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La reencarnación: la
repetición para
evolucionar |
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Por la Doctrina Espírita,
Dios crea a todos los Espíritus simples e ignorantes,
comenzando sus procesos evolutivos en pluralidad de
existencias en la búsqueda de la perfección, teniendo a
Jesús como el camino, la verdad y la vida en dirección
al Padre.
En las reencarnaciones,
el Espíritu inmortal conserva su individualidad,
conectándose pasado, presente y futuro.
El Espíritu Manoel
Philomeno de Miranda, en el libro Transición
planetaria, en la psicografia de Divaldo Pereira
Franco, esclarece más: “Mediante las reencarnaciones,
etapa a etapa, se da el proceso de eliminación de las
imperfecciiones morales, que se transforma en valores
relevantes, impulsándonos en la dirección de la plenitud
que le es destinada. Errando y corrigiéndose, realizando
tentativas de progreso y cayendo, para luego levantarse,
ese es el método de desenvolvimiento que a todos impulsa
en la dirección de su felicidad plena. (...) La
existencia en el cuerpo físico es una oportunidad de
aprendizaje que la vida concede al ser espiritual en su
proceso de crecimiento interior, facultandole los
recursos apropiados para que la divina llama que existe
en todos alcance la plenitud. De acuerdo con la manera
como cada uno se comporte en el menester, estará
sembrando las ocurrencias del futuro, que tendrá que
enfrentar, a fin de recomponerse y corregir lo que fue
damnificado. Cada reencarnación es sublime concesión
divina para la construcción dichosa de la inmortalidad
personal. Escuela bendecida, la Tierra es el reducto
hermoso en el cual todos nos perfeccionamos, retirando
la bagatela pesada del primarismo, que impide el brillo
del diamante estelar del Espíritu que somos. Los golpes
del proceso evolutivo se encarga de liberarnos,
permitiendo que las facetas lapidadas por el dolor y
cinceladas por el amor reflejan las bellezas siderales”.
La reencarnación es para
el Espíritu una oportunidad de recomienzo, aprendizaje,
crecimiento interior, perfeccionamiento, recomposición,
corrección, renovación, regeneración y transformación,
para la construcción de su destino y evolucionar moral y
espiritualmente. El alma que no alcanzó la perfección,
se depura sufriendo la prueba de nueva existencia,
experimentando transformación y beneficios que indican
la manifestación de la justicia y de la misericordia
divinas, que no condenan al Espíritu infractor al
sufrimiento eterno.
Por la ley de causa y
efecto, la reencarnación proporciona al Espíritu deudor
las condiciones de rehacimiento de su destino, sobre
todo si hay empeño en mejorarse mediante el uso correcto
del libre albedrío. A cada existencia, el Espíritu da un
paso en el camino del progreso y, cuando se libera de
todas las impurezas, no tiene más necesidad de las
pruebas de la vida corporal.
Pluralidad de
existencia y repetición de experiencias, lecciones y
aprendizajes
El Espíritu Joanna de
Ângelis, en el libro Amor, imbatible amor, en el
Capítulo 39, en “Autoafirmación”, en la psicografia de
Divaldo Pereira Franco, enseña: “La
sociedad marcha inexorablemente para la comprensión del
Espíritu eterno que el hombre es, de su proceso
paulatino de evolución a través de los renacimientos,
heredero de sí mismo, que transfiere de una para otra
etapa las realizaciones efectuadas, felices o
equivocadas, cual alumno que suma experiencias
educacionales, promoviéndose o reteniéndose en la
repetición de las lecciones no grabadas, con vistas a la
conclusión del curso.”
Aun Joanna de Ângelis, en
el libro Autodescubrimiento: una búsqueda interior,
en “Problemas de la Evolución”, en la psicografia de
Divaldo Pereira Franco, esclarece:
“La criatura humana, de
alguna forma favorece a la perpetuación de la especie y
a su planificación, se encarna, reencarnarse, repitiendo
las proezas existenciales hasta altcanzar el clímax que
la aguarda. En cada etapa nueva remanecen las ocasiones
de la anterior, en una cadena sucesoria natural. Y a
través de ese mecanismo los éxitos abren espacios a
conquistas más amplias y complejas, así como el fracaso
en algún comportamiento establece procesos que imponen
problemas en el desenvolvimiento de los cursos que
prosiguen adormecidos. (...)
Es lícito y natural que
cada persona se considere humana, esto es, con derecho a
los errores y a los aciertos, no incólume, no especial.
(...)
Cuando yerra, repara;
cuando acierta, crece.
La evolución ocurre a
través de varios y repetidos mecanismos de error y
acierto, desde los primeros pasos hasta la firmeza de
decisión y de marcha.”
Por los textos de Joanna
de Ângelis, percibimos que las repeticiones de los
hechos realizados, sean felices o equivocados, en las
reencarnaciones, tiene carácter educativo para los
Espíritus, cuyo proceso evolutivo transfiere para otras
existencias los hechos existenciales y los hechos del
pasado, de aciertos y errores, en una cadena sucesoria,
estimulando la retención de las experiencias y lecciones
aprendidas y la repetición de las acciones no
aprovechadas para reparar, corregir o crecer, hasta
alcanzar el éxito que lo aguarda.
Eso porque la repetición
representa la base de educación y aprendizaje para el
desenvolvimiento de varias enseñanzas para el acúmulo de
tesoros sagrados en el corazón de cada ser humano. A
cada repetición de una experiencia vivida, se conectan
pasado y presente para la construcción del futuro, en la
búsqueda de la transformación íntima para interiorizar
atributos divinos de forma más sólida por la práctica
del amor, del bien y de la caridad.
En El Libro de los
Espíritus, en la Introducción, Allan Kardec
comenta: “Los
Espíritus no ocupan perpetuamente la misma categoría.
Todos se mejoran pasando por los diferentes grados de la
jerarquía espírita. Esta mejora se efectua por medio de
la encarnación, que es impuesta a unos como expiación, a
otros como misión. La vida material es una prueba que
les cumple sufrir repetidamente, hasta que hayan
alcanzado la absoluta perfección moral.”
En pluralidad de
existencias, pasando por los diferentes grados de la
jerarquía espírita, repetimos pruebas para nuestra
mejoría en la adquisición de virtudes morales, agregando
experiencias y lecciones aprendidas correspondiente al
estado evolutivo en que el Espíritu se encuentra,
haciéndolo avanzar de la oscuridad para la luz.
Todo ese proceso de
transformación exige trabajo, esfuerzo y firmeza de
propósitos, por cuanto las virtudes son conquistas
individuales del Espíritu, alcanzadas en sucesivas
experiencias reencarnatorias.
La compulsión y el
deseo de repetir hábitos alcanzados
Hasta aquí, reflexionamos
sobre repeticiones educativas de actos buenos y ruines
en las reencarnaciones, siendo que ambos contribuyen
para nuestra evolución moral y espiritual, en que la
repetición de buenos actos consolida enseñanzas y
atributos morales adquiridos, y la de actos ruines
surgen como oportunidades de corrección, reparación y
regeneración del Espíritu.
A pesar de las
oportunidades disponibilizadas, algunos Espíritus
insisten en los mismos errores, actos y comportamientos,
compulsivamente. Compulsión está relacionada al acto o a
la actividad repetitiva, excesiva el ejercicio mental
sin sentido, que es realizado en la tentativa de aliviar
o evitar, generalmente de forma temporal, una aflicción,
ansiedad o angustia. Se trata de un comportamiento para
reducir el malestar psíquico debido a diferentes
factores.
El comportamiento
compulsivo presenta cambios en las actitudes y en los
pensamientos, cultivando rituales y repeticiones,
acompañado de preocupaciones excesivas, obsesión, miedo,
duda, malestar, aflicción, culpa y otros sentimientos
negativos. En la compulsividad, la persona no consigue
controlarse, haciendo alguna cosa que, a principio, da
placer, pero después trae culpa y resentimiento.
Haroldo Dutra Dias, en el
libro El Evangelio de Juan: Interpretado y comentado,
en el Capítulo 7: Testimonio, en su narrativa sobre Juan
Bautista, apoyado en el libro Buena Nueva, del
Espírito Humberto de Campos, destaca la lucha de Juan
Bautista contra las propias imperfecciones y los
desafíos para superar la compulsión, repitiendo
imperfecciones atávicas:
“Otro aspecto destacado
por Humberto de Campos: Juan Bautista representa al
cristiano en lucha con las propias imperfecciones (malas
inclinaciones, vicios, defectos, dificultades,
impulsividad), resaltando que nuestras malas
inclinaciones, imperfecciones, impulsividad son un
desierto árido.
Tenemos vicios de todo
orden: vicios de alimentación, de bebida, de
maledicencia. Tenemos vicios de naturaleza sexual, de
naturaleza emocional, de tristeza, de rabia, de
ansiedad; vicios físicos, mentales, espirituales ...
(...)
Por eso, la afirmación de
Humberto de Campos: Juan Bautista representa al
cristiano en lucha activa para vencer sus vicios. Por
esa razón, la alusión a estar en el desierto – una voz
que clama por preparación. Es esencial prepararse para
vencer un vicio, para vencer una mala inclinación, una
dificultad. Es preciso planear antes de obrar, elaborar
una estrategia, caso contrario, incurrimos en el mismo
problema, porque se trata de una compulsión, una energía
de compulsión que hace con que el vicio quiera, a todo
instante, repetirse.
La persona que tiene
vicio de la maledicencia siempre encuentra ocasión de
hablar mal de alguien. De modo similar, la criatura que
tiene el vicio de la crítica jamás focaliza el lado
bueno de las personas o de las situaciones, pues
constantemente busca alguna cosa para criticar.
Entonces, es relevante
tener una estrategia para lidiar con eso, de otro modo
usted no vence, no supera. Sin embargo, esa estrategia
exige disciplina, contención, exige una parcela de
trabajo duro, desagradable. No es agradable superar un
vicio, una imperfección, una mala inclinación, visto que
es doloroso, es desafiador, genera tensión ... ese es
Juan Bautista.”
Por ese texto,
verificamos que la compulsión hace la persona obrar por
impulso, repitiendo actitudes anteriores sin conseguir
controlarse, sabiendo que está errado, pero sigue
practicando la misma cosa e incurriendo en faltas
recurrentes.
En la vida, nos deparamos
con diversas situaciones conflictivas representadas por
las dificultades de todo orden. Esas situaciones pueden
ser vistas como condicionamientos o reflejos dominantes
de la personalidad, que se expresan bajo la forma de
intereses pasajeros, superficiales y que no ceden
espacio a entendimientos más profundos.
La esencia está en la
lucha íntima, en el combate de las imperfecciones
morales, en que debemos buscar la mejoría como seres
humanos, estableciendo armonía en nuestras convivencias
fraternas. Así, trabamos, dentro de nosotros, una lucha
interna del bien contra el mal, luchando contra las
tendencias inferiores. La corriente vibratoria del bien
estimula el progreso, capacita para la armonía y
posiciona para la gloria inmortal. La lucha interior es
desafío bendecido que la ley del progreso impone.
Podemos combatir por el conocimiento de las verdades que
liberan el Espíritu, aprovechándolas para edificar la
morada interior en fundamentos perennes. Del
entendimiento y de la conducta de cada uno de nosotros,
dependerá la felicidad o el infortunio.
Si conseguimos
desencadenar esa lucha, escalando las cimas de evolución
para la emancipación del alma, utilizando los arsenales
del amor, del trabajo, de la abnegación, de la
dedicación y del testimonio vivo de las virtudes,
habremos, como Paulo de Tarso combatido el buen combate
y vencido una etapa más, y manteniendo la fe y la
confianza en Dios.
Las malas tendencias
resultan de experiencias infelices vividas por el ser
humano, en la existencia actual y en las pasadas, y
siempre derivadas de su nível de evolución, moral e
intelectual. El Espíritu evoluciona en cada experiencia
reencarnatoria y en el plano espiritual, siendo que las
malas tendencias son sustituidas por las buenas, de
forma que el hombre vicioso de hoy, será el virtuoso de
mañana.
En el combate a los
vicios y las pasiones es importante manterse vigilante,
emitiendo pensamientos relacionados al bien,
neutralizadores de las consecuencias indeseables
derivadas de los procesos viciosos, serios obstáculos al
progreso intelectual y moral del Espíritu. En verdad,
tenemos coraje para muchas cosas, pero, cuando se trata
de combatir en nuestro interior, más fácil será
emprender una lucha externa, donde encontraremos las
disculpas para justificar nuestros equívocos, errores,
fallos y vicios, postergando la introspección que
debemos realizar para cambiar el comportamiento y
corregir el rumbo en la vida.
Por la metodología
científica, si hago un experimento de igual manera, en
condiciones y circunstancias semejantes y controladas,
siguiendo las etapas definidas, repetidamente, el
resultado de la observación será el mismo, buscandose el
descubrimiento de la relación de causa y efecto del
fenómeno estudiado. Analógicamente, podemos transportar
esa visión para nuestra vida en la búsqueda de la
mayoría de las causas de nuestros problemas, cuyos
efectos poseen sus motivos. Y para cambiar lo que nos
viene perturbando hasta ahora, será preciso buscar un
nuevo camino para superar las montañas de dificultades.
Si no cambia, no hay como esperar resultado diferente.
La reforma íntima
envuelve la lucha contra las propias imperfecciones en
la búsqueda de la paz interior, por medio del
autodescubrimiento y del autoconocimiento, volviéndonos
más conscientes de nosotros mismos y de nuestros
recursos latentes, liberándonos de los sentimientos
inferiores contrarios a las leyes de Dios, en razón de
la propia evolución, mediante esfuerzo, trabajo
edificante, práctica del amor y de la caridad.
Las imperfecciones
morales conducen al ser humano al cometimiento de faltas
que pueden resultar en desequilibrios causantes de
grandes perturbaciones físicas y espirituales.
Normalmente, procuramos mejorar la apariencia física,
cuidar de la belleza del cuerpo, hacer ejercicios
físicos para el fortalecimiento de la musculatura, pero
no nos preocupamos con nuestra mejoría moral y
espiritual para enfrentar los llamamientos que las
pruebas proporcionan. Cuidamos del cuerpo físico, ¿por
qué no cuidamos del alma?
Dominados por el
materialismo, damos alas al egoísmo, al orgullo, a la
vanidad, de entre otros sentimientos inferiores que
evidencian la pequeñez espiritual en que vivimos,
enbaucándonos en la posesión de bienes materiales y en
el placer de la riqueza y del poder, teniendo como ruta
de vida el “yo”.
El egoísmo es un gran
obstáculo para la reforma íntima. En la cultura del
“yo”, miramos para las personas procurando nosotros
mismos. Por la cortina del “yo”, no conseguimos entrever
a nuestro semejante que necesita de nuestra ayuda.
La importancia de la
transformación moral surge cuando el ser humano constata
que los placeres de la vida material ya no le satisfacen
más, estableciendo un marco para el despertar del
Espíritu en su jornada de ascensión en la dirección al
supremo bien. Esa transformación moral y espiritual
tiene que ocurrir dentro de nosotros, en un trabajo de
mejoramiento interior, una acción de dentro para fuera,
mediante un proceso continuo de perfeccionamiento moral
del Espíritu para su necesaria evolución. Con todo, la
reforma íntima no se conquista de la noche para el día.
Demanda tiempo, buena voluntad, disciplina, esfuerzo
incesante, mucha resignación, lucha contra las
tendencias inferiores y, principalmente, estar vigilante
para los defectos y tener foco en la tarea de mejorar.
Cada ser humano se
encuentra en determinado estado evolutivo. Para
identificar ese estado, hay que realizarse un examen de
conciencia, un diagnóstico íntimo, para identificar las
reales circunstancias de su vida.
Ciertos de que no vamos a
parar nuestra evolución para hacer la reforma íntima,
ella deberá ser realizada durante la presente
existencia. No es esperar mejorar para trabajar. Es
trabajar para mejorar.
La acción incesante de
transformación moral es trabajo de todo el día, de toda
hora, y la vigilancia debe ser permanente, a fin de
evitar tropiezos y caídas. Luego, será importante
conservar una actitud positiva, de vigilancia mental y
emocional. Será imposible mejorarse moralmente sin
sacrificios o renuncias.
Si cada ser humano
cambiara su comportamiento, sembrando la paz dentro de
sí, eliminando los sentimientos inferiores, contribuirá
para la paz en el planeta en una acción de fraternidad
universal.
Así, sin el conocimiento
de nosotros mismos y la lucha contra nuestras
imperfecciones, no hay reforma íntima, recordándose de
que el proceso de iluminación íntima requiere disciplina
y esfuerzos constantes, comenzando dentro de nosotros.
¡Por eso, despierte ahora
y tenga el coraje de enfrentarse a sí mismo!
Bibliografia:
BIBLIA SAGRADA.
ÂNGELIS, Joanna de (Espírito); na
psicografia de Divaldo Pereira Franco. Amor imbatível
amor. 18ª Edição. Salvador/BA: Editora Leal, 2021.
ÂNGELIS, Joanna de (Espírito); na
psicografia de Divaldo Pereira Franco. Autodescobrimento:
uma busca interior.
19ª Edição. Salvador/BA: Editora Leal, 2017.
CAMPOS, Humberto de (Espírito);
(psicografado por) Francisco Cândido Xavier. Boa
Nova. 37ª Edição. Brasília/DF: Federação
Espírita Brasileira, 2016.
DIAS, Haroldo Dutra. O Evangelho de
João: Volume 1. 1ª Edição. São Paulo/SP: Intelítera
Editora, 2022.
DIAS, Haroldo Dutra. Parábolas de
Jesus: texto e contexto. 1ª Edição. Curitiba/PR:
Federação Espírita do Paraná, 2011.
EMMANUEL (Espírito), na psicografia de
Francisco Cândido Xavier. O Consolador. 10ª
Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira,
2019.
KARDEC, Allan; tradução de Evandro Noleto
Bezerra. A Gênese. 2ª Edição. Brasília/DF:
Federação Espírita Brasileira, 2013.
KARDEC, Allan; tradução de Guillon
Ribeiro. O Evangelho Segundo o Espiritismo. 1ª
Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira,
2019.
KARDEC, Allan; tradução de Guillon
Ribeiro. O Livro dos Espíritos. 1ª Edição.
Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.
LUIZ, André (Espírito); na psicografia de
Francisco Cândido Xavier. Evolução em dois mundos.
27ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira,
2018.
MIRANDA, Manoel Philomeno de (Espírito);
Divaldo Pereira Franco (psicografado por). Transição
Planetária. 5ª Edição. Salvador/BA: Editora Leal,
2017.
MOURA, Marta Antunes de Oliveira de
(organizadora). Estudio profundizado de la doctrina
espírita: espiritismo, el consolador prometido por Jesús.
Libro IV. 1ª Edición. Brasília/DF: Federación
Espírita Brasileña, 2016.