Especial

por Juan Carlos Orozco

La reencarnación: la repetición para evolucionar

Por la Doctrina Espírita, Dios crea a todos los Espíritus simples e ignorantes, comenzando sus procesos evolutivos en pluralidad de existencias en la búsqueda de la perfección, teniendo a Jesús como el camino, la verdad y la vida en dirección al Padre.

En las reencarnaciones, el Espíritu inmortal conserva su individualidad, conectándose pasado, presente y futuro.

El Espíritu Manoel Philomeno de Miranda, en el libro Transición planetaria, en la psicografia de Divaldo Pereira Franco, esclarece más: “Mediante las reencarnaciones, etapa a etapa, se da el proceso de eliminación de las imperfecciiones morales, que se transforma en valores relevantes, impulsándonos en la dirección de la plenitud que le es destinada. Errando y corrigiéndose, realizando tentativas de progreso y cayendo, para luego levantarse, ese es el método de desenvolvimiento que a todos impulsa en la dirección de su felicidad plena. (...) La existencia en el cuerpo físico es una oportunidad de aprendizaje que la vida concede al ser espiritual en su proceso de crecimiento interior, facultandole los recursos apropiados para que la divina llama que existe en todos alcance la plenitud. De acuerdo con la manera como cada uno se comporte en el menester, estará sembrando las ocurrencias del futuro, que tendrá que enfrentar, a fin de recomponerse y corregir lo que fue damnificado. Cada reencarnación es sublime concesión divina para la construcción dichosa de la inmortalidad personal. Escuela bendecida, la Tierra es el reducto hermoso en el cual todos nos perfeccionamos, retirando la bagatela pesada del primarismo, que impide el brillo del diamante estelar del Espíritu que somos. Los golpes del proceso evolutivo se encarga de liberarnos, permitiendo que las facetas lapidadas por el dolor y cinceladas por el amor reflejan las bellezas siderales”.

La reencarnación es para el Espíritu una oportunidad de recomienzo, aprendizaje, crecimiento interior, perfeccionamiento, recomposición, corrección, renovación, regeneración y transformación, para la construcción de su destino y evolucionar moral y espiritualmente. El alma que no alcanzó la perfección, se depura sufriendo la prueba de nueva existencia, experimentando transformación y beneficios que indican la manifestación de la justicia y de la misericordia divinas, que no condenan al Espíritu infractor al sufrimiento eterno.

Por la ley de causa y efecto, la reencarnación proporciona al Espíritu deudor las condiciones de rehacimiento de su destino, sobre todo si hay empeño en mejorarse mediante el uso correcto del libre albedrío. A cada existencia, el Espíritu da un paso en el camino del progreso y, cuando se libera de todas las impurezas, no tiene más necesidad de las pruebas de la vida corporal.


Pluralidad de existencia y repetición de experiencias, lecciones y aprendizajes

El Espíritu Joanna de Ângelis, en el libro Amor, imbatible amor, en el Capítulo 39, en “Autoafirmación”, en la psicografia de Divaldo Pereira Franco, enseña: “La sociedad marcha inexorablemente para la comprensión del Espíritu eterno que el hombre es, de su proceso paulatino de evolución a través de los renacimientos, heredero de sí mismo, que transfiere de una para otra etapa las realizaciones efectuadas, felices o equivocadas, cual alumno que suma experiencias educacionales, promoviéndose o reteniéndose en la repetición de las lecciones no grabadas, con vistas a la conclusión del curso.”

Aun Joanna de Ângelis, en el libro Autodescubrimiento: una búsqueda interior, en “Problemas de la Evolución”, en la psicografia de Divaldo Pereira Franco, esclarece:

“La criatura humana, de alguna forma favorece a la perpetuación de la especie y a su planificación, se encarna, reencarnarse, repitiendo las proezas existenciales hasta altcanzar el clímax que la aguarda. En cada etapa nueva remanecen las ocasiones de la anterior, en una cadena sucesoria natural. Y a través de ese mecanismo los éxitos abren espacios a conquistas más amplias y complejas, así como el fracaso en algún comportamiento establece procesos que imponen problemas en el desenvolvimiento de los cursos que prosiguen adormecidos. (...)

Es lícito y natural que cada persona se considere humana, esto es, con derecho a los errores y a los aciertos, no incólume, no especial. (...)

Cuando yerra, repara; cuando acierta, crece.

La evolución ocurre a través de varios y repetidos mecanismos de error y acierto, desde los primeros pasos hasta la firmeza de decisión y de marcha.”

Por los textos de Joanna de Ângelis, percibimos que las repeticiones de los hechos realizados, sean felices o equivocados, en las reencarnaciones, tiene carácter educativo para los Espíritus, cuyo proceso evolutivo transfiere para otras existencias los hechos existenciales y los hechos del pasado, de aciertos y errores, en una cadena sucesoria, estimulando la retención de las experiencias y lecciones aprendidas y la repetición de las acciones no aprovechadas para reparar, corregir o crecer, hasta alcanzar el éxito que lo aguarda.

Eso porque la repetición representa la base de educación y aprendizaje para el desenvolvimiento de varias enseñanzas para el acúmulo de tesoros sagrados en el corazón de cada ser humano. A cada repetición de una experiencia vivida, se conectan pasado y presente para la construcción del futuro, en la búsqueda de la transformación íntima para interiorizar atributos divinos de forma más sólida por la práctica del amor, del bien y de la caridad.

En El Libro de los Espíritus, en la Introducción, Allan Kardec comenta: “Los Espíritus no ocupan perpetuamente la misma categoría. Todos se mejoran pasando por los diferentes grados de la jerarquía espírita. Esta mejora se efectua por medio de la encarnación, que es impuesta a unos como expiación, a otros como misión. La vida material es una prueba que les cumple sufrir repetidamente, hasta que hayan alcanzado la absoluta perfección moral.”

En pluralidad de existencias, pasando por los diferentes grados de la jerarquía espírita, repetimos pruebas para nuestra mejoría en la adquisición de virtudes morales, agregando experiencias y lecciones aprendidas correspondiente al estado evolutivo en que el Espíritu se encuentra, haciéndolo avanzar de la oscuridad para la luz.

Todo ese proceso de transformación exige trabajo, esfuerzo y firmeza de propósitos, por cuanto las virtudes son conquistas individuales del Espíritu, alcanzadas en sucesivas experiencias reencarnatorias.


La compulsión y el deseo de repetir hábitos alcanzados

Hasta aquí, reflexionamos sobre repeticiones educativas de actos buenos y ruines en las reencarnaciones, siendo que ambos contribuyen para nuestra evolución moral y espiritual, en que la repetición de buenos actos consolida enseñanzas y atributos morales adquiridos, y la de actos ruines surgen como oportunidades de corrección, reparación y regeneración del Espíritu.

A pesar de las oportunidades disponibilizadas, algunos Espíritus insisten en los mismos errores, actos y comportamientos, compulsivamente. Compulsión está relacionada al acto o a la actividad repetitiva, excesiva el ejercicio mental sin sentido, que es realizado en la tentativa de aliviar o evitar, generalmente de forma temporal, una aflicción, ansiedad o angustia. Se trata de un comportamiento para reducir el malestar psíquico debido a diferentes factores.

El comportamiento compulsivo presenta cambios en las actitudes y en los pensamientos, cultivando rituales y repeticiones, acompañado de preocupaciones excesivas, obsesión, miedo, duda, malestar, aflicción, culpa y otros sentimientos negativos. En la compulsividad, la persona no consigue controlarse, haciendo alguna cosa que, a principio, da placer, pero después trae culpa y resentimiento.

Haroldo Dutra Dias, en el libro El Evangelio de Juan: Interpretado y comentado, en el Capítulo 7: Testimonio, en su narrativa sobre Juan Bautista, apoyado en el libro Buena Nueva, del Espírito Humberto de Campos, destaca la lucha de Juan Bautista contra las propias imperfecciones y los desafíos para superar la compulsión, repitiendo imperfecciones atávicas:

“Otro aspecto destacado por Humberto de Campos: Juan Bautista representa al cristiano en lucha con las propias imperfecciones (malas inclinaciones, vicios, defectos, dificultades, impulsividad), resaltando que nuestras malas inclinaciones, imperfecciones, impulsividad son un desierto árido.

Tenemos vicios de todo orden: vicios de alimentación, de bebida, de maledicencia. Tenemos vicios de naturaleza sexual, de naturaleza emocional, de tristeza, de rabia, de ansiedad; vicios físicos, mentales, espirituales ... (...)

Por eso, la afirmación de Humberto de Campos: Juan Bautista representa al cristiano en lucha activa para vencer sus vicios. Por esa razón, la alusión a estar en el desierto – una voz que clama por preparación. Es esencial prepararse para vencer un vicio, para vencer una mala inclinación, una dificultad. Es preciso planear antes de obrar, elaborar una estrategia, caso contrario, incurrimos en el mismo problema, porque se trata de una compulsión, una energía de compulsión que hace con que el vicio quiera, a todo instante, repetirse.

La persona que tiene vicio de la maledicencia siempre encuentra ocasión de hablar mal de alguien. De modo similar, la criatura que tiene el vicio de la crítica jamás focaliza el lado bueno de las personas o de las situaciones, pues constantemente busca alguna cosa para criticar.

Entonces, es relevante tener una estrategia para lidiar con eso, de otro modo usted no vence, no supera. Sin embargo, esa estrategia exige disciplina, contención, exige una parcela de trabajo duro, desagradable. No es agradable superar un vicio, una imperfección, una mala inclinación, visto que es doloroso, es desafiador, genera tensión ... ese es Juan Bautista.”

Por ese texto, verificamos que la compulsión hace la persona obrar por impulso, repitiendo actitudes anteriores sin conseguir controlarse, sabiendo que está errado, pero sigue practicando la misma cosa e incurriendo en faltas recurrentes.

En la vida, nos deparamos con diversas situaciones conflictivas representadas por las dificultades de todo orden. Esas situaciones pueden ser vistas como condicionamientos o reflejos dominantes de la personalidad, que se expresan bajo la forma de intereses pasajeros, superficiales y que no ceden espacio a entendimientos más profundos.

La esencia está en la lucha íntima, en el combate de las imperfecciones morales, en que debemos buscar la mejoría como seres humanos, estableciendo armonía en nuestras convivencias fraternas. Así, trabamos, dentro de nosotros, una lucha interna del bien contra el mal, luchando contra las tendencias inferiores. La corriente vibratoria del bien estimula el progreso, capacita para la armonía y posiciona para la gloria inmortal. La lucha interior es desafío bendecido que la ley del progreso impone. Podemos combatir por el conocimiento de las verdades que liberan el Espíritu, aprovechándolas para edificar la morada interior en fundamentos perennes. Del entendimiento y de la conducta de cada uno de nosotros, dependerá la felicidad o el infortunio.

Si conseguimos desencadenar esa lucha, escalando las cimas de evolución para la emancipación del alma, utilizando los arsenales del amor, del trabajo, de la abnegación, de la dedicación y del testimonio vivo de las virtudes, habremos, como Paulo de Tarso combatido el buen combate y vencido una etapa más, y manteniendo la fe y la confianza en Dios.

Las malas tendencias resultan de experiencias infelices vividas por el ser humano, en la existencia actual y en las pasadas, y siempre derivadas de su nível de evolución, moral e intelectual. El Espíritu evoluciona en cada experiencia reencarnatoria y en el plano espiritual, siendo que las malas tendencias son sustituidas por las buenas, de forma que el hombre vicioso de hoy, será el virtuoso de mañana.

En el combate a los vicios y las pasiones es importante manterse vigilante, emitiendo pensamientos relacionados al bien, neutralizadores de las consecuencias indeseables derivadas de los procesos viciosos, serios obstáculos al progreso intelectual y moral del Espíritu. En verdad, tenemos coraje para muchas cosas, pero, cuando se trata de combatir en nuestro interior, más fácil será emprender una lucha externa, donde encontraremos las disculpas para justificar nuestros equívocos, errores, fallos y vicios, postergando la introspección que debemos realizar para cambiar el comportamiento y corregir el rumbo en la vida.

Por la metodología científica, si hago un experimento de igual manera, en condiciones y circunstancias semejantes y controladas, siguiendo las etapas definidas, repetidamente, el resultado de la observación será el mismo, buscandose el descubrimiento de la relación de causa y efecto del fenómeno estudiado. Analógicamente, podemos transportar esa visión para nuestra vida en la búsqueda de la mayoría de las causas de nuestros problemas, cuyos efectos poseen sus motivos. Y para cambiar lo que nos viene perturbando hasta ahora, será preciso buscar un nuevo camino para superar las montañas de dificultades. Si no cambia, no hay como esperar resultado diferente.

La reforma íntima envuelve la lucha contra las propias imperfecciones en la búsqueda de la paz interior, por medio del autodescubrimiento y del autoconocimiento, volviéndonos más conscientes de nosotros mismos y de nuestros recursos latentes, liberándonos de los sentimientos inferiores contrarios a las leyes de Dios, en razón de la propia evolución, mediante esfuerzo, trabajo edificante, práctica del amor y de la caridad.

Las imperfecciones morales conducen al ser humano al cometimiento de faltas que pueden resultar en desequilibrios causantes de grandes perturbaciones físicas y espirituales. Normalmente, procuramos mejorar la apariencia física, cuidar de la belleza del cuerpo, hacer ejercicios físicos para el fortalecimiento de la musculatura, pero no nos preocupamos con nuestra mejoría moral y espiritual para enfrentar los llamamientos que las pruebas proporcionan. Cuidamos del cuerpo físico, ¿por qué no cuidamos del alma?

Dominados por el materialismo, damos alas al egoísmo, al orgullo, a la vanidad, de entre otros sentimientos inferiores que evidencian la pequeñez espiritual en que vivimos, enbaucándonos en la posesión de bienes materiales y en el placer de la riqueza y del poder, teniendo como ruta de vida el “yo”.

El egoísmo es un gran obstáculo para la reforma íntima. En la cultura del “yo”, miramos para las personas procurando nosotros mismos. Por la cortina del “yo”, no conseguimos entrever a nuestro semejante que necesita de nuestra ayuda.

La importancia de la transformación moral surge cuando el ser humano constata que los placeres de la vida material ya no le satisfacen más, estableciendo un marco para el despertar del Espíritu en su jornada de ascensión en la dirección al supremo bien. Esa transformación moral y espiritual tiene que ocurrir dentro de nosotros, en un trabajo de mejoramiento interior, una acción de dentro para fuera, mediante un proceso continuo de perfeccionamiento moral del Espíritu para su necesaria evolución. Con todo, la reforma íntima no se conquista de la noche para el día. Demanda tiempo, buena voluntad, disciplina, esfuerzo incesante, mucha resignación, lucha contra las tendencias inferiores y, principalmente, estar vigilante para los defectos y tener foco en la tarea de mejorar.

Cada ser humano se encuentra en determinado estado evolutivo. Para identificar ese estado, hay que realizarse un examen de conciencia, un diagnóstico íntimo, para identificar las reales circunstancias de su vida.

Ciertos de que no vamos a parar nuestra evolución para hacer la reforma íntima, ella deberá ser realizada durante la presente existencia. No es esperar mejorar para trabajar. Es trabajar para mejorar.

La acción incesante de transformación moral es trabajo de todo el día, de toda hora, y la vigilancia debe ser permanente, a fin de evitar tropiezos y caídas. Luego, será importante conservar una actitud positiva, de vigilancia mental y emocional. Será imposible mejorarse moralmente sin sacrificios o renuncias.

Si cada ser humano cambiara su comportamiento, sembrando la paz dentro de sí, eliminando los sentimientos inferiores, contribuirá para la paz en el planeta en una acción de fraternidad universal.

Así, sin el conocimiento de nosotros mismos y la lucha contra nuestras imperfecciones, no hay reforma íntima, recordándose de que el proceso de iluminación íntima requiere disciplina y esfuerzos constantes, comenzando dentro de nosotros.

¡Por eso, despierte ahora y tenga el coraje de enfrentarse a sí mismo!

 

Bibliografia:

BIBLIA SAGRADA.

ÂNGELIS, Joanna de (Espírito); na psicografia de Divaldo Pereira Franco. Amor imbatível amor.  18ª Edição. Salvador/BA: Editora Leal, 2021.

ÂNGELIS, Joanna de (Espírito); na psicografia de Divaldo Pereira Franco. Autodescobrimento: uma busca interior.  19ª Edição. Salvador/BA: Editora Leal, 2017.

CAMPOS, Humberto de (Espírito); (psicografado por) Francisco Cândido Xavier. Boa Nova. 37ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2016.

DIAS, Haroldo Dutra. O Evangelho de João: Volume 1. 1ª Edição. São Paulo/SP: Intelítera Editora, 2022.

DIAS, Haroldo Dutra. Parábolas de Jesus: texto e contexto. 1ª Edição. Curitiba/PR: Federação Espírita do Paraná, 2011.

EMMANUEL (Espírito), na psicografia de Francisco Cândido Xavier. O Consolador. 10ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.

KARDEC, Allan; tradução de Evandro Noleto Bezerra. A Gênese. 2ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2013.

KARDEC, Allan; tradução de Guillon Ribeiro. O Evangelho Segundo o Espiritismo. 1ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.

KARDEC, Allan; tradução de Guillon Ribeiro. O Livro dos Espíritos. 1ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.

LUIZ, André (Espírito); na psicografia de Francisco Cândido Xavier. Evolução em dois mundos. 27ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2018.

MIRANDA, Manoel Philomeno de (Espírito); Divaldo Pereira Franco (psicografado por). Transição Planetária. 5ª Edição. Salvador/BA: Editora Leal, 2017.

MOURA, Marta Antunes de Oliveira de (organizadora). Estudio profundizado de la doctrina espírita: espiritismo, el consolador prometido por Jesús. Libro IV. 1ª Edición. Brasília/DF: Federación Espírita Brasileña, 2016.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita