Tema: Fe en Dios
El Brote y la Flor
Una vez una semilla, que estaba durmiendo, fue plantada
en un jardín. Ella fue colocada en el fondo de un
agujero, tapado con tierra y abono. Por encima, fue
regada el agua, que entró en el suelo y mojó la semilla,
provocando que despierte.
La semilla despertó calmadamente, acurrucada por la
tierra tierna. Ella no sabía qué estaba haciendo ahí, ni
que había sido plantada con un propósito. Pero tenía
deseos de moverse. Así, a pesar de sufrir la resistencia
de la tierra, fue esforzándose y poco a poco logró
abrirse y comenzar a expandirse.
En poco tiempo la semilla pasó a sentir que ese lugar
era incómodo. Era apretado y oscuro. Sentía que
necesitaba esforzarse más, pues quedarse ahí no estaba
bien. Entonces, continuó expandiéndose, creciendo hacia
abajo y también
hacia arriba. Ya
no era más una semilla, sino un brote.
Un bello día, el brotecito consiguió romper la tierra y
proyectarse a un mundo nuevo. Vio la luz del día y pudo
contemplar todo a su alrededor. ¡Percibió el calor de
los rayos del sol y se sintió muy feliz!
El brote pasó ese día deslumbrando, pero las horas
pasaban y la noche llegó. Sin el sol, la oscuridad
volvió y el inexperto brotecito se asustó y comenzó a
llorar. No quería vivir más en la oscuridad después de
haber conocido la luz.
- ¡Calma, mi pequeño amigo! ¿Qué está pasando? –
preguntó gentilmente la flor de al lado. .
- Todo estaba tan bien... pero duró tan poco… -
respondió el brotecito, lloriqueando.
La flor se dio cuenta de que él todavía era muy pequeño
y entendió su preocupación, porque, después de todo, ya
había pasado por eso también.
Ella le explicó que la noche no duraría para siempre.
Después de ella vendría otro día… Y después, otra noche…
y que habría muchas noches y también muchos días.
El brotecito se calmó al saber eso y decidió esperar.
Cuando el otro día rayó el sol, se puso feliz nuevamente
y aprovechó mucho las horas de luz.
Más tarde, la noche llegó de nuevo, pero esta vez, ya
prevenido, el brote no se desesperó.
Después de algunos días la noche no le asustaba más. Pero
nuevos acontecimientos estaban por venir.
Cierto día, el cielo comenzó a ponerse oscuro antes de
la hora, un viento muy fuerte comenzó a soplar y luego
una violenta tempestad cayó. Sin saber lo que estaba
pasando, el brote se desesperó nuevamente.
Las plantas eran sacudidas por las ráfagas de viento y
las gotas caían pesadas sobre las plantas. La flor, con
dificultad, gritó al brotecito:
- ¡Aguanta firme! ¡Esto sucede a veces, pero pronto
pasará!
Al oír a la flor, el brote quedó mas confiado y valiente
para soportar la tempestad. Y cuando esta pasó, todo
volvió a quedar bien en el jardín.
El brote, entonces, le dijo a la flor:
- Gracias por ayudarme. Tú sabes muchas cosas. Dime:
¿Qué más puede pasar?
- Todavía tenemos las estaciones del año para que las
conozcas – respondió ella. – Existen épocas de mucho
calor, de mucho frío y hasta heladas. Hay también épocas
de sequía o de lluvias fuertes como esta. Pero no sé
todo. A veces sucede algo que es nuevo también para mí.
- ¿Y no te preocupas por eso? – quiso saber el brote.
- Al comienzo sí. Pero ya me di cuenta de que existen
muchas fases. Algunas son deliciosas, otras más
difíciles. Ellas nunca duran para siempre, pero siempre
tienen una finalidad y nos trae alguna enseñanza.
- Todavía no conozco muchas cosas – dijo el brote – pero
confío en ti.
- ¡Confía en la vida y en Dios, que todo va a estar
bien! – respondió la flor, sonriendo.
El brote creció, transformándose en un hermoso follaje y
continuó siendo amigo de la flor. Los dos, juntos,
atravesaron todas las fases de la vida con valentía,
pues usaron la receta de la flor para vivir con fe en
Dios, y así tuvieron una vida buena y en paz.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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