staska, australiana y madre de
tres niños, Hudson (4 años), Holly (2 años) y Austin (9
meses), todos ya diagnosticados con la dolencia y
presentando, dentro de sus respectivas edades, los
síntomas que acabamos de describir, en un cuadro
familiar doloroso y que nos inspira compasión, pues los
médicos ya informaron a la madre que sus tres hijos van
a morir, uno detrás de otro, y nada existe en la
medicina, y en la ciencia en general, que pueda evitar
ese pronóstico. Pues bien, delante de esa fatalidad, y
teniendo en cuenta nuestra realidad como almas creadas
por Dios, como nosotros es presentado por la Doctrina
Espírita, preguntamos: ¿qué hicieron esos padres para
merecer tan profunda prueba? ¿qué hicieron esos niños
para recibir ese terrible destino? Y aun más: ¿la
ciencia puede alterar el destino de esas almas? Y si
puede, ¿cómo quedan los designios divinos?
Colocamos la existencia
del alma como punto de partida, pues sin ella, del punto
de vista materialistas del nacer, vivir y morir,
simplemente no tendríamos respuestas a las indagaciones
lanzadas en el párrafo anterior, tanto que los
científicos están atónitos con el caso presentado por
los hijos de Renee Staska, pues contrarian las leyes de
la genética y las probabilidades de transmisión
hereditaria de los genes por parte de los padres.
Solamente la inmortalidad del alma, siendo esta
preexistente al nacimiento del niño, conjugada con la
palingenesia (reencarnación), puede dar respuesta
adecuada, lógica y racional, a la existencia de la
demencia infantil, por ahora dolencia irreversible y
terminal.
Entre tanto, no basta
creer en la existencia del alma. Es preciso tener un
perfecto entendimiento sobre ella, que es el ser
individual creado por Dios y destinado a la perfección,
preexistente y también sobreviviente, pues el cuerpo
orgánico es apenas vestimenta temporal del alma en el
mundo material, es su instrumento de manifestación en la
dimensión física de la vida. El cuerpo nace, crece y
muere, no el alma, que desenvuelve su potencial divino
siempre, de encarnación en encarnación, siendo inmortal,
o, diciendo de otro modo, de existencia material en
existencia material, en nuevos cuerpos, nuevas épocas y
nuevas situaciones sociales y culturales. El alma nunca
pierde su individualidad, ni pierde sus experiencias y
aprendizajes. Cuando viviendo en el mundo o dimensión
espiritual, el alma es conocida como Espíritu; cuando
viviendo en el mundo o dimensión material, es el alma
propiamente. El conjunto Espíritus (que son las Almas
desencarnadas) pero Almas (que son los Espíritus
encarnados), forman la humanidad, pues todos somos seres
humanos, como aprendemos en el estudio espírita, siendo
la única diferencia entre los desencarnados y los
encarnados, tener o no cuerpo orgánico, por tanto, somos
Almas o Espíritus, aquí entendidas como sinónimos.
¿Pero cómo podemos vivir
en el mundo espiritual sin tener un cuerpo? He aquí el
equívoco que muchos cometen, pues no tenemos apenas el
cuerpo orgánico, somos también dotados de un cuerpo
espiritual, que la Doctrina Espírita llama
periespíritu. Ese cuerpo es semimaterial, bien más
flexible, molécula a molécula ligado al cuerpo orgánico,
desprendiéndose de este en el fenómeno llamado muerte,
y, de encarnación en encarnación, es el periespíritu
responsable por modelar el nuevo cuerpo orgánico que el
Espíritu tomará para sí en la nueva existencia. Tenemos
en la literatura no espírita, de cuño academico, con la
utilización de metodología científica y experimentación
controlada, decenas de trabajos publicados comprobando
la inmortalidad del alma, la intervención de los
Espíritus en el mundo físico y la reencarnación, por
tanto, no es apenas el Espiritismo que proclama esa
verdad.
Esto puesto, y
considerando que las encarnaciones son solidarias entre
sí, que lo que se hace en una existencia acarrea
consecuencias para otra encarnación, tanto en el bien
como en el mal, conforme lo que dispone la perfecta
justicia divina (recomendamos la lectura del Código
Penal de la Vida Futura, constante del capítulo 7 de El
Cielo y el Infierno, de Allan Kardec), podemos ahora
establecer la mejor comprensión sobre las dolencias
clasificadas como demencia infantil, como es el caso de
la NPC.
Palingenesia o ley
de la reencarnación
Los antiguos griegos, en
la sabiduría de muchos de sus filósofos, ya creían en la
palingenesia, o sea, en el retorno del Espíritu (o Alma)
a través de un nuevo cuerpo orgánico, creecia también
compartida por el antiguo pueblo judío, como se puede
ver en varias descripciones de la Torá, el libro
religioso sagrado que los cristianos conocen como Viejo
Testamento, así como también encontramos esa creencia
entre los antiguos egipcios. El propio Jesús, base del
Cristianismo, enseñaba que era necesario nacer de nuevo,
afirmando que el predicador Juan Bautista era la
reencarnación del profeta Elías. El Espiritismo no
inventó la reencarnación, ni hizo de ella principio
exclusivo de su doctrina, y sí la estudió a través del
concepto filosófico lógica y racional, así como la
observó a través de los hechos debidamente registrados y
catalogados, como también lo hizo el Dr. Ian Stevenson,
de la Universidad de Virginia, en los Estados Unidos, no
espírita y autor de varios estudios, entre ellos el
libro Veinte Casos Sugestivos de Reencarnación,
que todo científico debía conocer.
Con la inmortalidad del
alma y la reencarnación tenemos explicación para la
demencia infantil, así como para otras dolencias
clasificadas como hereditarias o genéticas, que
eclosionan durante el periodo infantil, o incluso
detectadas en el útero de la madre, en el feto en
desenvolvimiento, y que ya comporta la existencia del
Espíritu, que está en el comando de la formación del
nuevo cuerpo a través de su periespíritu, recordando que
el cuerpo espiritual es el modelo organizador biológico,
comandando todo el proceso. Es en el periespíritu que se
concentran las energías mentales del Espíritu
reencarnante, así, aquel que cometió el mal en
anteriores existencias y tiene la conciencia culpable,
automáticamente impregna el periespíritu con esas
energías, que eclosionaron en el nuevo cuerpo en
formación, lo mismo ocurriendo en cuanto el Espíritu
solicita una prueba específica, que puede ser una grave
lesión o un defecto genético.
La teoría espírita de la
reencarnación no invalida las leyes de la
hereditariedad, que funcionan por encima de todo bajo
determinismo divino, que la ciencia humana aun no fue
capaz de comprender. El caso de los hijos de Renee
Staska es una prueba de lo que estamos hablando. Para la
ciencia la probabilidad de todos los hijos tener la
misma dolencia, que es rara, es mínima, pero ocurre, y
los científicos no saben explicar como eso fue posible.
Sin la inmortalidad del alma, la reencarnación y los
mecanismos de funcionamiento de la justicia divina, tan
bién estudiados por el Espiritismo, realmente no hay
explicación.
En el caso en rigor,
entendemos que los tres Espíritus portadores de la
dolencia, sea por expiación (consecuencia de acciones
que infringieron la ley divina en existencias pasadas),
sea por prueba solicitada, no están en ese proceso por
acaso, incluso porque el acaso no existe, o sea, existen
causas preponderantes que están más allá de los meros
factores biológicos. Para la madre (el reportaje nada
informa sobre el padre) es una prueba que, además,
parece estar llevando con buen término, pues el
reportaje informa que está cuidando de los hijos con
mucho amor, todo haciendo por ellos. Y aquí también
entra la reencarnación, pues los vínculos afectivos
entre padres e hijos no son gratuitos, normalmente
remontan de uniones que vienen siendo construídas a lo
largo de múltiples existencias.
La ciencia y la
justicia divina
Tenemos aun bajo análisis
la cuestión del progreso de la ciencia en la
investigación y tratamiento de las dolencias hoy
consideradas incurables, muchas de ellas llevando a la
muerte precoz, como es el caso de la NPC. ¿Hasta qué
punto la ciencia puede intervir cuando se sabe que es
una expiación reencarnatoria por la cual el Espíritu
tiene necesidad de pasar? Tal es la duda que atormenta a
muchos estudiosos, pero perfectamente esclarecida por el
Espiritismo, al esclarecer que la ciencia es dada al
hombre para que este pueda contribuir con los designios
divinos en el mundo, mejorando la calidad de vida del
ser humano y su interacción con los recursos naturales
del planeta. Veamos, a ese propósito, la respuesta de
los Espíritus Superiores en la pregunta 692 de El
Libro de los Espíritus:
Todo se debe hacer para
llegar a la perfección. El propio hombre es un
instrumento de que Dios se sirve para alcanzar sus
fines. Siendo la perfección el blanco para que tiende la
Naturaleza, favorecer a su conquista es corresponder a
aquellos fines.
Debe, pues, el ser
humano, a través de la ciencia, hacer todos los
esfuerzos para el progreso de la vida, para el
perfeccionamiento de los conocimientos, como la propia
ley divina, que es ley de evolución, solicita. Sabemos
que ese progreso es paulatino, motivo por el cual la
ciencia aun se debate con fenómenos y dolencias que no
consigue explicar a colmar, cuyas raíces están en el
Espíritu. La aproximación de la ciencia con la realidad
espiritual de la vida esclarecerá muchas dolencias, que
entonces alcanzarán la debida solución, siempre de
acuerdo con lo que cada uno debe enfrentar aquí en la
Tierra, pues los desígnios divinos serán siempre
soberanos, por ser perfectamente justos.
¡En cuanto a la demencia
infantil no tuviera tratamiento, a no ser terapia
fisioterapéutica para amenización de sus consecuencias,
donemos amor a los padres y sus hijos, en la forma de
oraciones y apoyo fraterno, sabedores que el acaso no
existe, y que la misericordia divina advierte para días
más felices, más venturosos en el porvenir, para todos
aquellos que se someten con resignación y fe a esa
prueba, pues la vida futura nos advierte, promete,
radiante, a decirnos que aquí en la Tierra todo pasa,
pero en la eternidad vive siempre la luz eterna del
amor!
Marcus De Mario es escritor, educador,
conferenciante; coordina el Seara de Luz,(Siembra de
Luz) grupo on-line de estudio espírita; edita el canal
Orientación Espírita en YouTube; posee más de 35 libros
publicados.